La poeta nicaragüense Ana Ilse Gómez nació en la comunidad indígena de Monimbó el 28 de octubre de 1945. Comenzó a escribir poesía a los 10 años de edad, pero no fue hasta su llegada a Managua para cursar estudios superiores que el quehacer literario se perfiló como su estilo de vida. Sus primeros poemas fueron publicados en 1964 y durante años escribió poesía en revistas y suplementos como La prensa Literaria y Novedades Cultural, cuyo disfrute fue casi exclusividad de un reducido círculo de escritores y de lectores osados en busca de la palabra de aquellos que no ocupaban los escenarios más concurridos. Su primer poemario titulado Las ceremonias del silencio, vio la luz en 1975 cuando la escritora tenía 31 años de edad.
Obtuvo la licenciatura en periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, y más tarde un máster en gestión y organización de bibliotecas por la Universidad de Barcelona. Durante años se desempeñó como periodista en el ámbito publicitario y como relacionista pública en instituciones financieras y gubernamentales; entre los años 1992 y 1997 fungió como directora de la Biblioteca “Armando Joya Guillen” del Banco Central de Nicaragua.
Con 25 años de diferencia, en 2004 publica su segundo libro Poemas de lo humano cotidiano, tras resultar ganadora del II Concurso Nacional de Poesía Escrita por Mujeres “Mariana Sansón Argüello” convocado por La Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE); y en 2006 fue incorporada a la Academia Nicaragüense de la Lengua en calidad de miembro de Número. Aunque sus publicaciones fueron pocas en términos cuantitativos, la riqueza de su obra la convirtió en una de las poetas latinoamericanas más importante, que como bien ha afirmado en un artículo la también poeta nicaragüense Daisy Zamora: “La obra de Ana Ilce Gómez es parca, pero deja un legado imperecedero, por la lucidez y la intensidad de su palabra y su absoluto dominio del oficio poético”.
Algunos han intentado desgenerizar la poesía de esta autora, por ejemplo, Beltrán Morales, quien escribió: “La poesía que Ana Ilce escribe, sin dejar de ser ni por un momento la poesía de una mujer sumamente sensible, es como si hubiera sido escrita por un poeta del sexo masculino”; sin embargo, una lectura minuciosa y sin prejuicios de su obra permite reconocerla y ubicarla como un referente de la poesía feminista, de la poesía que habla de la sororidad —aquella solidaridad entre mujeres en un sistema patriarcal—, la cual permanece como:
Piedra pulida que yo he lanzado
a lo profundo de las aguas
para que algún día el pescador
solitario lance su red
y entre los peces muertos
la descubra
y la lleve a su orilla
y la haga suya para siempre.
Ana Ilce Gómez murió el 1 de noviembre de 2017 a los 72 años, como consecuencia del cáncer que desde hace algunos años la aquejaba, no obstante, como bien lo expresara en su poema “Yo he militado”:
Mi obra no podrán destruirla
ni las lluvias persistentes
ni la perenne marcha del tiempo.
Te invitamos a disfrutar los versos emancipadores de esta poeta tardía:
“Mujeres con guitarra”
Hay muchas mujeres lapidadas a lo largo
de la historia.
Su vida fue de jaurías y de toros rabiosos
de sangre alzada
de mordeduras largas.
Mujeres que le devolvieron al mundo
la embestida,
que se inmolaron o tuvieron que matar
para seguir viviendo,
esas que en la hora más oscura
roturaron el campo con sus uñas
para que vos y yo pasemos.
Hondas mujeres
que quizás una lenta madrugada
marcharon al fuego o a la horca
por cosas tales como desordenar
el orden público
por inventar una nueva manera de descifrar
la vida
por tener voz
o por infieles
o ateas.
Ellas ya no están. Sus cabezas reposan
sobre un siglo o dos. Sus ojos
ya no existen.
Pero de ellas perdura una hebra sutil
un hilo ciego que sin saberlo
nos hace crecer y despertarnos en la noche
con unas ganas inmensas de vivir
de derribar todos los muros
de desafiar todas las hogueras
así como de amar y de pulsar
todas
toditas las guitarras de la tierra.
“Aria”
No soy ángel
que preside la vida
ni sabia
ni agorera.
Únicamente
soy una mujer
cálida
intensa
que en su más apartada
intimidad
cree tener voz
y canta.
“Ningún fuego, ningún puñal”
Ningún huracán
Ningún cuchillo
Ningún rayo partiendo la sombra en dos
Ningún áspid devorando la vida
Ningún veneno en las oscuranas y fulgores
de Hamlet
Ningún infierno del Dante
Ningún círculo
Ningún fuego sobre el estupor de Babilonia
Ninguna piedra en pétrea mano
de Andrés (lanzada a tantos kms por hora)
Ningún toro en la tarde de Manuel Rodríguez
Nada. Nada ni nadie
asombrará o derribará
a esta mujer
que sabe que proviene del vientre
suave y palpable de otra mujer
y no de una insólita
costilla.
“Piedra de sacrificio”
Yo di vida a este canto
y heme aquí reducida a polvo.
Desvencijada,
rota,
hambrienta.
Yo lo tuve dolorosamente,
le di vida y me mata,
como cuervo me saca los ojos.
Al final me llevará
a la piedra,
al sacrificio
donde he de soportar el hierro
que merezco.
“La muerte no es una mujer”
La muerte no es una mujer
con el cráneo pelado y una corva guadaña
entre las manos.
La muerte es un hombre que galopa
entre las noches que columpia el insomnio.
Es un varón disfrazado de oscura damisela.
Tiene unas rosas en las manos
y un cordel para colmar el cuello.
Alguien un día dibujó a la muerte
con rostro de doncella. Pero ella es él,
pálido, abyecto,
que en la noche se llega hasta mi sueño
y como un perro fiel
me hace aspirar su aliento de témpano
y misterio
y con fría insistencia se me acerca
y me lame los pies.
“Singer 63”
La señora de ayer
se llamaba…
No era ninguna extravagancia,
clavaba alfileres en los trajes;
se asomaba por la puerta
para mirar las nubes.
La señora de ayer
no miró nunca los caracoles muertos ni
las playas maravillosas,
sólo clavaba alfileres en los trajes,
sólo sonreía a medias;
por eso murió con sus dedales
y su corazón
repleto de marcas: Royal 62
Singer 63, Pfaff 64…
“Teatro”
Flota tu cabello suelto de infeliz ahogada
mujer sola, mujer pospuesta
como postre a la mesa.
La trama sigue andando
se marchan todos.
Mujer ahogada en agonías
mujer feliz en una que otra escena:
este teatro te conduce a la miseria.
“Ser o no ser”
Vivir.
Ser o no ser no es el problema
sino planchar la ropa
atizar el fogón
escribir unos tiernos y antiguos poemas
mirarse en el espejo el otro rostro del rostro
descubrirse lobo triste por las noches
por las mañanas mujer cuerda.
Ser ejemplar y sobria y verbigracia
Mantener todo en orden más te vale
Disponer todo a tiempo Dios te asista
Ser o no ser no es el problema
sino tener el alma lista
para amargos si acaso o si hubieras.
Y una vez más enfrentarse al mande usté
como usté guste
pulir el piso espejo
lavar la ropa nieve
secar la loza estirpe
disimulando mugres y maneras.
Pero a pesar de todo
amar la telaraña vida
la hambruna vida tuya y de los otros
insultarla si quieres
abrazarla si quieres o si puedes.
Ser o no ser no es el problema
sino ese perdón barato que te entregan.
Y al final de la tarde
has ensayado todo te reprimen
has cumplido el deber no eres tan buena
tu cabeza da vueltas tiovivo
resaca de la piel, costra de olvido.
Esgrime tus cuchillos argumento
empuña tus espadas yo no quiero
atrévete de una vez sueña tu sueño
entra en la escena mundo
como quien entra a la sala de partos
de la vida por primera y alegrísima vez.
Plántate y rebelándote, revélate.
Ser o no ser no es el problema.
“Destino”
He de hacer en este mundo lo que está
destinado para mí:
cantar
abrazar a mis hijos
pulir alguna piedra para hacerla
valedera
borrar si quiero lo que está destinado
para mí.
“Ama del día”
Yo soy la suma de todas ustedes,
mujeres encerradas en la Biblia
con sus sencillas o cruciales historias.
La suma de todas las que andan
sueltas por el mundo
haciéndolo más claro o más liviano.
De ustedes vengo. De las fuertes,
las vírgenes, las grávidas,
las que pagaron caro, las esclavas.
Vengo de la caracola convertida a través
de los siglos en doncella,
de la piedra estrujada que luego devino
en cuerpo de alfarera.
La voz de ustedes es mi voz,
mujeres lejanas
mujeres de mi tiempo
por ustedes canto y brillo como la más
simple de todas las estrellas.
Yo soy la suma de todas ustedes
hilanderas, amantes, agoreras,
de la historia de ustedes nace
el río inacabable de mi pelo,
por ustedes canto y oficio
la liturgia estremecida del poema,
sabias mujeres que me sucederán luego
descabelladas
tercas
increíbles mujeres
amas absolutas de las cenizas
y del fuego.
“Ignorancia reclama”
¿Por qué a través de los años
persisten los nombres de Ovidio
o de Virgilio?
¿Qué hicieron ellos
qué dijeron ellos
o qué corona tenían
para que el tiempo
con tal generosidad
los perdonara,
mientras yo, que apenas acabo
de nacer,
estoy ya pereciendo?
“Esa mujer que pasa”
¿Quién es esta mujer que pasa,
esta sombra,
esta noche?
¿Quién conoce su nombre?
¿Quién la nombra
del otro lado de la nada
para nada?
¿Quién es esta mujer que pasa
y no deja nada de sí?
Sólo su paso rueda en la noche.
Sólo su voz.
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Si te gustaron estos versos, entonces querrás leer los poemas que reivindican el cuerpo, la sexualidad y el amor para visibilizar la cosificación de las mujeres y los poemas que me hicieron aceptar los contornos imperfectos de mi cuerpo.
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Los collages que acompañan al texto pertenecen al artista indonesio Fajar P. Domingo.