Hubo un tiempo en que las mujeres bañaban sus vaginas con Lysol para abortar. Bajo la mentira de que el producto de limpieza servía para limpiar los genitales de la mujer en “sus días más difíciles e íntimos”, disfrazado por el marketing de principios de Siglo XX como una solución para problemas femeninos, muchas vidas se pusieron en riesgo frente a una de las situaciones más delicadas en la vida de un ser humano: la disposición o la viabilidad de ejercer la paternidad. Claro, cuando esta práctica era común, las políticas del mundo no veían al aborto con buenos ojos, no permitían las interrupciones legales del embarazo y ocasionaban que remedios o hábitos caseros desencadenaran severas tragedias.
En definitiva, hoy lo vemos así por el contexto jurídico, social y filosófico que nos rodea, porque nos situamos en medio de fervientes debates pro-vida y pro-choice. Pero eso no quiere decir que el aborto no tenga una larga historia médica y de debate reflexivo, que esto no se haya discutido antes o que los abortos fallidos y peligrosos sólo sean historia contemporánea; los derechos humanos, las necesidades de control natal y las costumbres clínicas han aportado mucho a los anales de la historia abortiva. Sobre todo en términos de dolor y sufrimiento en el cuerpo femenino.
Según historiadores, antiguos romanos, griegos y egipcios tuvieron severas conversaciones al respecto e inauguraron controversiales procedimientos que marcaron el infortunio de las mujeres en la medicina. Ya hubiera sido por manos de un partero, sacerdote o médico, o en el secreto de una casa y con la ayuda de una amiga, el aborto se caracterizó por el riesgo y la amargura durante muchos años. Basta con revisar los distintos procesos que se llegaron a “inventar”.
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Heces de cocodrilo
En el Antiguo Egipto usaban una pasta hecha con estiércol de cocodrilo para abortar. Lo insertaban en su vagina tanto antes como después de la relación sexual por su alto poder espermicida, aunque también se consideraba un abortivo de emergencia.
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Té de menta pulegium
Esta planta es tan tóxica que con sólo cinco gramos puede ser venenosa. Fue muy utilizada en la Antigua Grecia, pero siempre había un gran riesgo de que la mujer involucrada muriera o se intoxicara gravemente.
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Golpes en las nalgas
Hipócrates, un famoso médico griego que en gran medida se oponía al aborto, supuestamente recomendó un texto en el que se sugería una técnica popular de aborto: saltar arriba y abajo, golpeando las nalgas con los talones en cada salto. El propósito –hipotético– era que el embrión se soltara y cayera a causa de los impactos.
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Cebollas calientes
Un método antiguo se conoce hoy gracias a un manuscrito en sánscrito del siglo VIII: sentarse sobre una olla de agua de cebollas humeantes e hirviendo. Una práctica que hasta ahora se lleva a cabo y que, cabe resaltar, sigue siendo igual de inútil que antes.
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Saliva de camello, hormigas y pelos de venado
En el viejo Londres se utilizaba una pasta hecha con estos ingredientes para abortar. Según los registros era bastante efectivo y muy popular en muchas comunidades, pero lo que no sabían sus practicantes era que al untar este menjurje en las vaginas insertaban bacterias infecciosas que ocasionaban un aborto séptico.
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Mercurio
En la Antigua China las mujeres bebían aceite y mercurio calientes en ayuno para provocar un aborto. No está comprobado si esto servía u ocasionaba otro tipo de intoxicación, pero al parecer era un método en extremo popular.
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Agua de herrero
En la Antigua Grecia, el agua que usaban los herreros para enfriar el metal se utilizaba también como método abortivo. Era popular entre las mujeres lavar sus genitales con ella; sin embargo, debido al contenido de plomo de esta agua quedaban estériles o fallecían drásticamente.
Afortunadamente los avances clínicos y las discusiones legales en torno al aborto han modificado prácticas que disminuyen tanto el riesgo de perder la vida como las posibilidades de alimentar la ignorancia entre las personas. El punto crucial de esta revisión histórica es advertir que estos métodos u otros similares siguen practicándose en algún lugar del mundo y que debemos frenarlos para salvar vidas y respetar decisiones ultrapersonales.
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