Te vi mientras llorabas y mientras reías también; te vi ganando y perdiendo, te vi débil y también fuerte. Te vi con ropa y desnudo todavía más. Te memoricé, me aprendí cada uno de tus gestos, no había ninguno nuevo aun con el tiempo, me aprendí el camino de tus lunares y también el que daban tus pisadas. Sabía lo que pensabas incluso antes de que lo dijeras; sabía el movimiento que hacías con las manos cuando estabas enojado y también la sonrisa que ponías cuando te sentías incómodo. Me enamoré de cada parte de ti, de cada centímetro, de cada detalle y de cada paso. Me enamoré de tu llegada y hasta de tu partida, del verte llegar en medio del caos e irte en medio de la calma a punto de regresar la tormenta. Me enamoré de tu tiempo y tu destiempo, porque aunque hayas llegado en el momento indicado, te fuiste en el equivocado. Y está bien, también es parte de ti y también lo amé.
Te fuiste como aquel aire cuando entra la primavera, fuiste un tiempo breve como un desayuno por las mañanas. Te fuiste demasiado pronto –o demasiado tarde– sin siquiera ver atrás y pensarlo dos veces, tres, cinco, sin siquiera dudarlo. Te fuiste cuando más enamorada estaba, cuando más encantada con tu aroma estaba, cuando apenas estábamos aprendiendo a bailar, cuando más te anhelaba, cuando más me refugiaba. Así como el cigarro, te convertiste en mi adicción, una de la que no necesitaba salir, ni analizar, una que habitaba y permanecía… hasta que se agotó.
Juntos éramos paz, eras mi complemento perfecto, la pieza que siempre podrá mantenerme completa: lo que siempre soñé. Eres la luz al final de túnel, eres amor, eres calma, eres el mar mismo cuando se desea vacacionar; eres todo eso que cualquiera pudiera desear. O al menos lo que yo siempre desee. Fuimos tanto amor, que me quedé un poco sin él ahora que te fuiste; éramos los indicados en el momento equivocado. Quizá en otra vida, en otro cielo, o en otro baile volvamos a coincidir y, ahí, sí sea nuestro tiempo. Hoy no lo es, ni mañana, ni en nuestro próximo supuesto aniversario.
No tengo dudas de que fuimos la más sincera de las historias, el más romántico de lo amores, la más intensa de las luces. No tengo dudas de que me amaste con cada parte de tu ser, y de que yo te amé con cada parte del mío. No tengo dudas de que lo dimos todo, incluso más. No tengo dudas de que fuimos mucho más de lo que soñamos, que fuimos un cielo entero. Que fuiste el amor de mi vida y, quizá, yo de la tuya. Que lo fuimos todo… pero en el momento equivocado.
Nunca tendría las suficientes palabras para describirte todo lo que me hiciste sentir, todo lo que aprendí de ti y todo lo que te agradezco. No me alcanzarían las palabras para lamentarme por el mal momento, ni por la visita de ambos en la vida del otro –hermosa, por cierto– ni siquiera por el caos después de ésta. Lo resumiré en éstas: nunca te olvidaré.
Debo soltarnos, sí lo haré de hecho, sin embargo, no quiere decir que sea algo malo; sé que el futuro nos guarda algo mejor que, aunque no sea a nosotros, será la persona indicada en el momento indicado. Mientras cuídate, mantente y logra. Gracias, mi amor, por tu amor; gracias, mi amor, por el tiempo juntos; y gracias por ser el amor de mi vida, el más fugaz pero también el más sincero. Te amo y te guardo siempre, y aunque no haya sido ésta nuestra vida, nos volveremos a ver en otra.
Adiós, amor de mis días. Adiós, amor de mi vida.
VER MÁS:
Quiero que me elijas todos los días, y si no lo haces prefiero que te vayas.
Me da gusto que hayas encontrado con ella la felicidad que ya no tenías conmigo.
Por qué duele tanto ver a la persona que amas con alguien más.