En diciembre del 2014, el periódico español El País publicó un texto de Pablo León donde explicó cómo la multinacional Iberdrola en su sede a las afueras de Madrid, España, acordó con sus entonces 9 mil trabajadores universalizar la jornada de trabajo y hacerlo de 7:15 a 14:50 con 45 minutos de flexibilidad entre entrada y salida todos los días del año.
En ese momento, el director de recursos humanos de la compañía, Ramón Castresana, ya no especuló sobre la iniciativa que la empresa emprendió desde 2008. Los números eran claros: en seis años redujeron el 20 % de ausentismo y un 15 % los accidentes laborales, además de que se ganó más de medio millón de horas de trabajo anual, lo que significó que la gente terminó sus tareas antes de lo previsto.
Para entonces, el modelo de trabajo fue innovador en España en el sector privado, porque si bien no es el país que más trabaja de la unión Europea (oscila en los puestos 24 y 25 de la lista de países con más horas laborales), la media de los trabajadores españoles invierten unas 1691 horas de trabajo al año, por debajo del promedio de la OCDE que está en mil 776 horas al año.
*Hora de salida en Iberdrola. Foto: El País.
En la nota, León se dio a la tarea de entrevistar a los empleados dentro del productivo esquema. Una de las encargadas de recursos humanos contó su experiencia de trabajo en la oficina de Escocia. La jornada comenzaba puntual y no paraba hasta la hora de la comida, donde aprovechaban para atender sus asuntos personales (leer su correo o el periódico). Luego pasó a su experiencia en España: «es diferente: se llega, se saluda, se lee el periódico, se toma un café con algún compañero y se sale más tarde. Hay que llenar las horas, porque nadie es capaz de estar diez horas al día produciendo. Por eso se buscan distracciones».
*Foto: Pixabay
Las comparativas son abismales no sólo por las horas de trabajo y los salarios, sino por cómo se asume la cultura del trabajo, que en países como México se traduce como la cultura del esfuerzo.
Y hablando de México, ¿qué tan lejos estamos del sueño de las ocho horas efectivas o menos?
En términos formales, México es el país del mundo donde más se trabaja: 2 mil 246 horas al año, unas 480 más que el promedio de la OCDE. Pero los números no significan mucho si no tienen contexto. Más bien habría que decir que en términos prácticos, la fuerza laboral nacional es reflejo de desgaste, porque tampoco significa más productividad, sino ‘horas nalga’ o sobreexplotación.
*Foto: Pixabay.
Una medición que nos da perspectiva es, también, pensar qué tan buena o mala es la calidad de vida por bienes y servicios (cuánto cuesta vivir “bien”). ¿Cuánto cuesta la canasta básica en México comparada con otros países? La carne, según el índice de precios de la carne hecho a 52 países, México está en el puesto 45, lo que significa que tenemos que trabajar 18.60 horas (salario mínimo) para comprar un kilo de carne de res de buena calidad (120.42 pesos/kilo). La comparativa es violenta si nos comparamos con el primer lugar de Dinamarca, cuyos habitantes tienen que chambear una hora para comprar un kilo de bisteces de res que, además, es más caro (232 pesos mexicanos). Y le sigue Suecia con 1.40 horas de trabajo por un kilo que cuesta 306 pesos.
El pollo, aún más básico que la carne de res en México. Aquí estamos en el puesto 49 de la tabla. Comprar un kilo de pollo a 77 pesos, implica 7.60 horas de trabajo. Dinamarca y Suecia siguen en los dos primeros lugares de esta tabla.
Pescado. México está en el sitio 50 con 32.6 horas de jale para comprar un kilo de pescado a 136 pesos.
Las mediciones no son competencias de banderas, son realidades y desigualdades. No es sólo cuánto estamos atados a un empleo con horarios rígidos en los que se invierte hora nalga, sino productividad y eficiencia de la fuerza de trabajo, cuánto cuesta el tiempo y cómo se refleja en el modo en que vivimos.
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