África sufre de muchos problemas; una generalizada hambruna, enfermedades que no han sido erradicadas por la falta de medicamentos, una fuerte pobreza en su población que apenas sobrevive con menos de un dólar al día, guerras civiles que se han cobrado la vida de miles de familias inocentes e incluso un marcado estigma racial al ser excolonias europeas.
Otros que también sufren de la realidad africana son las minorías LGBTI+; desde persecuciones hasta el dolor por el rechazo que los hacen buscar un poco de aceptación social. Si alguien conoce la crueldad de su forma de vida es Michael Ighodaro, un activista nigeriano que fue atacado en el año 2012 en la ciudad de Abuja por un grupo de homófobos mientras estaba esperando un taxi afuera de la casa de un amigo. A Ighodaro lo golpearon por la espalda, rompieron sus manos y costillas; sino hubiese sido encontrado por el taxista que había solicitado, estaría muerto.
La leyes en Nigeria estipulan que la homosexualidad es ilegal bajo sus artículos constitucionales 214 y 217 donde se puede castigar con 14 años de cárcel, mientras que el coito anal entre hombre tiene una penitencia de 100 latigazos para solteros y hasta pena de muerte mediante lapidación en casados. La igualdad, privacidad y dignidad son derechos que Nigeria no conoce y que ha sido una constante lucha de Michael Ighodaro; él dijo al diario inglés The Independent que tras la golpiza que le propinaron desconocidos no podía ir al hospital o denunciar el ataque a las autoridades porque le negarían esos servicios públicos por ser gay.
El activista nigeriano tuvo que asistir de manera clandestina con una enfermera que atiende en la oficina su trabajo, él apoya en un grupo de apoyo para enfermos de VIH/SIDA. Después de recuperarse buscó asilo como refugiado en 2015 en los Estados Unidos. Desde afuera de su país, lejos de casa, alejado de su familia y amigos, Ighodaro alza la voz por los homosexuales de Nigeria y el mundo que viven las crueles persecuciones por parte de las autoridades. Su lucha lo llevó a ser homenajeado con la medalla al refugiado Champions of Change que da la Casa Blanca a las personas que, mediante trabajo duro, lograron un cambio en su nuevo hogar.
Con 30 años de edad y en condición de refugiado en la Unión Americana, Ighodaro, ha dedicado su nuevo comienzo a cambiar la vida de las personas sin hogar que luchan contra el VIH/SIDA. En entrevista con The Independent mencionó que recuerda cómo sus padres lo expulsaron de su casa a los 17 años de edad porque su papá no lo aceptaba, obligando a todos los miembros de su familia a no dirigirle la palabra por 12 años. Fue hace dos años que hicieron las paces, antes de que su padre se sometiera a una operación del corazón que se complicó y provocó su muerte.
El principal problema en Nigeria es la fragmentación religiosa del país, el norte es fuertemente musulmán y el sur, cristiano, donde al final los conservadores se ponen de acuerdo para violar sistemáticamente cualquier insinuación a la libertad de expresión, mientras que no pueden hacer frente a una de las causas de muerte más importantes de esa nación, el VIH, teniendo un índice de 3.6 millones de infectados que no pueden buscar ayuda en hospitales porque podrían ser llevado a juicio o asesinados por las piedras de la propia sociedad.
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