Hay películas que son tan pero tan malas, que terminan siendo buenas, pero hay otras que, por más que lo intenten, no pueden dejar de ser malas, como ‘Winnie the Pooh: Miel y Sangre’, que no da miedo, ¡da risa!
La película, de una hora y 24 minutos de duración, es una invención del cineasta y guionista Rhys Frake-Waterfield, quien aprovechó la reciente liberación de los derechos de autor de Winnie Pooh, e intentó crear una especie de cuento de hadas oscuro. Y decimos que lo intentó porque desafortunadamente no lo logró.
La premisa es “¿qué habría pasado si Christopher Robin eventualmente hubiera abandonado a sus amigos del Bosque de los 100 Acres?”.
El resultado en la imaginación de Frake-Waterfield es oscuro y poco esperanzador: Winnie the Pooh, Piglet, Conejo y Búho se habrían convertido en criaturas totalmente salvajes, hambrientas y sedientas de venganza tras haber incurrido a una especie de canibalismo, matando a uno de los suyos, para poder alimentarse y sobrevivir.
Los años pasan, y aunque Christopher Robin ya hizo su vida, recién graduado de la universidad y comprometido con una chica, no ha podido dejar de pensar en sus amigos del bosque, por lo que un buen día decide visitarlos junto a su novia para saber qué fue de ellos.
Al llegar encuentra que el Bosque de los 100 Acres ya no es el lugar amigable y seguro que un día fue sino que se transformó en un escenario hostil cuya principal amenaza son unas versiones adultas, titánicas y deformes de sus amigos Winnie y Piglet, y comienza el “terror”.
Lo bueno, lo malo y lo feo en “Winnie the Pooh: Miel y Sangre”
Hay detalles salvables: parte de su fotografía, por ejemplo, es muy buena, ya que asienta la idea de que un bosque puede guardar muchas amenazas si no se anda uno con cuidado.
También hay tomas muy típicas del cine de terror que fueron empleadas correctamente en la grabación, como momentos de tensión entre los personajes víctimas y los amenazantes Winnie y Piglet, que sí ponen en tensión al espectador, en espera de una catástrofe.
La música, compuesta por Andrew Scott Bell, también es aceptable, y un dato curioso es el que el propio artista hizo un experimento que le funcionó muy bien en varias partes de la banda sonora: instaló una colmena en el interior de un violín y grabó el sonido que las abejas generaron al entrar en contacto con las cuerdas del instrumento.
Pero hasta ahí. El resto es horror y no por las razones correctas.
“Winnie the Pooh: Miel y Sangre” nos hace sufrir con los extraños prostéticos para Winnie y Piglet y el arte en general. Winnie, por ejemplo, parece una mezcla entre una mala caricatura y una de esas máscaras de mercadillo. Piglet ni siquiera se acercaba a la figura del cerdito que todos recordamos, sino de una absurda mezcla entre jabalí y otro animal con colmillos.
Está plagada de inconsistencias: Winnie the Pooh aparece en una escena manejando un auto a pesar de que se dijo que se mantuvo alejado de la civilización durante años; la gente no corre ante la amenaza de peligro y sólo se queda viendo los asesinatos, y éstos son poco creíbles ya que nos muestran cabezas y partes del cuerpo que explotan como si fueran sandías.
Y es que la combinación entre lo falso de los homicidios, lo desagradable en las botargas, la pasividad del resto de los personajes y las secuencias sin pausas reales entre un siniestro y otro eran tan absurdos que la cinta se tornó en una comedia.
Lo peor de todo es que los productores del largometraje ya “amenazaron” con regresar: habrá una secuela que explorará a otros personajes que no aparecieron en ésta, como Búho y Conejo. Además, en un mes iniciarán la producción de una versión gore de “Bambi”.
Sólo podemos decirte que si vas a ver “Winnie the Pooh: Miel y Sangre” no esperes una producción decente ni una buena historia, aunque sí algo palomero que te sacará varias carcajadas como si se tratara de una película más de la saga de “Scary Movie”.