En la obra médica titulada Bencao gangmu, escrita por el farmacólogo chino del siglo XVI, Li Shizen, se narraba un proceso médico bastante extraño, supuestamente empleado por vez primera en Arabia: la melificación, que ya se relataba anteriormente en la obra Chogeng Lu, del sabio Yuan Tao Zongyi, en 1366. La finalidad de esta técnica era conservar un cadáver en miel durante cien años, aproximadamente, para después extraer de la mezcla resultante un medicamento utilizado para curar pequeñas heridas o fracturas con dosis muy pequeñas.
La melificación se debía hacer en hombres o mujeres voluntarios que, sabedores de que su muerte estaba cerca, comenzaban el proceso antes de su fallecimiento: debían abandonar el consumo de todo alimento para comer únicamente miel y bañarse todos los días en ella. Así llegaría el momento en que su excremento o sudor consistiría básicamente en residuos de esta sustancia proveniente de las abejas. Una vez que morían, su cuerpo era depositado en un sarcófago lleno de miel.
Cuando transcurrían cien años de esta especie de embalsamamiento, lo que quedaba del cadáver era sustraído, filtrado y de él se extraía el preciado medicamento, el cual podía ser tomado o aplicado vía cutánea. Se sospecha que su precio debió haber sido exorbitante debido a la producción tan compleja que lo precedía.
Como la miel tiene propiedades antibacteriales la descomposición del cuerpo era casi nula. Muchos historiadores tienen sus reservas con este medicamento no sólo en su funcionamiento sino también en su existencia ya que no hay un documento fidedigno que así lo avale. Tampoco han sido hallados cuerpos de hombres melificados que ayuden a constatar de una vez por todas la veracidad de este extraño procedimiento.
Hindúes, chinos, babilonios, griegos, africanos y romanos sabían de la capacidad de la miel para conservarse durante cientos o miles de años, por ello fue el alimento elegido para colocarlo en las sepulturas de sus muertos para su viaje en el más allá. Asimismo fue una sustancia sagrada con la que se intentaba que los cuerpos revivieron en su viaje hacia la muerte. En Birmania se usó como un método de conservación de los cuerpos antes de ser enterrados y los egipcios, babilonios, persas, asirios, espartanos, bizantinos y los ya mencionados árabes la usaron igualmente para embalsamar los cuerpos de sus más importantes hombres y mujeres de la realeza. Sin embargo, ninguno de los restos descubiertos presentan señales de haber pasado por el proceso de la melificación.
Por otro lado, es cierto que la miel siempre ha sido reconocida por sus propiedades medicinales y energizantes: ha sido usada para la cicatrización de heridas, quemaduras, por deportistas para recobrar el vigor y en las molestias de garganta. La medicina ha reconocido su uso para estas molestias, sin embargo, un proceso tan complejo como la combinación de un cadáver con la miel para extraer un fármaco va más allá de lo que la ciencia puede validar.
Durante cientos de años en Europa se usaron medicinas cuyos ingredientes se extraían de los cadáveres (en el siglo XIX, por ejemplo, existió un tráfico importante de remedios hechos con momias pulverizadas provenientes de Egipto que se vendían en boticas). Males como los hematomas, la tos, las parálisis y el vértigo eran tratados por estas controvertidas vías. La medicina moderna ha evolucionado lo suficiente para que las enfermedades sean atacadas de manera mucho más rápida y eficaz. Los tiempos en los que los mitos daban pie a verdades a medias han quedado atrás y hoy se sabe cómo beneficiar al cuerpo con los medicamentos más adecuados.