El profesor español de geología Xisco Gràcia pasó muchos fines de semana buceando en cuevas acuáticas subterráneas para estudiar su composición, explorándolas para diseñar un mapa de las redes subterráneas en la isla española de Mallorca ubicada al este de España, sobre el Mar Balear. Sin embargo, hace tres meses Gràcia vivió los peores días de su vida cuando se perdió en la red cavernaria y quedó atrapado en un lugar donde su única fuente de vida era una amplia cámara de aire.
El académico de 54 años descendió con su compañero de buceo Gillem Mascaró para explorar la red de Sa Piqueta, que consta de un kilómetro laberíntico con numerosas y diminutas cavernas. Buscaban información topográfica y muestras de roca cuando, durante su regreso a la superficie comenzaron a seguir el cable de nailon que guiaba a la salida percatándose de que de había desprendido. ”El hilo era para guiarnos, es la única forma que tienes para salir del laberinto subterráneo”, explicó Gràcia.
*Foto: Toni Cirer
El buzo contó que perdieron una hora al buscar el otro extremo del hilo sin tener éxito por lo que perdieron gran cantidad de oxígeno en sus tanques. No fue hasta que Gràcia recordó el camino a una pequeña cámara que quedaba libre de agua para respirar, al llegar ambos buzos discutieron sus opciones de supervivencia.
En busca de ayuda
Ambos sabían que uno debía salir a buscar ayuda mientras el otro tenía que aguardar ya que el oxígeno disponible sólo alcanzaba para que uno pudiera salir, Guillem fue el elegido para salir a buscar ayuda, por ser más delgado y pequeño por lo que necesitaba menos oxígeno. “Yo tengo mayor experiencia en respirar oxígeno cavernario que tiene niveles de dióxido de carbono más elevados” dijo para la BBC.
Mientras esperaba a Guillem, Gràcia decidió explorar la caverna en la que se encontraba, de 80 metros de largo y 20 de ancho con un espacio de aire de 12 metros entre la superficie y el techo. Afortunadamente el agua en la que se encontraba era potable y había una roca plana y firme en la cual podía descansar de estar flotando durante horas. “En realidad no había mucho qué hacer más que esperar en la oscuridad ya que la linterna con la que contaba tenía poca batería, la usaba para bajar a orinar o beber agua”, narró.
Alucinaciones
El experimentado buzo comenzó a perder la esperanza a medida que pasaban las horas y tuvo ciertas alucinaciones debido a los altos índices de dióxido de carbono que respiraba. El aire de la superficie terrestre tiene 0-04 por ciento de dióxido mientras que en la cueva se puede percibir hasta un 5 por ciento. Le era imposible dormir, su cerebro no paraba y comenzó a experimentar dolores de cabeza.
*Foto: Toni Cirer.
Conforme el tiempo transcurría, Gràcia comenzó a ver luces bajo el agua y escuchaba el sonido de burbujas, creyendo que algún buzo saldría del agua, “sin embargo na había nadie, mi mente me empezó a hacer malas jugadas”, dijo. Las horas se transformaron en días y perdió noción del tiempo, no fue hasta que escuchó un fuerte sonido encima de él y se percató que Guillem lo estaba buscando, sin embargo al precipitarse tomó su cuchillo y pensó en morir rápido y sin tanto sufrimiento.
Hasta que volvió a ver una figura que emergía del agua. Esa vez no era una alucinación, era su viejo amigo Bernat Clamour quien venía a rescatarlo. Después se enteró que el fuerte ruido eran los rescatistas quienes intentaban perforar la roca para hacerle pasar agua y comida. Clamour y su compañero de rescate tuvieron que esperar un día más para que los niveles de agua bajaran y poder ingresar a la hermética cueva donde estaba Gràcia.
*Foto: Pere Gamundi.
Tomó unas ocho horas más poder sacarlo ya que tenían que ingresar el equipo de rescate, mientras aguardó se alimentó de glucosa y le proporcionaron un taque lleno para recuperar el oxígeno perdido. Xisco Gràcia tuvo que esperar 60 horas para ser rescatado, se hizo una movilización de rescate como pocas auspiciada por las autoridades locales de Mallorca.
A pesar de la terrible experiencia, Gràcia sigue buceando, un mes después de su rescate regresó a la cueva de Sa Piqueta donde quedó atrapado. “No le guardo rencor a la cueva, ella no tuvo la culpa de nada. Seguiré en esto, llevo 24 años buceado y explorando, creo que lo llevo en la sangre”.