No hay jabón ni desinfectante que pueda con ellos; nace, viven, comen, se reproducen y mueren en tu rostros mientras tu realizas tu actividades cotidianas sin darte cuenta que en la piel de la parte del cuerpo que más cuidas existe un ecosistema ideal para estos diminutos insectos.
Pero no se trata de una consecuencia ambiental provocada por el cambio climático ni tampoco es síntoma de mala higiene; investigadores de la Academia de Ciencias de California y del Bowdoin College afirman que estos pequeños insectos han vivido con nosotros a lo largo de toda nuestra existencia.
La investigación, encabezada por los científicos Michelle Trautweun y Michael Palopoli afirma que en nuestros rostros viven, comen y se reproducen dos tipos de ácaros; el demodex folliculorum y el demodex brevis, los cuales se entierran en folículos pilosos y absorben los aceites que secretamos de forma natural.
Para poder llegar a esta conclusión y publicarla en la revista The Atlantic, los científicos realizaron diversas pruebas en 70 voluntarios estadounidenses, con lo que pudieron determinar que el demodex folliculorum se divide en cuatro clases distintas, A, B, C y D, mismas que dependen del origen racial de cada persona.
Por ejemplo, las personas de ascendencia africana y los latinoamericanos portan las cuatro especies distintas de los ácaros, mientras que la clase D es exclusiva de los europeos y la B de los asiáticos.
También detallaron que las distintas clases de ácaros pueden permanecer por generaciones a pesar de que los portadores de estos animales ya no residan en su lugar de ascendencia, es decir, que los ácaros no se trasladan saltando de persona en persona. No obstante, estos parásitos son hereditarios, pues el análisis realizado en tres familias reveló que los hijos comparten los ácaros de sus padres.
“No los compartimos en el metro, sino entre nuestra familia cercana”, explicó Trautwein a The Atlantic. “Esto les permite a los ácaros ser marcadores para la evolución humana”.
Esta conclusión hace suponer a los investigadores que las cuatro especies de ácaros surgieron hace 200 mil años, quizá como consecuencia del incremento de la población, aunque los científicos aseguran que deben seguir trabajando para poder confirmar esta hipótesis.
El demodex folliculorum es un ácaro de menos de 0.4 milímetros que vive en los poros y folículos de los vellos faciales que se puede encontrar en la frente, la nariz, la mejilla, la barbilla y a menudo, la raíz de las pestañas. Tiene aspecto de lombriz y sus extremidades son pequeñas y anchas.
Por su parte, el dermodex brevis prefiere asentarse en las glándulas sebáceas de nuestros rostros. Son considerados como insectos “comensales”, ya que no perjudican ni benefician al anfitrión. Ambos son artrópodos, un grupo de insectos que se caracterizan por tener patas articuladas; sus parientes más cercanos son las arañas y garrapatas.
En comparación con otras partes del cuerpo, nuestro rostro tiene poros más grandes y numerosas glándulas sebáceas, lo que puede explicar por qué los ácaros suelen vivir ahí, aunque también se les encuentra en otros lugares como genitales y pechos.
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