No sabía que este espacio existía y quiero usarlo para contarles mi historia: Parece que nadie nunca ha creído en mi relación. Y cuando digo nunca, en serio es nunca: Él y yo nos conocimos desde niños, así que imagínense.
Mi vida ha estado marcada por la pérdida desde una edad temprana. Perdí a mi mamá siendo muy joven, a los 19. Y ella era toda la familia que tuve, excepto por unas tías y gente que casi no veo. Honestamente el matrimonio se convirtió en mi oportunidad de construir mi propia familia.
El destino o las estrellas decidieron que mi alma gemela vivía justo al lado de mi casa de toda la vida. Él era mi vecino, nos hicimos amigos y desde los 15 nos hicimos novios. El chiste es que nos casamos hace unos años, a los 25 años, y sí me atrevo a decir que llevamos nuestra conexión desde la niñez a un compromiso eterno.
Pero no ha sido un camino fácil, nunca han apostado por nosotros. Mis amigas dicen que me hizo falta “vivir” antes de comprometerme. La sociedad parece pensar que mi urgencia por formar una familia es solo una artimaña para asegurarme de que mi esposo no se escape. Pero lo cierto es que solo nosotros conocemos la fortaleza de nuestra unión, construida a lo largo de los años y fortalecida por las experiencias compartidas.
Él es un talentoso diseñador gráfico, poquito a poco va avanzando en su carrera, y yo estoy enfocada y motivada en mi propio trabajo. No tenemos prisa por tener hijos, porque estamos ocupados disfrutando de la vida que hemos construido juntos. Nuestras alegrías son simples, desde adquirir un nuevo refrigerador hasta planear un viaje a Cancún. Pero parece que para algunos, estas elecciones son incomprensibles.
Es doloroso sentir que cada paso que damos es sometido a juicio y especulación. ¿Por qué las opiniones externas se aferran a la idea de que nuestra relación es frágil? A menudo me pregunto si el machismo arraigado en la sociedad contribuye a estas percepciones. Las mujeres siempre parecen ser las villanas, las manipuladoras, las que envenenan todo.
Hemos pasado tres años casados, enfrentando los altibajos de la vida con valentía y determinación. Aunque las críticas persisten, nuestro amor sigue creciendo. Nos sentimos agradecidos por nuestras vidas y emocionados por lo que el futuro nos depara.
Dejemos de juzgar basándonos en lo que creemos que debe vivir cada quién y cuál es el momento correcto.
Mi esposo y yo no necesitamos la aprobación de los demás para ser felices. Seguiremos construyendo nuestra vida juntos, riendo en medio de los desafíos y creciendo en nuestros trabajos.
No crean que todo es adversidad, desde luego tenemos personas que nos quieren y con quienes compartimos. La familia que elegimos, me gusta decirles.
Cada cosa que no sucede como los demás esperan es motivo para andar con chismes y augurarnos una ruptura y eso cansa y duele.
Si no voy a la comida familiar, ya lo quiero dejar; si él llega tarde del trabajo, ya tiene un amante; si peleamos como cualquier pareja, estamos en las últimas. Siempre he sentido que quienes deberían de apoyarnos están más bien alistándose para cuando les avisemos que ya tronamos, es horrible, ¿les ha pasado?
Ya no quiero chismes o ya no quiero que me afecten. Y ya, eso es todo.
Atentamente, la Antichismes.
El espacio de la Tía Ceci y esta comunidad es para externar eso que sienten y viven; si quieren compartir su historia, envíenla a tia@culturacolectiva.com