Al frente de la reunión que tuvo esta mañana Enrique Peña Nieto con el presidente electo para 2019-2024, Andrés Manuel López Obrador: los memes. Una serie de burlas gráficas y sátiras llevadas a su máxima expresión visual, capaces de hacernos reconsiderar la solemnidad con que se ha tratado el tema hasta hoy. Que, incluso, nos hace revalorar ese sentimiento de insalvable rencor con el gobierno priísta, si es que nos sumamos entre los partidarios de AMLO, o el trago amargo que significa todo este proceso en caso de ser uno de sus detractores.
Después de que hoy el Presidente actual de México sostuviera una reunión en el Palacio de Gobierno con su sucesor, las redes sociales dieron muestra de creatividad, una vez más aceleró la participación estética de los ciudadanos y se engalanó el uso de la fotografía manipulada y el diseño popular en ese soporte que, hasta ahora, consideramos un simple meme.
Detrás de todo esto, ¿la duda? ¿La autoburla? ¿La sana pesquisa de esa reconciliación que tanto se recuerda en los mensajes del presidente virtual?
Escondida entre imágenes, ¿nuestra intención por controlar lo que no sabemos? ¿Acaso el orden que no entendemos de las cosas? ¿Un intento por salvar o reunir lo que en otro tiempo jamás hubieras imaginado?
¿Qué se dicen EPN y AMLO en esos momentos en que el protocolo finaliza? ¿Ríen genuinamente de lo que ocurre? ¿Recuerdan los sucesos de hace seis y doce años? ¿Comparten anécdotas del México que tenemos en esa dicotomía de relatos que cada realidad les aportó? ¿Hay reclamos? ¿Diplomacia? ¿Un recuento –por fin amistoso– de una historia que tuvo que escribirse sin otra alternativa? ¿El reconocimiento mutuo del papel que cada uno ha jugado en nuestra contemporaneidad?
Esas respuestas, siempre múltiples y jamás unívocas, intentan curarse a través del meme; a través del chiste (casi siempre) anónimo, comunitario y en sentido ultra personal. Ése que se comparte porque refiere a los recuerdos de la familia, la escuela, los amigos y las parejas, con tal de suavizar toda realidad política. Al respecto, Žižek dice: «Aunque se trata de un mito atractivo, pasa por alto un rasgo rara vez mencionado pero crucial de los chistes: parece que siempre carecen de autor, como si la pregunta: “¿Quién es el autor de este chiste?” fuera imposible. En su origen, los chistes “se cuentan”, siempre ocurre que ya se han “oído” (recordemos la proverbial expresión “¿Sabes el chiste de…?”). Ahí reside su misterio: son idiosincrásicos, representan una singular creatividad del lenguaje, y sin embargo son “colectivos”, anónimos, sin autor, de repente aparecen de la nada. La idea de que tiene que existir un autor es convenientemente paranoica: significa que tiene que haber un “Otro del Otro”, del anónimo orden simbólico, como si el mismísimo poder generativo del lenguaje, contingente e insondable, tuviera que personalizarse, localizado en un agente que lo controla y en secreto maneja los hilos».
Aquí, al frente, detrás y costados del encuentro entre EPN y AMLO, los chistes se ven, se comparten, se trasladan y se manipulan en lo colectivo, siendo todos nosotros sus autores desconocidos en una búsqueda por unir las piezas de un rompecabezas que aún no reconocemos.