Schediafilia: ¿Cómo una caricatura puede despertar nuestros oscuros deseos sexuales?

Schediafilia: ¿Cómo una caricatura puede despertar nuestros oscuros deseos sexuales?

Schediafilia: ¿Cómo una caricatura puede despertar nuestros oscuros deseos sexuales?

 

 

Una figura humanoide está encima de nosotros. Sus ojos tienen un brillo extraño y son más grandes que los de cualquier otra persona. Su piel parece de plástico y su cabeza no se percibe completamente proporcional al resto de su cuerpo. Sus brazos y piernas son delgadas y de su pequeña boca alcanzamos a ver una humedad extraña. La expresión en sus ojos empata con su aguda voz que suspira: “Kaori-san, te deseo tanto”, en idioma japonés.
La escena anterior toma lugar dentro de la mente de un individuo que puede ser señalado como “friki” u “otaku”. Las personas podrían reírse de él por sentir una fuerte atracción por una caricatura asiática y considerarán ese hecho insólito, pero la realidad es que resulta más frecuente de lo que pensamos.
El término es Schediafilia y explica por qué algunos individuos pueden enamorarse o tener un impulso sexual fulminante por un personaje de caricatura.

Aunque Schediafilia no es un término oficial, se usa para señalar la infatuación que ciertas personas desarrollan por un personaje de caricatura, especialmente en los animes. Es común pensar que sólo aquellos que consumen hentai (pornografía animada) tienen este tipo de atracción, pero es diferente.
La filia por los dibujos está vinculada con otra conocida como “fictiofilia”, que se refiere al deseo sexual o amoroso de un individuo ficticio, así sea de un libro, película o una serie.
Así que la aspiración por desear una creación de ese tipo tiene una conexión más fuerte con la personalidad del individuo imaginario, su forma de presentación y todo aquello que nos puede gustar de una persona normal.

A pesar de que en todo el mundo existen personas con Schediafilia (especialmente ahora, con tantas obras de alta calidad) Japón podría ser el lugar donde se crean más productos para ese tipo de individuos, además de que es donde se habla más abiertamente de atracciones como ésta. En el manga “Air Doll”, que después fue adaptado a una cinta live action, el autor Yoshile Goda presenta a un hombre que compra una muñeca inflable y la hacer pasar como su esposa todos los días. El protagonista está enamorado de la idea que significa, no del objeto en sí.
Así que podemos aseverar que el deseo sexual por alguien ficticio es meramente intelectual y personal.

En 2009, un joven japonés conocido por el nickname Sal9000 contrajo matrimonio con el personaje de un videojuego llamado “Love Plus”. El hombre fue criticado pero también recibió el apoyo de decenas fanáticos de las aplicaciones similares. El propósito del juego es cortejar y crear una relación con una de tres mujeres ficticias. Con base en la experiencia de Sal9000 el resultado fue mejor de lo que esperaba y estaba seguro de que Nene Anegasaki, una de las tres opciones, tenía que ser su esposa. El ejemplo es uno de los más extremos, pero nos permite comprender por qué se desarrollan tales “relaciones” digitales. El chico se enamoró de la mujer porque responde a él y tiene su propia personalidad.

Según un estudio publicado por Independent, la generación millenial es una de las más solitarias de la historia a pesar de encontrar el éxito desde jóvenes. En 2011, 86 % de los jóvenes se sentían solos y deprimidos. Cuatro años después el mismo análisis indicó que los niveles de separación de la sociedad son similares a los que tienen las personas mayores a 70 años. Una de las razones es su reticencia a encontrar un lado optimista de la sociedad. Creemos que todos tienen motivos ocultos y desconfiamos gracias a la era de la información; preferimos mantenernos unidos a las personas que conocemos y no permitimos que nadie más entre en nuestras vidas. ¿El resultado?
Desarrollamos conexiones con personas que leemos en libros, vemos en películas o en algún anime. Al no tener un vínculo bidireccional, podemos enamorarnos de alguien que no nos decepcionará, un ser imaginario que permanecerá igual y que es mucho más atractivo que cualquiera que pase frente a nosotros en la calle, incluso si es una caricatura.

Los casos que hemos mencionado hasta ahora son la prueba de cómo podemos desarrollar Schediafilia, pero podemos añadir un punto extra: la separación tecnológica.
Distintos estudios vinculan la disminución del impulso sexual natural con el consumo de pornografía. De acuerdo con las estadísticas sobre el contenido sexual que publicó la empresa Covenant Eyes, al menos 70 % de los adolescentes en 2015 consumía pornografía y el mismo análisis revela que ahora más que nunca el contenido es mucho más fuerte, lo que provoca que las personas prefieran ver este tipo de contenido a compartir tiempo con un individuo real.
De la misma forma, las redes sociales engañan a nuestro cerebro sustituyendo sentimientos reales por virtuales.

Podríamos pensar que la Schediafilia es una inclinación negativa, pero sólo lo es en exceso y cuando se interpone con las relaciones verdaderas con otras personas. Un lado positivo es que impulsa la creatividad de los fanáticos.
Existen grupos de mujeres en Tumblr que adoran a Sherlock Holmes por su inteligencia y arrogancia, hay comunidades del anime One Piece que ocupan su tiempo en hablar de un personaje llamado Nani y crean dibujos explícitos para impulsar sus fantasías. Ciertos seguidores incluso generan ficciones donde desarrollan su imaginación para contar una historia de amor entre su personaje y alguien más. Con Schediafilia nos enamoramos de una idea y de un físico extraño que jamás veremos, pero no parece tan lejano al engaño al que se someten miles de personas que entran en relaciones con personas que idealizan o que sólo son hermosas.

Más de uno de nosotros se sintió atraído por Vegeta, Bulma, Launch, Ranma en cualquiera de sus dos versiones, Howl (de “El increíble castillo vagabundo) o cualquier otro personaje de anime. Elementos de su anatomía y en su forma de ser nos hipnotizaba y nos hacía rogar porque cualquiera de ellas pasara a la vida real.
Lo mismo sucede cuando nos enamoramos de alguien. Esperamos que sean lo que queremos y cerramos los ojos imaginando las posibilidades de una relación juntos. Con todo eso considerado. Quizá sería mejor ser schiedafílico que caer en los estúpidos juegos del amor.
Después de todo, la realidad es subjetiva.

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