¿Será que todos tienen perdón de algún dios?
Kosaka Kumiko, aún vestida con su hábito, pero esposada y con chaleco antibalas, regaló al mundo una imagen: La maldad puede estar en quien menos creemos.
La religiosa fue acusada de ayudar y encubrir a sacerdotes que, durante años, abusaron sexualmente de los niños sordos que tenían a su cuidado en el Instituto Provolo de Mendoza, en Argentina.
Kumiko llegó al instituto en 2007 desde Japón, y durante seis años fue “el demonio con cara de mujer” detrás de las violaciones, como la llamó uno de los abogados de las víctimas.
Esos mismos niños han sido ahora los verdugos judiciales de la monja ya que en marzo pasado, una adolescente contó que, cuando tenía sólo cinco años, Kumiko fue la encargada de colocarle un pañal para ocultar el sangrado que le produjo la violación de varios sacerdotes de la orden.
Pero ese fue lo menor de sus atrocidades ya que la mujer tenía también la misión de seleccionar a los niños más “sumisos” y entregarlos como presas a los curas.
Desde hace un año, el Instituto Provolo de Mendoza ya había sido noticia en Argentina cuando la policía logró la detención de los sacerdotes Nicolás Corradi de 82 años, y Horacio Corbacho de 56.
Ambos “mensajeros de Dios” fueron acusados de abuso sexual contra más de veinte niños hipoacúsicos de entre 10 y 12 años. Los alumnos eran forzados a practicar sexo oral en presencia de otros curas y algunos fueron violados y golpeados, según sus propios relatos.
El líder de ese infierno fue Nicolás Corradi, quien llegó a Argentina en 1960 desde el Instituto Antonio Provolo de Verona. Fue enviado por la Iglesia para protegerlo de decenas de denuncias de violación de menores. Pero la solución de la Iglesia no le quitó sus horrorosos hábitos, sólo lo alejó del escándalo para proteger sus atrocidades.
Los abusos de Corradi pasaron a Argentina donde inició en La Plata y después en la Mendoza, mil kilómetros al oeste de Buenos Aires. Durante los últimos años, Corradi encontró en Kumiko una cómplice importante ya que era una mujer con carisma entre los niños e inmune a la culpa.Según una investigación de El País, la monja formó parte de la congregación Nuestra Señora del Huerto y, desde su llegada al Provolo, tuvo a su cargo el cuidado de 43 niños.
Desde ese puesto ejerció, según testigos, un papel determinante en la trama de abusos.
Las víctimas son ahora adolescentes que, poco a poco, se han animado a hablar. En el expediente figura otro caso de una menor que relata que era enviada por Kumiko a la habitación de Corbacho para ser abusada.“La religiosa participó en tocamientos a nenas, les pidió que se toquen entre ellas y vio pornografía junto al celador Jorge Bordón (otro detenido) en un televisor”, relató el abogado Sergio Salinas. Pero como dijimos antes, su principal función fue elegir a los niños más vulnerables.
“Los golpeaba sistemáticamente y el más sumiso era entregado a los violadores. El que se rebelaba se salvaba de los abusos”, explicó Salinas a Noticias TN.
Cuando las pruebas se acumularon, Kumiko huyó y se ocultó en Buenos Aires, en donde finalmente se entregó.
“Soy inocente, no sabía de los abusos”, aseguró Kumiko en su detención. Por ahora ha quedado detenida, luego de estar prófuga durante más de un mes pero este caso es uno más de los cientos que se han sabido y tal vez, los miles que aún no se conocen.
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