Konnichiwa, moshi moshi, yaho, saikin dō?, hisashiburi, son algunas de las formas de saludar en Japón. Al llegar al archipiélago asiático, lo principal es saludar cordialmente, con una reverencia y alguna de estas palabras usadas para momentos específicos. Sin embargo, Jaime Ávila, pasó por encima de esta regla cuando llegó al país nipón. Antes de aprender a saludar, tomó su cámara y comenzó una travesía de 24 horas haciendo disparos por todo Tokio, con el fin de capturar no sólo la esencia de una nación, sino de lo más básico de la vida: la supervivencia en una ciudad tan acelerada y veloz como Tokio.
Por lo general, un viajero planea su ruta antes de partir, toma en cuenta qué lugares puede visitar y cuales no; busca referencias, compra mapas y hace una investigación profunda online y en libros sobre el lugar que lo recibirá. Sin embargo, Ávila no hizo nada similar, intencionalmente se dejó llevar por el lugar y la situación.
«Desperté una mañana de abril en Tokio, y sin conocer la ciudad, hice un par de anotaciones en un mapa de papel, desactivé el GPS del celular, tomé una cámara y un lente y salí a las calles sin ninguna otra intención más allá que dejarme perder y hacer fotos en el proceso».
El único plan en su cabeza era permanecer despierto 24 horas seguidas en las que tomaría una foto por cada hora que pasara; todo con el fin de descubrir Tokio y, por supuesto, vivir la experiencia lo más puramente posible, sin ningún tipo de contaminación mental o visual. Luego de instalarse se dirigió al mercado de Tsukiji, el cual puede lucir como cualquier mercado de México: diferentes tipos de alimentos, puestos de todo un poco y multitudes de personas caminando, corriendo, chocando, sonriendo y conviviendo. En Tokio el fotógrafo pasó desapercibido, contrario a su experiencia en México, donde no es bien aceptado ver a un curioso con cámara en mano tratando de retratar la ciudad.
«Me tomó un poco de tiempo tomar confianza y empezar a retratar, la referencia que tenía haciendo fotos en mercados fue muy reciente en la Central de Abastos en la Ciudad de México, donde no fui muy bienvenido. La gente del Tsukiji parecía no importarle mi presencia».
Esto le dio más confianza para sentirse libre y de este modo pudo capturar gestos más específicos, personas más enigmáticas y una larga lista de curiosidades que fue viendo a lo largo de su travesía. Caminando a lo largo de las calles de Tokio se enfrentó con atracciones casi intencionales como el metro que lo llevó a Shinjuku, un barrio muy concurrido los fines de semana. Pero en el camino halló personajes ajenos a su imaginario y situaciones poco comunes que no le permitían despegarse de su cámara.
Conforme llegaba la noche, las calles se vaciaban y el centro de Shinjuku se abarrotaba de almas jóvenes que sólo buscaban bailar y divertirse; no obstante, contrario a otros sitios, cerca de las 3 am, las calles lucían solas, todos aguardaban ya en casa esperando en cama la siguiente mañana para poder continuar con sus ajetreadas vidas. Ávila, por el contrario, se refrescó, recargó pilas y volvió a las vacías calles, esta vez al otro lado de la ciudad para ver el amanecer desde el Puente del Rainbow.
«Pude quedarme a disfrutar del paisaje, uno de los mejores amaneceres que he visto en mi vida, entendiendo por que la artista LP le dedicó toda una canción: ‘Tokyo Sunrise’».
Cuando se dispuso a volver al hotel, se percató que ya había pasado un día entero en el cual recorrió entre los japoneses más desesperados, entre los más tranquilos, los más amigables, los más agresivos y los más amorosos. Caminó por el cruce más transitado del mundo, convivió de cerca con personas kawaii y otros seres sombríos. Vio de cerca cuerpos acostumbrados a ser mirados como fenómenos y aquellos que la curiosidad los mataba y no podían evitar mirar hacia la lente. Se enfrentó a la soledad y a la compañía exagerada, pero sobre todo, se enfrentó a una ciudad tan salvaje como la suya, la diferencia no sólo es el continente y los rasgos físicos de su gente, sino la facilidad con la que se pudo mover allá, desafiando a la noche y al tiempo, mientras que en México, puede sentirse incluso como un extranjero.
Tokio fue el modelo para Jaime Ávila y su principal inspiración en el proyecto que le ha dado reconocimiento. No sólo permaneció despierto por un día con cámara en mano caminando sin rumbo ni mapa, sino que le sirvió para conocer la vida de una ciudad tan lejana a la suya y de la misma manera, se dio licencia para ser libre al menos 24 horas.
«Estas fotos son una parte del resultado de haber conocido Tokio a través de los ojos de un turista perdido entre sus calles, tratando de hacer un retrato de la ciudad durante 24 horas».
Si quieres conocer más acerca de Jaime Ávila y su proyectos, consulta su página web. Síguelo y déjate llevar pos su curioso y nómada carácter.