Las mujeres mazahuas están cubiertas por la violencia. Sus costumbres les impiden realizar actividades que no sean cuidar a sus hombres, permanecer en casa para limpiarla, para ayudar en los quehaceres domésticos. Viven señaladas si se les ocurre pensar en estudiar, en hacer una carrera, incluso, en algo tan simple como jugar fútbol.Para las mujeres mazahuas habitantes de San Juan Coajomulco, comunidad perteneciente al municipio de Jocotitlán, en el Estado de México, los verbos callar y obedecer son parte de las costumbres implacables con las que fueron educadas todas ellas desde pequeñas. Esto es algo que se pretende cambiar practicando el fútbol.Guadalupe García fue la primera que dijo “no más” al maltrato físico y psicológico que sufrió desde niña y decidió trasladarse a la Ciudad de México para dedicarse, de inicio, a las labores domésticas en distintas casas habitación.Lupita, como la llaman ahora las niñas a las que ayuda a través del balompié, regresó a su comunidad no para seguir las reglas sino para estudiar.No quiso seguir el camino de sus hermanas que se casaron mientras cursaban la secundaria y optó por fundar la organización civil “Mujeres, Lucha y Derechos para Todas”, Mulyd, que ayuda a la empoderación de las niñas mazahuas en Jocotitlán a través del fútbol. Caminar por la calle en short ha resultado complicado para ellas, que son señaladas por provocar malos pensamientos en los hombres de la comunidad.Esto sirve a la asociación para comenzar a crear liderazgos femeninos con niñas a partir de la práctica de este deporte. Las costumbres machistas de las comunidades mazahuas tratan de ser erradicadas a través de la rebeldía de las niñas al no importarles que se les diga que el deporte es para hombres. Si a ellas les gusta practicarlo, entonces pueden hacerlo cuantas veces quieran, tal y como cualquier cosa que quieran realizar en sus vidas.La primera meta ya la lograron: comenzar a ser reconocidas como una selección pese al pensamiento machista que impera en la comunidad. Al tener éxito, las niñas se vuelven un referente para todas aquellas que quieran unirse a este proyecto que en la rebelión lleva la fuerza.El reflejo de la felicidad que les provoca hacer algo que les gusta, aunque no esté bien visto, no sólo lo proyectan hacia las demás niñas o mujeres mazahuas, sino también a sus propias familias, que hacen suyo el éxito y tratan de cambiar el pensamiento que se tiene sobre el papel de la mujer en su comunidad.El fútbol que las mujeres mazahuas practican es una forma de protesta ante los altos niveles de violencia intrafamiliar que experimentan. Es una manera de rebelarse ante esas costumbres rigoristas que, aunadas a la marginación, la discriminación y la falta de derechos, las tienen protagonizando historias de feminicidios en su comunidad.El fútbol para las mujeres mazahuas, ha servido para lograr reconocimiento dentro de su comunidad y si las donaciones se los permiten, lograr expandir su manera de pensar para que sean más mujeres las que encuentren en sí mismas, la capacidad de lograr lo que ellas se propongan sin ser acusadas de traicionar sus costumbres ideológicas.
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