Al terminar el almuerzo, Hitler y su esposa, Eva Braun, se retiraron a su departamento privado y cerraron la puerta para no ser molestados, afuera todos se mantuvieron atentos y expectantes hasta que la tensión fue rota por un disparo. Al entrar, los colaboradores que aún permanecían en el bunker se encontraron con Hitler sobre un diván rodeado por un charco de sangre. Se había matado con un disparo de su revólver. A su lado, el cuerpo de Eva Braun también yacía inerte, ella prefirió usar veneno. El reloj marcaba las 15:30 horas del lunes 30 de abril de 1945 cuando, a la edad de 56 años, Hitler moría por mano propia, huyendo de toda responsabilidad generada por sus actos. Enseguida, sus instrucciones fueron seguidas al pie de la letra, envueltos en una sábana, sus restos fueron llevados al jardín por unos oficiales de las S.S. y depositados en una pequeña zanja. Günske, ayudante de Hitler perteneciente a las S.S., tomó los bidones de gasolina para verterlos sobre los cuerpos y los incendió. Mientras el fuego soviético caía sobre la cancillería, los presentes saludaron por última vez a su Führer, levantando la mano para realizar el saludo nazi.
El pasado 30 de abril, además de recordar la muerte de uno de los más temibles dictadores que fustigaron al mundo con su odio e intolerancia, se cumplió un nuevo aniversario de la caída de Berlín en la Segunda Guerra Mundial, la cual significó el triunfo del Ejército Rojo, el fin de las hostilidades y con esto el fin del sangriento régimen nazi.
Para conmemorar esta fecha la revista Life publicó una serie de fotografías nunca antes vistas, tomadas en julio de 1945 por el periodista William Vandibert, en las que se puede observar el estado de la ciudad de Berlín y, sobre todo, el búnker donde terminaron los días del líder nazi, poco tiempo después de la derrota.
En estas históricas imágenes se puede ver el cambio de era, en el que las ilusiones por el fin de un régimen aterrador se mezclan con el dolor y la desesperanza de una ciudad en ruinas; y presentan una posibilidad única de conocer la intimidad de los últimos momentos de Adolf Hitler y luego la llegada de los soviéticos, quienes impusieron su presencia en la ciudad y el propio búnker, en donde se observan restos incluso de pinturas robadas por los alemanes en los principales museos de Europa.
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