*Fotos: Thiago Dezan.
Los sismos de septiembre (7 y 19) convulsionaron a los estados del centro y sur del país. En el caso del primer sismo, el más fuerte de los últimos 100 años, de una magnitud de 8.1 grados y con epicentro en Tonalá, Chiapas, devastó comunidades enteras en ese estado y en Oaxaca.
El segundo sismo terminó de tirar lo que había logrado quedar en pie y mientras los damnificados esperan la ayuda en poblados lejanos de la ciudad y de los sitios que acaparan la mayoría de los víveres, los ciudadanos menos afectados han decidido movilizarse ellos solos, con sus propias manos, con los escasos recursos que les quedan y dejar de esperar la ayuda que parece nunca llegará.
Zaria Domínguez, damnificada de Juchitán, Oaxaca llora en un video publicado por el diario La Jornada: «Por lo menos que me escuchen y que me ayuden, para que yo pueda construir mi vida otra vez». Pero aún hay esperanza: las mujeres de las comunidades más afectadas están saliendo a repartir alimento, agua y medicamentos a las calles, para darle a los que perdieron todo.
En camionetas, las mujeres de Ixtepec transportan a diario alimentos que sirven y reparten en platos, con tortillas recién hechas. Al día, reparten más de 150 platos, «300 tamalitos de chipil, que es lo que se da por acá, con atoles, bolillos y café», dice Virginia López Canseco, maestra jubilada que recibe apoyo de sus compañeras que viven en Veracruz para poder preparar la comida.
Y no sólo sale a repartir tamales, sino que también está dando «un pedacito» de su corazón. Y aunque su casa y la del resto de las voluntarias sí sufrieron daños, fueron “mínimos” comparados con el resto de los damnificados, además, ellas tienen en mente que aunque «ellos fueron hoy, nosotros podemos ser mañana».
Virginia piensa que hay personas que tienen muchos recursos, pero que son incapaces de desprenderse de ellos para repartirlo a los suyos, a los que más lo necesitan, a los que realmente lo necesitan.
Mientras tanto, en Juchitán, otro grupo de mujeres sostiene un movimiento de ayuda similar, impulsadas por una iniciativa del pintor Francisco Toledo, oriundo de esa ciudad: unas 20 cocinas comunitarias instaladas en las calles para repartir a los que tienen hambre y casa por casa.
Asimismo, Toledo agradeció la confianza que le ha tenido la gente, pues ellos se han encargado de repartir las donaciones. Al final del día, así tiene que ser porque la ausencia de las autoridades municipales y estatales no le ha dado otra opción y aunque los pobladores aseguran que sí han visitado las zonas afectadas, no han donado nada, no hay apoyo.
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