Adolf Hitler estaba obsesionado con ganar la Segunda Guerra Mundial e instaurar el nazismo no sólo como el partido dominante en Alemania, sino como el régimen que controlaría el resto de Europa y después el mundo. Sabía que se trataba de un trabajo arduo, pero no imposible. Para ello tendría que echar mano de todo su poder bélico, los últimos avances de la ciencia y otro tipo de conocimiento más oscuro, que no todos lograban comprender debido al miedo que les inspiraba.
El mismo Führer acudió con quien estaba seguro que podría llevar a cabo sus planes, tal y como los tenía concebidos: Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS nazis, cuyos miembros estaban a cargo del cuidado de Hitler. Este personaje, un obsesionado de los temas ocultistas, les llamaba a los soldados que estaban bajo sus órdenes “monjes guerreros”. Tenía el objetivo de formar junto con ellos una nueva religión que se basaría en el antiguo paganismo alemán en combinación con las ideas nazis. Hitler pidió a Himmler que usara sus conocimientos para beneficio del Tercer Reich en la búsqueda de conocimientos prohibidos que les ayudara a ganar la guerra y erigirse como el grupo más poderoso sobre la Tierra.
Heinrich Himmler
Para la confección de la nueva sociedad secreta, Heinrich Himmler, echó mano de los conocimientos del profesor holandés Hermann Wirth, especialista en el estudio del germanismo y de las runas. Él y Himmler escogieron un símbolo rúnico (que significaba “vida”) para la creación de la nueva sociedad ocultista que llevaría como nombre Ahnenerbe (“Sociedad de Estudios para la Historia Antigua del Espíritu”), la cual se dedicaría al estudio e investigación de diversas materias del conocimiento, rastrear el origen de la raza aria, y buscar tesoros ocultistas alrededor del mundo para su resguardo y uso a modo de arma. El 1 de julio de 1935 sería la fecha del nacimiento de la Ahnenerbe.
Según el autor del libro El enigma nazi, José Lesta, esta organización tenía tres fines principales: «investigar el alcance territorial y el espíritu de la raza germánica, rescatar y restituir las tradiciones alemanas, y difundir la cultura tradicional alemana entre la población». Asimismo afirma: «Himmler y su Estado Mayor personal, constituido por hombres de su más absoluta confianza, concibieron un calendario festivo para la Orden Negra de las SS que establecía unas fechas sagradas a lo largo del año. En ellas, las SS renovaban sus compromisos de honor y lealtad para con el Führer y la orden. Estas festividades servían para sustituir a las fiestas cristianas por otras que estuvieran más próximas a la tradición germano-pagana».
En la Ahnenerbe había lingüistas, historiadores, arqueólogos, geógrafos, literatos, investigadores de lo oculto y demás especialistas dedicados al estudio de diversas materias. Sin embargo, el área que más llamaba la atención era la dedicada a los temas esotéricos y paranormales, encabezados por Friedrich Hielscher, Wolfram Sievers, Erns Jünger y el filósofo judío Martin Buber. Éstos junto con un grupo de arqueólogos e historiadores comenzaron a coordinar extrañas expediciones a distintos rincones del planeta para hallar objetos legendarios, míticos u ocultistas; como el Arca de la Alianza (objeto que según custodiaba la Tablas de la Ley), la lanza de Longinos (con la que Jesucristo fue herido cuando estaba en la cruz) o el Santo Grial (la copa donde este mismo personaje bebió durante la llamada Última Cena).
Una de las expediciones más épicas organizada por la Ahnenerbe fue aquella que llevó a varios nazis hasta el Tíbet para localizar los orígenes de la raza aria y la existencia del Yeti u “hombre de las nieves”. Estos investigadores estaban al acecho de la tierra mágica de Thule, de donde Himmler y otros nazis obsesionados con lo oculto creían que provenía la verdadera raza aria. Sobra decir que estas creencias eran totalmente pseudocientíficas y respondían más al gusto de un personaje como Himmler y el «sumo sacerdote» Friedrich Hielscher que a una verdadera conciencia científica adecuadamente enfocada en encontrar evidencias reales.
¿Quisieron realmente revivir cadáveres?
El 28 de abril de 1945, un grupo de soldados y oficiales de los Estados Unidos hallaron una mina en cuyo interior se hallaba un importante cargamento de 40 mil toneladas de balas pertenecientes a los nazis, ya derrotados y sometidos por los Aliados. Una vez que los soldados estadounidenses extrajeron el cargamento, localizaron una entrada secreta que los condujo a una cámara oculta con un siniestro tesoro: ahí se hallaban cuatro ataúdes con los cuerpos del rey prusiano del siglo XVII, Federico II el Grande, el mariscal de campo Von Hindenburg y su esposa. El cuarto ataúd tenía una placa con el nombre Adolf Hitler grabado en ella.
Por increíble que parezca, los nazis habían robado en una de sus expediciones arqueológicas y los cuerpos de estos eminentes personajes de la historia alemana. ¿Para qué? ¿Por qué había un ataúd preparado para el Führer? ¿Acaso sabían que iba a morir dentro de poco? Fue en 1950 cuando un artículo aparecido en la revista Life levantó la polémica en torno al supuesto uso que se les daría a los cadáveres: «los cadáveres debían ocultarse hasta algún movimiento futuro cuando su reaparición podría ser sincronizada por resurgentes nazis para despedir a otra generación alemana que se levantaría y conquistaría de nuevo».
De inmediato, los enemigos de los nazis comenzaron a esparcir el rumor acerca de que los miembros de la Ahnenerbe tenían planeado resucitar en algún momento a estos cuatro célebres personajes de la historia alemana para que su sangre volviera a esparcirse por el mundo y permitiera el realzamiento de la raza aria. Las polémicas acciones de la Ahnenerbe y su gusto por los temas de índole esotérica y sobrenatural, permitieron que esta teoría cobrara sentido para muchos.
Además hay que tomar en cuenta los experimentos que los nazis y la Ahnenerbe llevaron a cabo en los campos de concentración, en especial en el de Dachau, donde probaban los límites de resistencia del cuerpo humano y la mejor manera de devolver la vida a un muerto o aliviar a un moribundo, para pensar que las sospechas pudieran ser ciertas.
Los nazis practicaban congelamientos extremos en los prisioneros y experimentaron con diversos métodos para devolverles su calor corporal: las inmersiones bruscas en agua hirviendo u obligando al hombre caído en estado de hipotermia a mantener relaciones sexuales son varias mujeres en una cama caliente. Asimismo, fueron famosos los experimentos de altitud para probar la resistencia máxima de un cuerpo privado de oxígeno a muchos kilómetros por encima del suelo. Todo esto encaminado para verificar el límite de resistencia que tendrían los soldados alemanes en el campo de batalla bajo condiciones extremas de temperatura.
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Hace muchos años que todo rastro del verdadero nazismo se ha borrado de la faz de la tierra, sin embargo, se siguen ofreciendo cada vez más datos que nos hacen ver lo enigmáticos y sanguinarios que una vez fueron. Ahora que has conocido a los nazis que adoraban el ocultismo y la magia negra también puedes encontrar otros secretos como el programa secreto de Hitler que experimentó con bebés para crear la raza perfecta.