Los decadentes burdeles de París que llevaron a la locura a los Nazis

Los decadentes burdeles de París que llevaron a la locura a los Nazis

Los decadentes burdeles de París que llevaron a la locura a los Nazis

Junio de 1940, París caía ante las tropas nazis y el Tercer Reich controla más de la mitad del territorio francés. Los bombardeos estratégicos y la desobediencia a la orden de Hitler de arrasar con la Ciudad Luz no sólo aseguran el futuro de los vestigios artísticos y culturales más importantes de Occidente, también marcan el inicio de una época dorada para la clase alta parisina, poco conocida por la historia oficial hasta entonces.

Contrario a la versión que circula entre el patriotismo francés, la humillación de la derrota y el clima de hostilidad no golpearon con toda su fuerza al grueso de parisinos. Mientras más de dos millones de franceses judíos, comunistas, oficiales y toda clase de enemigos sucumbían ante el fascismo y eran trasladados a campos de concentración, la burguesía parisina encontraba una libertad insospechada en medio de una invasión que en el papel, mancilló el orgullo y los valores históricos del pueblo galo.


La ocupación permanente de las Wehrmacht y miles de miembros de las Schutzstaffel provoca una liberación sexual sin precedentes en el mundo moderno, que expandió los límites del barrio rojo de París, Pigalle, a toda la Isla de Francia.

El clima de persecución de los primeros meses terminó en cuanto la milicia alemana barrió con todos sus enemigos. Entonces, entre la decadencia del fascismo y la libertad francesa por antonomasia, la Ciudad de la Luz gestó una suerte de paraíso de sexo y perdición para el Tercer Reich. Los famosos cabarets parisinos, burdeles, prostíbulos y casas de citas iniciaron una frenética actividad que no se limitaba a los fines de semana, ni siquiera a las noches. Más que nunca, París era una fiesta.

La Belle Époque y su vida bohemia no se comparaban con lo que habría de suceder de 1940 a 1944 en la capital cultural del mundo. Soldados nazis de todo rango, seguidos de oficiales eran conquistados por las mujeres de la burguesía francesa y se dejaban llevar en un espiral de placer en alguno de los 145 establecimientos que operaron durante la ocupación alemana, de los cuáles 22 estaban enteramente al servicio de las Wermacht.

Le Chabanais, One Two Two, La Fleur Blanche, Le Sphinx o la Rue des Moulins, burdeles donde Tolouse-Lautrec, Manet o Degas encontraran inspiración tres décadas atrás, eran sólo algunos de los mejores lugares de París funcionando para los más altos cargos del organigrama nazi. Entre una decoración fastuosa, botellas de champagne y el mejor vino del mundo, flores y joyas, los alemanes cautivaban a las damas francesas, que se rendían a sus encantos y se teñían el cabello de negro, aprendían canciones en alemán o se disfrazaban de oficiales con la esvástica, sólo para cautivar a sus clientes, parejas sexuales y hombres de turno.

Las orgías eran frecuentes entre litros de alcohol y uniformes militares. Al margen de las prostitutas y las mujeres de clase alta, las campesinas, trabajadoras y demás féminas sin influencias notables fueron el blanco favorito de los miles de soldados alemanes. Las fiestas y el desenfreno sexual se intensificaban conforme se acercaban las campañas militares, mientras las parejas de turno se despedían entre pasión desbordada y el frenesí de encontrar alguna satisfacción en medio de la decadente guerra.

Con la liberación de París en agosto de 1944, la segunda época dorada de los cabarets llegó a su fin. Los salones de la alta sociedad y otros burdeles fueron clausurados, mientras se desató una persecución hacia miles de mujeres acusadas de ser amantes de los nazis. Las capturadas eran humilladas, golpeadas y rapadas, obligadas a caminar desnudas por la calle con esvásticas pintadas en su piel mientras recibían toda clase de insultos.

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