“Hay una enfermedad en el corazón de los hombres. Su síntoma es el odio.
Su síntoma es la rabia. Su síntoma es la furia. Su síntoma es la guerra.
La enfermedad es la emoción humana”.
Padre, en “Equilibrium”.
Imaginemos un mundo donde todos y cada uno de sus habitantes estén libres de cualquier emoción: rencor, odio, celos, cariño, compasión, deseo y hasta el amor han sido erradicados de la sociedad gracias al suministro de un suero llamado prosium. Bajo este escenario se presenta la historia de John Preston, un agente especial del Estado de Librya, encargado de la protección del régimen y de la destrucción de cualquier obra de arte, prohibida por Padre —líder del país—, que pueda despertar emociones en las personas. Así es como se desarrolla la historia de la película “Equilibrium”, dirigida por Kurt Wimmer y estrenada en 2002.
John Preston decide renunciar a consumir sus dosis de prosium y, como es de esperarse, comienza a sentir las emociones de cualquier ser humano y a luchar contra el régimen.
El mundo sin sentimientos que se plantea en la cinta puede parecer ideal por la ausencia de conflictos, pero si miramos con detalle nos daremos cuenta de que esta deshumanización es la que causa el mayor conflicto que lleva a la caída del régimen y al combate interno de Preston. Una de las escenas más dramáticas del film es cuando el clérigo, tras mostrar una total falta de emociones al asesinar a su compañero de equipo, llora al escuchar una pieza de Bethoveen en una de las redadas realizadas y esto le sirve como catalizador.
Algunos pensarán que sin emociones se evitarían conflictos; sin embargo, son nuestra emociones la que nos permiten percibir cuándo un acto es justo o injusto, por subjetivo que esto sea. Al perder la noción de esto, se pierde también la distinción entre el bien y el mal, y al encontrarnos sumisos a la doctrina antiemocional, el hombre pierde el sentido mismo de la vida.
Fue Nietzsche quien planteó lo siguiente: “todo lo que se hace por amor, está más allá del bien y del mal”. Y bajo las circunstancias en las que se encuentran los ciudadanos de Librya en la película, la máxima del pensador alemán podría perder todo su efecto, pues estos individuos no saben qué es el amor y, como consecuencia, desconocen su significado. Es a esta deshumanización a la que el clérigo le hace frente, pues al dejar de consumir el suero, empieza a sentir y experimentar cosas nuevas.
La cuestión sobre el enfoque benévolo o malévolo de las acciones de Preston, puede resolverse mediante la misma máxima planteada por Nietzsche, para liberarnos de toda la moral posible; sin embargo, respecto al acto de deshumanización encontramos que las personas ya son un ser amoral, entonces, ¿por qué sus actos son calificados como buenos o malos? Pues esta moral deshumanizada no es más que “lo real” respecto a la realidad que se vive y se construye a partir del imaginario.
Para ser más claros, nuestra realidad está determinada por nuestras fantasías —el sueño americano, por ejemplo, o las ansias de guerra que tanto exponen las películas bélicas—, pero tras la máscara, es decir, lo imaginario, hallamos lo verdaderamente “real”. Es así como “Equilibrium” no nos muestra un futuro utópico, sino que encontramos una apología a nuestra sociedad actual, con toda su indiferencia respecto al ser y las actitudes amorales no sólo frente al hombre, también frente al cuidado del planeta con tal de satisfacerse.
La pregunta final sería, ¿cómo vivir cuando sacrificamos nuestros sentimientos en este desierto de fantasías sin sacrificar nuestro imaginario? Como lo hizo John Preston en la cinta.
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A través del cine es posible conocer de qué son capaces los seres humanos, como estas películas que puedes ver para conocer la frialdad y la crudeza del ser humano. También te interesará ver estas cintas sobre trastornos mentales que no conocías… tal vez descubras que no eras tan normal como pensabas.