Estados Unidos atraviesa por una grave epidemia de opioides. Las calles de las zonas marginadas y con mayores índices de pobreza están llenas de adictos a la heroína, mientras que los terrenos baldíos se han convertido en sitios de inyección seguros, donde los yonquis llegan en horda para recibir su dosis diaria.
No hay morgues ni centros de rehabilitación que alcancen para tratar a los miles de adictos. Elvis Rosado es uno de ellos, adicto a los opiáceos (analgésicos narcóticos), quien recurrió a los medicamentos para poder seguir funcionando en su día a día, para hacerle frente a su realidad.
Cuando todavía podía tomar decisiones más allá de buscar un pase o dos, se arrojó a la desintoxicación. De acuerdo con la CNN, esa fue una de las experiencias físicas y mentales más intensas que pudo haber imaginado, pues los síntomas son “horribles”.
Rosado no tenía dinero para internarse en ninguno de los centros de rehabilitación que lo ayudarían a dejar sus drogas sin que el proceso se convirtiera en un martirio, mientras que «las listas de espera para programas estatales o financiados por la ciudad generalmente son muy largas».
*Foto: La Opinión.
Así que decidió actuar por sí solo, autorehabilitarse y desintoxicarse él mismo para, finalmente, terminar con esa relación amorosa que tenía con la codeína, un tipo de opioide. El problema era que cuando alguien intentaba ayudarlo y le daban medicamentos para contrarrestar los síntomas de abstinencia, él pensaba que seguía usando la droga… y eso no le funcionaba.
Y entonces, mientras estaba en prisión por robar para saciar su ansiedad, comenzó su martirio, el infierno del síndrome de abstinencia inevitable en todos los adictos que busquen dejar de abusar de las sustancias. Rosado narra para el medio estadounidense que al principio solamente sintió que empezaba a tener una gripe, pero de pronto empezó a sudar, a temblar, le dio taquicardia y vomitó. Tras doce horas de convulsiones, recordó «lo agradable que era la intoxicación alimentaria comparada con esto».
Los calambres en su estómago simulaban a un Freddy Krueger que intentaba abrirse paso desde sus entrañas para salir. Y así pasó varios días, tirado en el suelo muriéndose de frío y tembloroso, pensando, a veces, que era mejor estar muerto.
Sus compañeros de celda le rogaban que buscara ayuda, que le llamara a una enfermera. Pero Rosado siguió solo y tras una semana, los síntomas más fuertes comenzaron a atenuarse. Al final terminó devastado, deprimido, adolorido. Al final salió victorioso de la lucha, pues «es una batalla».
*Foto: El País.
Y su caso sí es admirable porque de acuerdo con el doctor Kyle Kampman, psiquiatra de la Universidad de Pennsylvania, la mayoría de las personas «no pueden tolerar la desintoxicación de los opioides sin apoyo o medicamentos para aliviar los síntomas de abstinencia». Incluso, el vómito puede provocar que las personas se deshidraten hasta la muerte.
Durante el 2015 se reportaron 937 fallecidos por heroína y el año pasado, aumentaron en un 20 por ciento. En la Gran Manzana mueren 14 adictos por cada 100 mil habitantes.
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