No, los libros no aparecen por generación espontánea en las bodegas de las librerías; ni se publican sus reseñas en los suplementos culturales mágicamente; y mucho menos se incluyen de la nada en los planes de estudio de las universidades. Hay muchos filtros que, hasta para los lectores más avezados, son invisibles o simplemente no aparentan tener ninguna importancia. Podrías creer que todo es controlado por las editoriales, y en parte es verdad; pero existen muchas cuestiones circunstanciales en el proceso.
En realidad, la institución literaria es un conjunto de instancias que estudian el mismo fenómeno desde los académico, lo gubernamental y lo empresarial; en este caso, la literatura. En el caso del mercado literario latinoamericano, “extrañamente” está controlado por las editoriales españolas. No es gratuito que muchas de las traducciones de autores europeos o asiáticos estén “castellanizadas”; y que ellas (las editoriales) sean el filtro de los autores latinos que llegan a cruzar el charco para ser leídos en Europa.
Pensemos en el libro como un objeto dentro de mercado más que como una cuestión cultural. El libro tiene un autor que, de cierto modo, debe de estar legitimizado por una editorial para ser publicado. Ya sea por cuestiones económicas —como los best-sellers—, intelectuales —la biblioteca de autores consagrados—, de géneros —títulos de poesía, ensayo, colecciones—, etcétera, son las editoriales las que eligen el tiraje, el público y los países en los que son vendidos por aspectos legales o por afinidad del sitio con el autor. Eso explica por qué a algunos autores, pese a ser latinoamericanos, no se les conoce en toda Latinoamérica.
Una vez determinados estos factores, se abren las colecciones para ser vendidas en las librerías —multinacionales, grandes, medianas y pequeñas. Esto depende del alcance de cada librería, el país de procedencia y la cantidad de tiendas; por eso a veces es imposible encontrar tales libros en alguna librería, pero en otra sobran. Y una vez en venta, tanto los porcentajes de ganancia, los autores, las editoriales y el año de publicación son factores que explican por qué están a la venta en determinado sitio de la librería y no en otro. Cuando los libros no se venden pero son parte de una colección, se regresan a las editoriales. Ellas deciden si son vendidos en paquete, cedidas a librerías más pequeñas, u ofrecidas en remate durante las ferias de libro. Eso explica títulos que se venden por kilo en muchos sitios.
Una vez superados estos factores, entramos al mundo de la crítica. Un sitio truculento y con mala fama, pese a que los críticos literarios serios sean algunos de los especialistas más capacitados en la lengua y la literatura. Ellos conocen muy bien la institución literaria, forman parte de un parámetro ineludible que goza de determinada independencia. La crítica funge el papel de intermediario entre el libro, la editorial, la librería y el fin último: el lector. Los críticos habitan las páginas de las revistas especializadas, los suplementos culturales de los diarios nacionales e internacionales, puestos académicos en prestigiosas universidades, programas culturales en variados medios masivos y publicaciones en general. En su mayoría, tienen amplio conocimiento de teoría literaria y del medio cultural. Muchos reciben una paga por parte de las editoriales, y otros son completamente independientes.
Cuando una obra o autor sobrepasa a la crítica, al mercado, a las editoriales y a los mismos lectores por su calidad, originalidad, y marcan una tendencia que es llamativa, suelen llegar a instancias de estudio más profundo: las universidades, academias, diplomados, talleres o demás cursos que se especialicen en las expresiones literarias. Tendencias, corrientes, fenómenos históricos, grupos literarios, autores marginados, textos extravagantes y finales de épocas son cuestiones estudiadas por la academia. Para llegar a este punto se necesita ser realmente un autor consagrado, tener un numeroso séquito de lectores, tener un texto anómalo, muy original, o ser muy buen amigo de muchos de estos académicos. Suele ser complicado que títulos muy recientes sean estudiados en las universidades, a menos que el fenómeno presentado sea sumamente excepcional: Fifty shades of Grey, por ejemplo. Los académicos se encargan entonces de estudiar, desmembrar y ubicar cronológicamente las obras que merecen ser parte de la historia de la literatura.
Otro factor relevante para entender cómo funciona la literatura es la cuestión de los premios. Todo el mundo conoce el Nobel de Literatura, pero existe una gran cantidad de premios que pueden consagrar a un autor. Desde los que ofrecen una estancia en países, los que ofrecen cantidades de dinero muy atractivas, hasta los que ofrecen un sillón. Los premios tienen la función de legitimar o apoyar a un autor y su obra. Lo esperado es que en su veredicto no intervengan cuestiones como favoritismos o compadrazgos, y que sólo las mejores obras sean las que obtengan estos galardones. Pero existe la sospecha de que muchos de ellos están dados desde antes de que las convocatorias sean publicadas.
Dejando de lado las especulaciones, los premios son uno de esos factores primordiales en la institución literaria, ya que ejercen un valor indiscutible para un autor. A tal grado que les dotan de un aura invulnerabilidad o estatus casi intocable. Lo anterior apenas es un mero acercamiento superficial a un medio cultural inmenso; un vistazo rápido a todos los factores que intervienen entre el libro y el lector que suelen ser invisibles, o aparentan no tener importancia al momento de leer.
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Hay escritores que se vuelven atemporales por escribir libros cuyos temas son universales y las historias nos dejan mucho más de lo que podemos esperar. Tal vez los libros favoritos de David Bowie puedan hacer volar tu mente. O si estás listo para un desafío, te proponemos un reto literario que te hará leer cosas que nunca imaginaste.