Quizás uno de los momentos más difíciles de la vida social sea justamente conocer a alguien. No de ver pasar a otros por la calle camino al trabajo o cualquier lugar; conocer a alguien de verdad: sostener la mirada como signo de empatía, distinguir entre la cortesía y el interés y, finalmente, acercar el cuerpo hasta preguntarle su nombre. Esto que cupo en cuatro líneas lleva, por lo menos, algunos días, y muchos más si la relación crece.
Pero, pausa, no se trata sólo de las relaciones amorosas; para hacer amigos también se necesita de empatía, intereses en común y saber el nombre del otro. Y aquí está el problema de conocer gente nueva: la duda por saber si con el otro hicimos click.
La aparición de las redes sociales redujo este dilema, o al menos, lo disfrazó. Todos somos más amorosos en Facebook, Twitter, Instagram, Vine, etc, porque resulta más fácil serlo. Hay más chance de platicar con gente que no has visto en años y de conocer a alguien que te interesa con visitar su perfil; la comunicación cara a cara que inhibe, intimida o censura, se desvanece. Pero el problema persiste: “tienes muchos amigos”, pero hablas con pocos y te relacionas al 100 por ciento con menos.
Por eso, la fea duda de saber si a la otra persona también le resultaste agradable vive en tu cabeza aunque platiques con ella muchas noches de tu vida. Agradezcamos entonces a las nuevas tecnologías el nacimiento de Tinder: conoces gente que –sabes que te quiere conocer- (o al menos que te miraría más de tres segundos seguidos); lo que suceda después es “responsabilidad de quien lo consume”.
Funciona así:
Descarga Tinder de la App Store o Google Play, según el sistema operativo de tu teléfono. Lo mejor, es gratis. Después de darte de alta a través de Facebook, comienza a jugar (recuerda que las cosas se complican cuando las empiezas a tomar con seriedad).
Establece tus intereses de acuerdo con tu perfil. Mujer/hombre, edad y si deseas conocer a hombres o mujeres de cierto rango de edad que se ubiquen a tantos kilómetros de ti. Ya está, y tú ni siquiera tuviste que moverte.
Lo que sucede entonces es que Tinder te presenta los perfiles de otros de acuerdo a tus gustos. Lo que te toca es hacer una mini revisión de sus intereses en común y checar lo que es compatible contigo en Facebook.
Como en una fiesta, reunión o cualquier lugar que implique personas aglomeradas con potencial de ser tus nuevos amigos (pero dentro de tu mismo círculo), Tinder te presenta a esas nuevas caras; tú decides si quieres ser su amigo o no. Están ahí, y con una poderosa palomita verde decides si darle like, o unlike con un tache rojo. Lo buena onda de Tinder es que te ahorra “las cortesías” para decirle a alguien que no, y simplemente no te volverá a presentar a esa persona.
La mejor parte está con el like (y aquí se va, desaparece, adiós, a la duda de saber si a la persona que le diste like le pareciste “una buena persona”), porque sólo en caso de que al otro le interese platicar contigo, Tinder les pone la mesa con un MATCH. Ya se conocieron y sabes que la otra persona puede ser tu amigo. Las salidas y los planes del futuro suceden como en la vieja escuela, hasta que estrechen las manos.
Las bondades de Tinder se reducen a una: la compatibilidad. No hablarás con nadie más que con quienes has decidido que te interesan. No hay malos rollos, ni stalkers, ni gente que evadir con toda la amabilidad que aprendiste en casa. Si todavía no te queda claro cómo funciona Tinder, piénsalo así: Tinder es como tu mamá. Te espanta lo que “no es bueno para ti” y te presenta buenas compañías. Y como una mamá, nunca revelará tu pasado oscuro o vergonzoso con los demás para no hacerte daño.
Anímate y descarga Tinder, ¿cuántos MATCHS llevas?