Confinando calles delgadas, se alzan edificios de apartamentos, uno contra el otro, que se acicalan con anuncios publicitarios y en su planta baja albergan bares, boutiques o restaurantes. Después de unos tres inmuebles de estilo ecléctico francés, hay uno minimalista u otro de los sesenta con ventanales rodeados por un marco dorado ya muy pasado de moda. El que se pasea sobre las banquetas dispares de la colonia Roma, respira de ese aroma tan propio de lo bohemio, lo artístico; lo no convencional. Es tal vez por ello, que esta zona, ubicada casi al centro de nuestra queridísima ciudad, se ha convertido en el hogar de muchos artistas contemporáneos, nacionales e internacionales. De entre todos los devotos al arte que emprenden cada mañana largas caminatas para atravesar sus mercados, comer en uno de esos restaurantes orgánicos con los lentes acomodados sobre la punta de la nariz y un perro –muchas veces shitzu –echado a su costado, hubo un grupo de escritores, tan indecoroso como influyente, que fue a parar a esta colonia para dotarla con un poco más de anécdotas. Este artículo está dedicado a ellos, mis anárquicos preferidos: los Beat.
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Justamente después de la Segunda Guerra Mundial en Norteamérica, las normas convencionales y conservadoras de la sociedad se vieron reestructuradas. Mientras el boom económico de la posguerra alimentaba el pensamiento materialista de la nación, varios universitarios se cuestionaban los fines de esta trivialidad masiva. Entre los estudiantes capaces de hacer una crítica a su entorno social, se encontraban Jack Kerouac, Neal Cassady, William Burroughs, Gregory Corso y Allen Ginsberg, los principales exponentes de la generación Beat.
Estos jóvenes consideraban el capitalismo desmesurado como destructivo para el ser humano, caminaban en contra de la prudencia con la que habían sido educados y buscaban quitar la etiqueta de tabú a la libertad sexual. Con estas ideas como estandarte, desarrollaron un estilo literario extrovertido, directo y sin censuras, algo nunca antes visto –o más bien leído –al grado de que sus libros llegaron a ser prohibidos en los Estados Unidos.
No obstante, los miembros de esta generación no son solamente conocidos por sus textos tan indecentes para la época, sino también por llevar una vida caracterizada por los excesos. Es más, muchos de los escritos son meramente autobiográficos.
Allen Ginsberg y Jack Kerouac
“He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos, arrastrándose de madrugada por las calles de los negros en busca de un colérico picotazo”.–Allen Ginsberg, fragmento de poema Aullido (Howl).
En el camino, uno de los clásicos más respetados del siglo pasado, Jack Kerouac narra los viajes y las aventuras emprendidas por él mismo y su amigo más cercano, Cassady –que menciona bajo el pseudónimo de Dean Moriarty–, desde Nueva York hasta México. Este libro explica cómo nuestra capital se convirtió en el refugio de estos escritores, de finales de los cuarenta hasta mediados de los años cincuenta.
Neal Cassady y Jack Kerouac
¿Cómo es que este grupo de jóvenes que marcó la historia de la literatura fue a dar a tierras Mexicanas? ¿A la Colonia Roma? ¿Por qué? ¿Qué fue lo que los invitó a quedarse?
William S. Burroughs, escritor de Almuerzo desnudo, fue el primero en llegar. Nació de una familia adinerada de Missouri, estudió inglés en Harvard y hoy en día es considerado uno de los artistas más innovadores del siglo XX. Suena prometedor ¿o no? Pues la mayoría de sus trabajos semiautobiográficos narran sus experiencias como adicto a la heroína.
¿Cómo fue que llegó a México? En el verano de 1945, Burroughs se involucró con Joan Vollmer que seguía los mismos patrones de vida que él. Dos años después, la pareja, ya con un hijo, optó por escaparse a México debido a problemas con la ley. Llegaron a Cerrada de Medellín No. 37, en la Colonia Roma. En el otoño de 1950 fue que aparecieron Kerouac y Cassady a la puerta de nuestro literato drogadicto favorito. Por esto, el primero de ambos escribió su poema Cerrada de Medellín Blues.
En calle Orizaba, número 210, tomó lugar el área de reunión más grande de los Beat fuera de los Estados Unidos. Este apartamento se convirtió en el hogar artístico de los anteriormente mencionados, incluyendo a Gregory Corso y Allen Ginsberg.
Gregory Corso
Uno de los momentos más trágicos y que marcó, definitivamente, el rumbo de este grupo de escritores, aconteció en Monterrey, No. 122. El 6 de septiembre de 1951, tras una noche de demasías, como cualquier otra en la rutina de los miembros de este movimiento, Joan Vollmer, tan ebria como su marido, le sugirió jugar William Tell. ¿En qué consiste el juego? Es sencillo, hay que ponerse algo sobre la cabeza y alguien más apunta con una pistola para dispararle a ese algo. Hay que tener destreza en el arte de las armas. Pero, ¿qué pasa si el que tiene la pistola falla? Lo que le pasó a Joan Vollmer; no vivió para contarlo. Y fue así que Burroughs inició formalmente su carrera como escritor y dio vida a su obra maestra: Almuerzo desnudo (Naked Lunch).
“Estoy convencido de que nunca me hubiera vuelto un escritor de no ser por la muerte de Joan, y por la manera en la que este evento le dio forma y motivo a mi vocación por la literatura. La muerte de Joan me puso en contacto con el invasor y me llevo a una vida de continua lucha interna en la que no encontré otra opción más que escribir mi camino fuera de ella”. –William S. Burroughs.
William S. Burroughs
Fue en la colonia Roma que Kerouac escribió Tristessa, Vanity of Duluoz y Mexico City Blues. Burroughs redactó su primera novela, Junky, y Corso concibió Gasoline. Fue esta colonia la que vio nacer varias de las obras literarias más relevantes del posmodernismo estadounidense. Aquí se terminó de forjar la ideología catalogada como anárquica de una generación, una alabanza a la liberación de los preceptos sociales que derivó, posteriormente, en movimientos de protesta de varias minorías: como las mujeres, personas de color y homosexuales. Fue en esas calles que se fermentó una ideología de vida tan destructiva, que revolucionaría el mundo de la literatura para siempre. Los escritores que influenciaron a Bob Dylan, a Tom Waits, Kurt Cobain o Morrison, seguramente se pasearon más de una vez por la Avenida Álvaro Obregón.
Hoy, la colonia Roma sigue siendo la zona preferida de un sinnúmero escritores, directores, pintores, fotógrafos o escultores. Es ahí donde ellos deciden solidificar sus pensamientos. Esas calles, por alguna razón incognoscible, atraen al artista como abeja al polen. ¿Cuántos lienzos se han llenado de color allí? ¿A cuántos escritores habrán visto pasar noches en vela sin parar de teclear? ¿Cuántas fotografías le habrán tomado ya? ¿Cuántas mentes se han moldeado sobre ese territorio? ¿Será que hoy alguien con la inquietud y creatividad de los Beat llama a esta colonia su hogar? ¡Cómo me encantaría poder ver el futuro y conocer a los artistas que, en nuestra linda Roma, coexisten en el anonimato para transformarse en los pioneros de un mañana!