¿Qué pasaría si no existiera el amor? Seguramente aquella necesidad natural y latente que habita en el ser humano de querer exaltar sus inquietudes no tendría belleza, no podría alcanzar a dimensionar que absolutamente todos los procesos y elementos que convergen en el universo pueden ser comparados con aquel sentimiento: desde las más majestuosas colisiones, hasta el mudo vuelo de una mariposa, o la cristalización de una vara que es arrojada a una mina de sal…
Con esa última metáfora, el escritor francés Stendhal explicó en su tratado titulado Del amor (1822) los distintos tipos de amor que existen, y las etapas por las que pasa. Para Stendhal, el alma de un enamorado que piensa en su amante, se parece a las ramas que son depositadas en las minas de Salzburgo, mismas que son halladas tres meses después, totalmente transformadas, cristalizadas. Un suceso parecido al que causa en las personas la acción de amar.
Para iniciar la compleja teoría, Stendhal estableció que existen 4 tipos de amor:
Amor pasión: Según los parámetros del autor, este es el amor verdadero, en el que el amante se entrega por completo al otro, sin condiciones.
2. Amor físico: Equivale a la atracción meramente sexual.
3. Amor placer: Es un tipo de amor más delicado y educado, con una forma muy sutil de erotismo.
4. Amor vanidad: Equivale a estar con alguien sólo por su apariencia física, o condición económica. A través de ese pseudo amor, el autor hace una crítica a las relaciones amorosas de su época, en las que se solían pactar los matrimonios por conveniencia: “La inmensa mayoría de los hombres, sobretodo en Francia, desea y tiene una mujer de moda, como se posee un hermoso caballo, como una cosa necesaria al lujo del mancebo”.
Stendhal estableció que la génesis del amor es la admiración, que surge como un shock anímico, un encanto extraño con dotes de imán que tiene el poder de atrapar a cualquiera, porque todos somos vulnerables a ella. Incluso Descartes decía que la admiración es la primera de las pasiones. Aunque el vínculo amoroso no puede surgir únicamente de ese estremecimiento. El amor necesita con fervor la metamorfosis de esa inquietud que surge ante la figura del otro. Como cantaba alguien por ahí “soy humano y necesito ser amado”. A partir de esa idea de evolución del deseo, Stendhal describió el proceso que conlleva el enamoramiento, en 7 etapas:
1. Admiración
Para que la admiración detone al amor debe pasar de su etapa simple: a la tierna.
2. Expectativa
La expectativa genera una inquietud que se fija con un signo de reconocimiento: “una seña, incluso ambigua del objeto del amor, un testimonio de reconocimiento. Eso basta. Ese segundo asombro, inestable, vacilante, se transforma de inmediato ante cualquier señal de esperanza”.
3. Esperanza
En esta etapa el amor deja de sostenerse del vacío, pues la esperanza determina todas las posibilidades que tiene el deseo de hacerse realidad. En este punto, quien es presa del amor parece ensimismarse en un mar de signos que esperan intensamente hacerse realidad. Si se da alguna señal que indique correspondencia por parte de la otra persona, se detonará el amor.
4. Nace el amor
“Amar es disfrutar, ver, tocar y sentir con todos los sentidos, tan cercano como se pueda, un objeto amado que ama de regreso”.
5. Comienza la primera cristalización
El proceso de cristalización consiste en la idealización de la persona que se ama. Siguiendo la metáfora del inicio, el amante comienza a “cristalizarse” con pensamientos que le dicen que la persona que ama es ideal.
6. Se intercala la duda
“El amante comienza a estar menos seguro de la buena fortuna que había anticipado y somete las razones en las que basa su esperanza a un examen crítico”. Stendhal dice que es normal que después del inicio de la cristalización proceda un tiempo de duda y temor, puesto que seguramente en algún momento es probable que el que ama se de cuenta de todo lo que ha proyectado en su pareja. Muchas relaciones terminan en este punto, se dejan vencer por la incertidumbre.
7. La segunda cristalización
Es una etapa de prueba, en la que se intentan reunir pruebas de amor que puedan sostener que el sentimiento es fiel:
“Cada cierto tiempo, durante la noche que le sigue al nacimiento de la duda, el amante tiene un momento de duda y recelo, y luego se reafirma a sí mismo: ella me ama; y la cristalización comienza a revelar nuevos encantos. Una vez más el ojeroso semblante de la duda lo pincha y él se paraliza. Se le olvida jalar aire y masculla: “¿Pero me ama?” Dividido entre la duda y el placer, el pobre amante se convence a sí mismo que ella podría darle un placer que no podría encontrar en ningún otro lugar del planeta”.
Tal vez no sea sino hasta el final de una relación, que las palabras de Stendhal tienen sentido:
Cuando todo se acaba, efectivamente algo dentro de nosotros se rompe, y duele. Quizá sea aquel montón de cristales que se habían formado y que se hicieron añicos, cortándonos el interior; de cualquier forma, es mejor cargar con algunos fragmentos, que jamás haber cristalizado.