La generación millennial, el botín político y electoral que todo político necesita para asegurarse victorias, no cree en la democracia.
Esa es la principal conclusión del estudio que dos académicos, Yascha Mounk de la Universidad de Harvard y Stefan Foa de la Universidad de Melbourne, después de hacer un análisis sobre las actitudes de los millennials en varios países anglosajones.
Los descubrimientos de Foa y Mounk, a publicarse en un artículo en enero de 2017 en la reconocida revista Journal of Democracy, resultan sorpresivos, según sus declaraciones.
Utilizaron información histórica para detectar el comportamiento de varias generaciones hacia el gobierno en Estados Unidos, Europa occidental, Australia y Nueva Zelanda y los compararon con las nuevas generaciones de ciudadanos.
Encontraron que los millennials de estas democracias liberales creen cada vez menos en la democracia y en los servidores públicos.
De los nacidos después de 1985, sólo el 30 por ciento de los encuestados calificó la democracia positivamente. La mayoría puso calificaciones entre ocho y tres puntos. La mayoría la describió con la palabra “indiferencia”.
Siete de cada 10 personas que nacieron antes de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, evaluaron con la calificación más alta a la democracia, en una escala del uno al 10. La palabra que más usaron para describirla fue “esencial”.
Los jóvenes que nacieron con el final de la Guerra Fría son aquellos que califican más bajo a la democracia. Además, ven con mejores ojos las posiciones “radicales” por encima de un “consenso”.
Algo que resulta extremadamente preocupante si se considera que sólo una quinta parte de los millennials estadounidenses estudiados, considera “ilegítimo” que los militares tomen el poder en una democracia; ochenta por ciento de ellos no ve con malos ojos que las fuerzas armadas tomen el poder.
Para los nacidos después de 1990, la libertad de expresión es menos importante que para cualquier otra generación.
“Las personas de las generaciones pasadas son las que más creen en la democracia”, escriben los autores en el texto “La desconexión democrática”, publicado a mediados de 2016 en la misma revista y que funciona como antecedente a su próxima publicación. “Entre menos edad tienen, menos confianza expresan en el sistema de gobierno en el que viven”.
Ésta es una de las razones por las cuales los candidatos que han tenido éxito en los últimos ciclos electorales en Europa y en Estados Unidos son aquellos que asumen una posición hostil hacia la democracia y tienen posiciones radicales con respecto al sistema de gobierno.
Pero los jóvenes no son los únicos que desprecian la democracia como la mejor forma de gobierno. De acuerdo con el estudio, aquellas generaciones más viejas que nunca vivieron en un régimen diferente a la democracia también tienen una peor opinión sobre ella.
En cambio, uno de cada cinco personas nacidas entre 1960 y 1980 la calificaron como el mejor sistema. Aquellos que vivieron o combatieron contra otros regímenes autoritarios la valoran más, aunque no la consideran perfecta.
Estos son factores influyeron en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y la votación en favor de Brexit en Gran Bretaña, ya que fueron votantes con rangos de edad mayores a los 40 años los que catapultaron estos resultados en las urnas.
En ambos casos el involucramiento en los procesos de votación de la generación millennial en muchos países resultó menor a las expectativas. En el caso de Estados Unidos, menos de la mitad de los posibles electores millennials decidieron no asistir a las urnas.
A pesar de que la candidata demócrata HIllary Clinton ganó entre los jóvenes por un margen de más del 10 por ciento del voto popular, los números resultaron insuficientes para ganar la contienda.
Sin embargo, los escándalos políticos de Hillary Clinton, su relación cercana con Wall Street, también fueron razones detrás del fracaso de la exsecretaria de estado para asegurarse el botín del voto millennial.
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