Dos triángulos mirando al horizonte y las puntas de otro color para distinguir dónde empiezan los pezones y se separan de los senos.
Dos medios círculos, opuestos a los triángulos, uno sobre el otro para delinear las nalgas.
Un bastón que cubra a los triángulos.
Una línea que converja con el final del bastón y del otro lado termine en cinco (o menos) pequeños triángulos que simulen ser los dedos.
Un pequeño tronco, mientras más delgado, más fino será el cuello.
Un medio círculo que se coloque como si fuera una copa y arriba, como una cereza, un punto negro: pecho y pezón que conviven en armonía.
Una línea vertical que se mueva como ola de mar.
Al lado del medio círculo, curva y triángulo armonizan la vista de perfil de un pequeño seno cuya punta de color negro nos muestra el pezón.
En medio de ambos, más abajo, un pequeño punto negro.
Más abajo aún, un triángulo oscuro puesto de cabeza que sin dudas, será la vagina.
No es necesario mucho para contornear el cuerpo femenino. Bastan unas suaves líneas que se bifurcan y curvan para entender a la perfección qué sitio es el predilecto de aquel o aquella artista que comenzó, como de la nada, a mostrarnos la complejidad de una mujer. Menos es más, porque entre menos exista, más se deja a la imaginación. Ese arete que para uno puede ser tan claro puede convertirse en el ojo perfecto que otro ve. Ese cabello rizado que acompaña la imagen, para alguien más pareciera ser motivo de los delirios de esa mujer de curvas fatales que se postra delante de un fondo completamente blanco.
Con la naturalidad que parece rodear el trabajo de Blanca Miró, sus imágenes se hacen por sí mismas, como si un trazo descontrolado guiara perfecta y geométricamente a nuestra mirada para comenzar a considerar que un pezón tiene cabida en ese sitio y que el triángulo más respingado podría representar a una vagina sin muchos esfuerzos.
Duras, frías, elegantes y fuertes podrían ser los adjetivos perfectos para nombrar a las mujeres de Blanca Miró, pues sea o no que ella lo quiera, su obra nos recuerda a las korai de la antigua Grecia; esculturas que con una profunda influencia de los kouros egipcios, se muestran firmes pero gloriosas ante el mundo. Así como los geroglíficos egipcios, sus ilustraciones parecen inertes e inmóviles, sin cambio posible a la vista pero con una belleza que radica en la gracia y el minimalismo.
Además, las Korai eran tan similares a las diosas como a los humanos pues para estas dos antiguas civilizaciones no existía distinción entre uno y otro, diosas y mujeres por igual, con los mismos atributos, mismas características y misma entrega. Los trazos de Blanca se observan sencillos pero nos muestran todo lo que necesitamos ver; el color sobra, los fondos estarían demás y los rostros se enfocan en la sutileza de una mirada bien contorneada y una nariz respingada… como esas mujeres egipcias, sus mujeres cambian las telas por las joyas; un vestido sobra pero una joya se postra sobre su cuello para dotar de adornos a los senos y de fantasías a todas las escenas que podemos imaginar a su lado.
Con influencia de David Hockney, de quien ama las pinturas que incluyen sus aclamadas albercas y las palmeras, Miró logra hacer una composición aún más minimalista que la del artista inglés. No es necesario el color, tal vez si acaso una palmera que recuerde a quien ella admira; no hacen falta dimensiones, simplemente unos rizos estrafalarios y líneas que guíen al espectador como acompañándolo en una búsqueda de significados cada que mira la obra de esta artista. Además de Hockney, gran parte de su influencia también ha sido Nathalie Du Pasquier, quien entre bloques grandes de color que en realidad parecen fondos, Miró ha encontrado la unión perfecta entre formas y figuras.
Sus obras se convierten también en conversaciones con ella misma porque cada ilustración cuenta un poco de su historia, nos muestra su espacio, su concepción de la feminidad y de lo realmente importante. Un ejemplo es su representación de la maldad (una serpiente), cómo construye su felicidad (probablemente ese ukulele que se vislumbra en algunas ilustraciones, una copa de buen vino, cómo suena la palabra pistache y las historias de aliens) y la influencia de su padre, el diseñador Antonio Miró, para transformar sus obras en pasarelas donde la consigna, como en las Korai, bien podría ser Strike the pose.
Además de Blanca, existen decenas de otros ilustradores que aman representar a la mujer, si quieres conocer más, puedes ver estas ilustraciones de mujeres que viven sin estereotipos y estas otras ilustraciones de mujeres que permiten que les rompan el corazón.
Sigue el trabajo de Blanca Miró en su cuenta de Instagram.