“Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura.”
Roberto Bolaño
Para los que son lectores innegables, las noches en soledad son un pretexto para acercarse a los libros y descubrir los títulos más bellos en la historia de la Literatura. Un título que ha quedado grabado por ser una declaración tajante sobre la naturaleza de la soledad es Una soledad demasiado ruidosa (1976). El autor, el novelista checo Bohumil Hrabal (1914-1997), afirmó hasta el final de sus días que sólo había vivido para escribir ese libro. Pocas declaraciones han dejado tan satisfecho al mundo literario, y entonces surge la pregunta: ¿llegaremos hasta el final de nuestras vidas con una certeza tan poderosa como la de Hrabal? Tal vez no, pero como lectores al menos podemos vivir con la seguridad de que tenemos un enorme acervo literario que podrá explicarnos algo sobre nosotros mismos.
Hrabal desarrolló su obra en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, la ocupación nazi y el comunismo más radical. En sus textos, se continúa con la rica tradición literaria europea de diarios exquisitos que desnudan al escritor y al ser humano por igual. En ellos resulta casi imperceptible identificar dónde comienza el diario y termina la novela. Para muchos críticos, Hrabal —el rey sin corona de la narrativa europea— es un escritor ampliamente influenciado por Franz Kafka, ya que utiliza la escritura en primera persona con similar maestría. Probablemente, Bohumil Hrabal escribía de esa forma para desaparecer de su realidad y narrarse a sí mismo, sin la pesadumbre ni la conciencia de saber que él y sus experiencias son los protagonistas. El recurso narrativo de la escritura en primera persona es el escondite ideal para todo escritor cuyo propósito es ocultarse y buscar refugio en su prosa.
En Una soledad demasiado ruidosa, Bohumil Hrabal narra —en forma de monólogo— la vida de un trabajador solitario en un almacén de reciclaje de papel. La historia se desarrolla en una sociedad europea repleta de tensiones y donde la censura traza el destino de la sociedad civil. Este lúgubre y deprimente lugar es el escenario perfecto para un suicidio, pero el protagonista encuentra en los desechos cientos de manuscritos hermosos de la literatura universal que le dan vida a un alma aparentemente destinada a la miseria. Desde textos de Cervantes, libros clásicos de la literatura francesa y grandes obras desechadas por el gobierno checo por ser una mala influencia para la población, Hanta —personaje principal— recoge como un pescador de aliento todo material digno de ser leído, y toda pintura que invita a observar nuestra existencia desde otros ojos, como un gran espejo de habitación medieval.
A lo largo del libro, Hrabal llena de vitalidad la historia del personaje y convence al lector de que más que pena por las condiciones políticas y personales donde se desarrolla la historia, Hanta es un ser bendecido. Día a día se le arrojan montones de papel aparentemente inservibles, pero él encuentra consuelo y fe en la condición humana, una virtud a la que la mayoría de sus contemporáneos no podrían acceder. Las condiciones de trabajo inhumanas por una paga que apenas le permite sobrevivir, hacen de la humildad la mejor cualidad de este hombre maduro. También nos enseña que debemos permanecer conscientes de que todo es finito y está destinado a la derrota y al fracaso; pero que no por ello el camino no será glorioso, ya que el hecho de existir conlleva una carga que hay que sufrir con dignidad.
El novelista estadounidense Henry Miller escribió en su célebre libro Trópico de Cáncer: “todo se soporta: ignominia, humillación, pobreza, guerra, crimen; gracias al convencimiento de que de la noche a la mañana algo ocurrirá, un milagro, que vuelva la vida tolerable”. Por ello debemos permanecer convencidos de que la literatura es universal, le pertenece a todos porque narra el mundo y el sentimiento de habitarlo. Hrabal sabía que el cuestionamiento, la duda y la reflexión ante la tragedia resultan necesarios para sopesar nuestro dolor y transformar nuestra existencia en una obra de arte. Tal vez los libros no cambian la realidad, pero ayudan a resistirla. No hay desgracia que un libro no ayude a soportar e interpretar.
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Hay escritores que se vuelven atemporales por escribir libros cuyos temas son universales y las historias nos dejan mucho más de lo que podemos esperar. Tal vez los libros favoritos de David Bowie puedan hacer volar tu mente. O si estás listo para un desafío, te proponemos un reto literario que te hará leer cosas que nunca imaginaste.