A diferencia de las demás polis griegas, las costumbres e instituciones que regían a Esparta no se enfocaban en el desarrollo de las artes, las matemáticas o la filosofía, sino en la guerra. La educación que recibía cada varón a partir de sus primeros pasos, estaba destinada a crear guerreros de élite, implacables y con un amplio sentido de pertenencia a su ciudad-estado.
Tales principios militares han llevado al imaginario colectivo a mirar con fascinación y asombro la educación que recibían los niños encaminados a ser ciudadanos espartanos, especialmente en el desarrollo físico, la música, la danza y por supuesto, la guerra. Historiadores y cronistas de todas las épocas no dudan en rendir pleitesía al pueblo establecido en la península del Peloponeso, cuya excelencia militar fue reconocida en toda la Grecia Antigua; sin embargo, pocos conocen el alto precio que la sociedad espartana debía pagar por su excelencia bélica.
Las prácticas y lineamientos para formar grandes guerreros se ponían en marcha desde el principio de cada vida humana; actos que desde la moral contemporánea, resultan poco más que inaceptables. Para un recién nacido espartano, la primera prueba era una práctica eugenésica exhaustiva: las madres eran obligadas a llevar a su hijo frente a una Comisión de Ancianos, que examinaba al bebé en busca de defectos físicos y mentales. Si el grupo determinaba que el niño no cumplía con los estándares de belleza, robustez y salud de la época, era abandonado a los pies del monte Taigeto.
Si el menor lograba sortear el primer obstáculo, el siguiente paso era abandonar a su familia a una muy corta edad. Entre los cinco y siete años, el pequeño espartano debía acudir a un centro militarizado donde se ponía en marcha de lleno el sistema educativo espartano, la ‘agogé’. Dentro de este esquema, organizado y financiado totalmente por el Estado, se instruía a los menores en las artes de la guerra. El desarrollo físico a través de la gimnasia y pruebas de resistencia, la maestría en el uso de armas y el sometimiento de obediencia ciega a sus mayores eran los tres pilares en que se basaba la educación espartana. Las habilidades de lectura y escritura ocupaban menos tiempo que las técnicas castrenses y eran frecuentemente limitadas.
Los jóvenes eran organizados en pequeños grupos que realizaban sus actividades por igual y con quienes compartían los escasos alimentos, las horas de sueño y de trabajo. Las células, conocidas como ‘agelai’, eran custodiadas por ‘mastigophori’ (portadores del látigo), encargados de establecer castigos y violencia física si alguno no obedecía las órdenes y por los vigilantes, ‘eirenes’. Tal unión de grupo fomentaba en los espartanos un espíritu patriótico, donde la única prioridad y el honor máximo era servir a la polis en la guerra.
A pesar de que las mujeres espartanas gozaban de distintas “libertades” más amplias que en la mayoría de las polis griegas, esta visión bélica y patriótica en exceso también permeaba en sus vidas: su reconocimiento sólo estaba en función de cuán buenas madres de futuros guerreros podrían ser, negando sus derechos como ciudadanas, excepto en tiempos de guerra, cuando quedaban a cargo de un sinfín de tierras y producciones de cultivos. La educación que recibían estaba enfocada en el desarrollo físico, con disciplinas como la danza, gimnasia y lucha.
Finalmente, después de hacerles pasar hambre, azotes y la imposibilidad de asearse, a los veinte años entraban en la recta final de la ‘agogé’, donde eran acuartelados y formaban equipos deportivos y divisiones de guerreros de distintas clases. Diez años más tarde, se consideraba concluida la educación a manos del Estado y les era otorgada una parcela, mientras la mayoría esperaban ser llamados a la guerra.
Conoce más de la caracterización de la guerra en la época clásica luego de leer “La historia de los guerreros griegos que fueron más valientes y fuertes que los 300”. Descubre todo lo que representaban las deidades del panteón helénico en “Incesto, poligamia y otras cosas que no sabías de la mitología griega”.
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Referencias
Hidalgo de la Vega, María José, et al., “Historia de la Grecia Antigua“, Universidad de Salamanca, España, 2008.
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