México veneró a Juan Pablo II como aquél mesías que venía a profesar su fe (a un pueblo inculto) para salvarnos de nuestros pecados. Entre los cánticos y porras que se hicieron por su visita, las luces prendidas para que el Pontífice viera la devoción del pueblo cuando su avión aterrizara, los espejos cuando su avión se dirigía al Vaticano y la unión del pueblo con llaves inservibles para hacer una magna escultura en su honor; las personas aún lo recuerdan como un Papa benevolente, noble, dispuesto a convivir con las masas para retribuirles la fe.
No sólo en México, por todo el mundo Juan Pablo II logró lo que muchos querían: unir al mundo más que nunca, al menos al pueblo católico. Si nuestra imaginación lo permite, diríamos que Alejandro IV, el Papa más polémico y odiado, hubiera querido tener sólo el 10 % de la popularidad que Juan Pablo II logró. Las películas en su honor como “Karol”, no cuentan otra historia sino la de un hombre humilde y mártir que, después de ser perseguido por los nazis, alcanzó el sueño de ser una de las figuras más importantes del mundo.
Sin embargo, y sin ofender a los devotos, la esperanza absoluta que depositaban a Juan Pablo II suena a lo mismo que los discursos políticos que prometen un cambio absoluto, el renacimiento de un pueblo, la ilusa idea de convertirse en un país utópico: nada de razón, todo emoción y propaganda en los medios de comunicación más importantes.
Pero, del mismo modo que todos los seres humanos, Juan Pablo II tenía aciertos (como su figura enternecedora) y debilidades (como la duda, incertidumbre y el estar inmiscuido en una sociedad llena de debilidades). Sus imperfecciones dan paso a este artículo y la idea de que, entendámoslo, ni Gandhi, ni la Madre Teresa de Calcuta y tampoco Juan Pablo II son seres sacros dispuestos a dar todo por salvar a alguien.
Su amistad y protección a clérigos pederastas
El más sonado y polémico fue Marcial Maciel, ese hombre fundador de los Legionarios de Cristo que más tarde fue acusado de pederastia. Muchas de las víctimas de sacerdotes pederastas escribieron al Papa con información precisa que incluía nombres y fechas para denunciar los acontecimientos. En cambio, Juan Pablo II cenaba en el comedor privado del Santo Padre al lado de Marcial Maciel para preguntarle,
“Y a usted, padre, ¿cuándo le vino la idea de crear la Legión?”.
Según el periódico El País, Juan Pablo II siempre admiró a Maciel por la seguridad que poseía cuando hablaba de su misión y sabía que le brindaría fidelidad absoluta. La misma publicación asegura: “Cuando Wojtyla accedió al papado en 1978, Maciel ya era pederasta”. Así como Maciel, Bernard Law con 450 demandas por encubrimiento de actos pederastas, recibió como castigo, ser el responsable de la parroquia Santa Maria Maggiore de Roma, una de las más hermosas del mundo.
Pactos con dictaduras asesinas
El segundo al mando de Juan Pablo II, Angelo Sodano, simpatizaba con las políticas dictatoriales de Augusto Pinochet. De hecho fue nuncio en Chile durante la dictadura y mantuvo una relación amistosa con el dictador.
Corrupción
Según el periódico La Jornada, Marcial Maciel repartía dinero y favores para comprar el silencio de las jerarquías. Además, su hermano Alessandro fue acusado de corrupción después de la operación Manos Limpias, del mismo modo que su sobrino Andrea, quien en la corte estadounidense fue acusado de comprar propiedades inmobiliarias de las diócesis de Estados Unidos tras estar en bancarrota por acusarlas de pedofilia.
Asociación con la mafia
Banqueros mafiosos como Roberto Calvi y Michele Sindona estuvieron asociados con el “Papa viajero” para alimentar con fondos de dudosa procedencia las arcas del banco del Vaticano. Más tarde, esos fondos serían aplicados para el fin del comunismo en Europa del Este y la Teología de la Liberación en América Latina.
También se le culpó de participar con el banco Ambrosiano, lo que incluía lavado de dinero, fraude, vinculación con la mafia y venta de armas. Juan Pablo II no quiso aclarar los vínculos ni el caso.
Lucha contra el comunismo
El arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un comando paramilitar de la extrema derecha salvadoreña. Mientras Romero auspiciaba una misa, el comando atacó y lo dejó sin vida. Este arzobispo enfrentó a los paramilitares para que no asesinaran a su pueblo, recorrió las zonas marginales de El Salvador, defendió a los pobres y los derechos humanos. Aseguraba que la solución era una “Iglesia pobre y para los pobres” y día tras día buscaba cumplir con esta premisa. Cuando propusieron que Arnulfo Romero debía ser beatificado, Juan Pablo II paró cualquier iniciativa. En vida le recomendó “trabajar estrechamente con el gobierno”.
Atacar a la disidencia
Aunado al caso de Arnulfo Romero, Juan Pablo II atacó a la Teología de la Liberación, cuyo argumento principal es asegurar que el pueblo hace a la iglesia. Esta corriente de pensamiento católico busca la fuerza y el poder del pueblo antes que “poner la otra mejilla” y apoyaba la humildad del sacerdocio. Los religiosos pertenecientes a esta corriente como Leonardo Boff, Camilo Torres, Samuel Ruiz y Jon Sobrino fueron relegados ante cualquier cargo o importancia eclesiástica, incluso a dar clases sobre la fe católica.
Inmiscuirse en asuntos que no le correspondían
A pesar de que el Vaticano fuera un país absolutista, Juan Pablo II mantenía las ideas Renacentistas en las que Papa y Rey opinaban sobre los asuntos de alguna nación. Así, el mejor ejemplo es lo sucedido en México, cuando el Pontífice intervino en la creación del Estado laico. “El Papa Viajero” quería otorgar –nuevamente– poder, derechos políticos y de posesión a sacerdotes e iglesia. Amenazó con huelgas al Estado mexicano y desencadenó la Guerra Cristera.
En Nicaragua, cuando triunfaba la revolución Sandinista, Juan Pablo II reprimió al sacerdote Ernesto Cardenal en cadena nacional. Lo acusó de tener postulados apóstatas y después de su discurso subyugador, lo instó a regularizar su situación.
No a la salud sexual
“El Papa amigo” rechazaba el uso del condón… después de tres años de subir al poder, cuando se detectaron los primeros casos de VIH, no cambió su opinión. La revista New Statesmen asegura: ”
Él probablemente contribuyó más a la propagación de la enfermedad que la industria del transporte terrestre y la prostitución juntos”.
No a la diversidad sexual ni a los derechos de la mujer
Afirmó que la homosexualidad era un pecado y prohibió que las mujeres decidieran sobre su cuerpo. Relaciones sexuales fuera del matrimonio, mujeres en cargos eclesiásticos importantes y la masturbación eran acciones repudiadas por el Sumo Pontífice. En cuanto al celibato, poseía una fe sobrenatural a este acto.
–
Los oscuros secretos del Papa más amado por los mexicanos no se comparan con los secretos de la máxima institución, la iglesia. El sexismo, desprecio a las mujeres y tratados sucios con políticos y grandes empresarios, son algunos de esos detalles incómodos que la Iglesia no quiere aceptar.
*
Referencia
Proceso
La Jornada
El País