Gaspar Noé lanzó Enter the Void en 2009, y se convirtió en una de sus películas más emblemáticas. Además de tratar la visión del alma y la muerte del libro de los muertos, su tema principal era el vacío que el mundo y el negocio de las drogas podía producir. Es evidente que para el mensaje tan poderoso que intentaba difundir, necesitaba abordar a los narcóticos desde un punto de vista alejado de clichés y lugares comunes. Es decir, no abordó de las sustancias conocidas como la cannabis, la cocaína, la metanfetamina o la heroína, sino que el villano y protagonista fue el DMT, Dimetiltriptamina, una de las drogas más raras y poco conocidas que existen.
El director argentino plasmó su “viaje” como un espacio oscuro adornado por figuras parecidas a arañas, células o mandalas de colores que se mueven lentamente. Al ver esa película nos genera diversas preguntas: ¿cómo conseguirla? y ¿de verdad existe? Sí, existe, pero se ha encontrado una sustancia más fuerte que es justo un derivado del DMT.
A esta nueva droga se le conoce por dos nombres: “escamas de sapo” y “la molécula de Dios”. En España, las autoridades están en alerta por el naciente consumo de la población por medio de sesiones pagadas en aproximadamente 120 euros. En algunos países europeos, además de los ibéricos, se están preparando antes las posibles consecuencias de una droga que puede ser mortal.
Con globalización fue posible expandir a la “molécula de Dios” de zonas indígenas de México hasta el viejo continente. Dicho estupefaciente se extrae de un sapo llamada Bufo Alvarius, mejor conocido como sapo del desierto de Sonora; sin embargo, el poco conocimiento de esta droga de moda hace que las autoridades y medios la confundan con el DMT. Si Gaspar Noé no miente en su cinta, los efectos del DMT son completamente distintos al de las escamas de sapo. Debido a su origen chamánico, la molécula de Dios produce un estado de paranoia tan elevado que provoca gritos incontrolables y ojos en blanco. Nada parecido a las moléculas psicodélicas de colores vivos que se muestran en la película ambientada en Tokio.
Hasta este punto, parecería que el problema es europeo, pero no es así. En realidad, la droga del Bufo proviene de México, de los rituales ancestrales en los que la rana se utilizaba; junto a la ayahuasca y al peyote, la sustancia del sapo de Sonora es una de las esencias sagradas que ayudaban a encontrar la divinidad de los señores mesoamericanos.
De acuerdo a los testimonios de quienes la han probado, se dice que prolonga la noción del tiempo como muchas otras drogas; en la época prehispánica esto era para entender a la eternidad desde sus preceptos. Además de brindar integración y equilibrio energético, pues lo que viene de la Tierra te hacer ser parte de ella. Los efectos duran de 15 a 20 minutos, y deja un rescoldo psicodélico que provoca la misma sensación pero durante el sueño. Aunque consideran que puede ser mortal, no existe forma comprobada de sufrir una sobredosis, pues el cuerpo tiene un número limitado de receptores triptamínicos y después de cierta cantidad, ya no puede absorber más.
Paradójicamente, al sapo del desierto de Sonora se le utiliza para extraer propiedades que ayudan a curar a pacientes de adicciones, sobre todo en las regiones del norte de México, debido a la ola de expansión del narcotráfico que proviene de la frontera con Estados Unidos, aunque estos tratamientos aún son experimentales.
Aun así, se requieren más estudios que comprueben cuáles son los efectos que causa consumir esta sustancia, pues mientras algunos dicen que es un droga muy fuerte, otros afirman que la experiencia fortalece el espíritu. Lo único cierto es que se trata de una sustancia ancestral parecida al peyote, por lo que es recomendable leer a Bernardino de Sahagún o Aldous Huxley para conocer más de este tipo de drogas.
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