Todo aquel con una computadora o un celular (excepto los menores de 18 años porque se portan bien, guiño guiño) han visto alguna vez pornografía. Existen montones de categorías para todos los gustos y preferencias, y justo por eso, por su popularidad a susurros es que hay, a estas alturas del partido (¡es 2017!), muchos debates acerca de sus repercusiones sociales, negativas y positivas.
El estudio de la pornografía y sus infinitas aristas no es menor, pues si nos ponemos rigurosos, si un cuarto de todas las búsquedas en internet a nivel mundial son sobre pornografía, el 33% de las descargas son videos porno, en Irán y Corea del Norte se castiga con pena de muerte hacer o distribuir pornografía, y ésta es una industria influyente desde finales del siglo XIX, pues algo importante ocurre ahí, en la intimidad de cada uno con sus productos pornográficos.
Y justo la producción y distribución de la pornografía ha cambiado su juego por el consumo, que en Internet es cada vez más accesible y “real”. Y es justo ese giro de tuerca lo que animó a algunos investigadores de la Universidad de Newcastle en Reino Unido a voltear hacia la tecnología VR (realidad virtual), que cambia la experiencia pornográfica y vuelve al espectador en protagonista, lo que da pie a desdibujar la línea de la fantasía y la realidad.
¿Es entonces la experiencia VR una herramienta que afecta a las personas y sus comportamientos sexuales? Los de la BBC fueron a preguntarles a estos investigadores del comportamiento sexual humano y tecnológico.
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Sobre la violencia sexual, la pregunta recurrente es si ésta puede alentar casos de violaciones.
El estudio que hizo Berl Kutchinsky, profesor de criminología de la U. de Copenhague en la década de los 70, arrojó que en el caso de los delitos sexuales en Dinamarca, Suecia y Alemania, no tenían relación con el consumo de pornografía, que ya tenía 10 años legalizada en estos países. De hecho, un cruce de datos dio como resultado que algunos tipos de delitos sexuales habían disminuido durante ese periodo, incluyendo la violación de menores.
En este mismo tema, dos décadas y media después, un metanálisis de 24 estudios, en el que participaron 4 mil personas, dio como resultado que la gente que tenía un consumo habitual de pornografía aceptaban más mitos de violación en «mujeres que iban en la primera cita al departamento de sus acompañantes», pero esto con preguntas abiertas en un grupo experimental; en los grupos de control no hubo correlación y los análisis quedaron inconclusos.
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Respecto a la violencia, en 2010, los investigadores analizaron más de 300 escenas porno contemporáneas y encontraron que el 88 % de ellas tenía violencia física, donde los perpetradores eran en su mayoría hombres y las víctimas, mujeres, y la respuesta de ellas era normalizada o de placer ante tal.
Según un artículo de la BBC, en 2013, Neil Malamuth de la U. de California concluyó después de un análisis a 300 hombres que los que ya son agresivos y ven pornografía son más propensos a tener actos sexuales violentos, pero hay una línea entre la propensión y la perpetración pues, aclaró a la misma BBC que el porno no puede ser comparado con el alcohol, lo que implica que no hay factores de riesgo directo.
Sobre el porno y la estimulación, investigadores de UCLA y la Universidad Concordia encontraron que los hombres que vieron mucho porno se sentían más sexualmente despiertos, incluso en un laboratorio de prueba.
Respecto a las relaciones emotivas hay un montón de análisis que contrastan sus resultados en el interés al interior de las parejas, en la manera en que se relacionan hombres y mujeres en sus distintas variantes de pareja. El acoso sexual es tema, por ejemplo, pero hasta ahora no hay pruebas contundentes de que la pornografía sea factor, pero sí de divorcio. Un estudio publicado en mayo de este año encontró que comenzar a ver pornografía es un predictor de divorcio, el análisis de basa en tres series de datos entre 2006 y 2014 de la Encuesta Social General de EUA, se encontró que la probabilidad de divorcio se duplicó para los estadounidenses que comenzaron a ver porno. El estudio, sin embargo, no resuelve si comenzar a ver pornografía es una causa de divorcio o un síntoma de una relación ya infeliz.
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Respecto a una vida sexual sana, la pornografía ha sido usada desde el principio de sus tiempos en terapias de pareja. Pero todo se resume en la clase de porno que se consume, pues una investigación llamada Sexual media use and relational satisfaction in heterosexual couples, dio como resultado que los hombres que veían más pornografía estaban menos satisfechos con su vida sexual, al contrario de las mujeres.
Para las mujeres, la pornografía es un campo poco explorado en términos de actor activo. Existe la condicionante que dice que las mujeres en el porno son representadas como objetos o que a través de ellas se alimentan actitudes sexistas y expectativas sexuales poco realistas. Investigadores de la Universidad de Copenhague y de la Universidad de California preguntaron a 200 adultos sobre su consumo de porno y evaluaron su personalidad en términos de condescendencia, uno de los cinco rasgos de personalidad que indica cuán altruista, útil, confiable y sociable es una persona. Después de ver porno, los participantes mostraron actitudes negativas hacia las mujeres, las estereotiparon y fueron hostiles.
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En conclusión, la pornografía es motivo de intensos debates morales y se le atañe un montón de problemas sociales para los que los resultados son diversos de acuerdo a quien lo investigue. Lo que es cierto es que la pornografía es reflejo de la vida pública en otros aspectos que son cruzados por condiciones de género, clase, condición social y económica y muchas otras. Lo que sí se pudo concluir, de alguna manera es que cada uno es responsable del porno que consume.