Las protestas y la movilización social en la mayoría de los países latinoamericanos ocurren cada vez con más frecuencia durante la última década. El rechazo a los gobiernos en el poder transmuta en marchas multitudinarias que buscan ser la voz que cambie las cosas. Resultan ser la primera opción en la agenda de los ciudadanos para combatir al poder político.
El Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos (NCI, por sus siglas en inglés) publicó un análisis que augura un crecimiento del descontento social en exigencia a mejores condiciones económicas durante los próximos cinco años en toda la región latinoamericana.
En México, las principales manifestaciones serán producto del rechazo a las reformas estructurales —eufemismo utilizado por el gobierno mexicano para referirse a cambio en las leyes— que fueron ideadas, operadas e implementadas por el gabinete del presidente Enrique Peña Nieto, específicamente los cambios en el sector energético, que ya ha movilizado a miles de ciudadanos en rechazo al reciente aumento en el precio de la gasolina (el “gasolinazo”).
La NCI advierte en el informe Global Trends que si los beneficios de los cambios legislativos y jurídicos no se manifiestan en los próximos años, el resultado sería catapultar la protesta social: el éxito o el fracaso de las mismas “podrían afectar la decisión de otros países de la región a tomar medidas similares”.
Pasaría lo mismo si en lo que queda del 2017 no se modifican los cambios que tienen sumidos a la población en una crisis económica, de seguridad y de confianza hacia los líderes gubernamentales.
En cuanto a las políticas y relaciones internacionales, advirtieron que si el sentimiento “proteccionista” incrementa en el futuro, específicamente entre Estados Unidos y México y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (que el presidente electo norteamericano Donald Trump amenazó con echar abajo durante su campaña) entonces quedará en riesgo todo el comercio en la región.
Esto también aplica para el ámbito migratorio, pues si incrementa el “resentimiento” que tienen los mexicanos por la postura norteamericana en torno a los inmigrantes, también se vería altamente influenciada la elección presidencial del 2018.
Asimismo, pintaron un panorama desalentador en el caso de la inseguridad, la violencia y el narcotráfico: “prevalecerá la pobreza generalizada, la corrupción y la impunidad que alimentan los altos niveles de violencia y tensión social”.
En esencia, esa tensión social amarrará mucho más fuerte con la creciente toma de consciencia de los mexicanos, específicamente en la crisis de corrupción y la inconformidad con las cúpulas de gobierno y las formas fallidas con las que han intentado guiar al Estado.
Aunque hasta ahora la ciudadanía ha intentado tener manifestaciones de repudio pacíficas y muestras de desprecio simbólicas, si sus exigencias no son escuchadas pronto, podrían transformarse en peticiones violentas y en movimientos belicosos que dejarían a la población aún más sumida en la incertidumbre y desesperación.
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