El sol, la luna y todos los astros luminosos nos encantan con su brillo de una forma inexplicable. Alrededor de su contorno una nube de luz y belleza se posa en estos cuerpos para convertirlos en estrellas. Este aro de resplandor no sólo rodea algunas figuras celestes, también se refleja sobre unos cuantos que fueron dotados de un gran encanto físico. Éste no sólo nos atrae, también nos hipnotiza hasta convencernos de ser perfecto. Sentir afinidad o empatía por las personas atractivas no es sólo cuestión de estética. Este fenómeno se conoce como el “efecto halo”, el cual nos convierte en víctimas de la misma belleza. De acuerdo con esta inclinación psicológica, no sólo es más fácil enamorarnos de un hombre guapo o de una mujer sensual, sino que nuestra mente supone que alguien bello es una mejor opción para consolidar una relación. Es decir, en alguien bien parecido, de rasgos hermosos y apariencia pulcra, nos será mucho más fácil llegar a confiar que en alguien tosco. Esta trampa visual y cognitiva es la razón por la que muchas relaciones fracasan. Todas las veces que nos preguntamos: ¿por qué no funcionó si al principio todo era perfecto?, ¿en qué momento se volvieron tan complicadas las cosas?, ¿por qué razón mi pareja se convirtió en alguien tan diferente? El efecto halo está involucrado. La confusión que nuestro cerebro sufre al conocer a alguien con características físicas grandiosas, genera ciertas situaciones difíciles de comprender e identificar.
Cuando conocemos a alguien atractivo todo marcha de maravilla al principio, después nos comenzamos a acostumbrar a su belleza y entonces descubrimos su verdadera personalidad, así funciona el efecto Halo. No significa que las personas bonitas nos engañen o se oculten debajo de un hermoso disfraz, más bien nuestra concepción de ellos se tergiversa al embotarse en la perfección de su físico.
La sociedad, nuestras familias, Disney y los medios masivos nos han enseñado a creer que una cara bonita es la de alguien amable, bondadoso, de buenas intenciones y con valores respetables. En cambio, hemos aprendido que una apariencia común o fea pertenece a alguien con pocas capacidades, atributos negativos y una vida decadente. Por lo tanto, también hemos entendido que encontraremos el amor sólo en alguien que cumpla o rebase todas nuestras expectativas físicas. Las cualidades superficiales se han convertido en el gancho que nos convence de haber encontrado a la persona indicada.
Además de engañarnos desde la primera impresión, nuestro cerebro se comporta muy extraño cuando está cerca de una mujer o un hombre que nos encanta físicamente. Debido a esa debilidad por su apariencia comenzamos a justificar todas sus acciones, no importa si su comportamiento nos molesta o si sus acciones nos hieren, intentamos darle una explicación a todo antes de atrevernos a ver la realidad. Nos cuestionamos ¿cómo una mujer tan hermosa podría estar tan vacía por dentro?, ¿cómo un hombre tan atractivo podría ser tan cruel? Nuestro cerebro no entiende ni es capaz de manejar ese desequilibrio entre el físico y los rasgos intrínsecos de alguien, por lo tanto los comienza a camuflar.
Estos prejuicios cognitivos comprueban que en realidad somos una sociedad tan superficial como creíamos. Tanto como para sabotearnos al elegir una pareja que sabemos nos lastimará en algún momento, pero que nos rehusamos a abandonar por el simple hecho de ser bella. No queremos decir que sólo las personas con rasgos menos agraciados sean las que nos pueden hacer felices en temas de amor, pero las probabilidades de que alguien guapo sea tan agradable por dentro como se ve por fuera, no son muchas.
Es importante reconocer si el efecto halo nos está cegando, su luz apantalla, pero también confunde. No podemos enamorarnos de un rostro o un cuerpo, pues jamás sabremos quién y cómo es la persona que tenemos frente a nosotros. Por lo tanto, jamás podremos entablar una relación real, con vínculos estrechos y una comunicación profunda. El físico es parte de la atracción, pero los pensamientos y sentimientos terminan por sellar a una verdadera pareja.
El efecto halo es la razón por la que muchos continúan fracasando en el amor, pues con el afán de cubrir todas sus expectativas visuales, ellos dejan de lado los valores, objetivos e intenciones de la persona de la que deciden enamorarse. Enfrascarse en un prototipo de hombre o mujer es la primera señal de que el físico está tomando un papel más importante del que debería. Elegir a una pareja con base en sus rasgos exteriores es como enamorarse de un desconocido al que le entregas todo de ti a cambio de algo inesperado, lo cual podría ser aquello que tanto buscabas o eso que más odias en una relación.