Desde niños nos enseñan que debemos ser obedientes, que ésta es una virtud y nos hace mejores personas; sin embargo, el psicoanalista alemán Erich Fromm (1900-1980) nos explica cómo la historia humana comenzó con un acto de desobediencia y puede terminar con un acto de obediencia. Se nos dice que no hay otra forma de vivir, que la sociedad se rige por normas —incluso la misma naturaleza está atada a obedecer un instinto y un orden preciso—, ¿pero qué habría sucedido si nadie hubiese soñado con volar, plasmar imágenes o ir en contra de un régimen político?
A incontables científicos y artistas se les juzgó de locos por atreverse a ir en contra de las leyes naturales, humanas y las costumbres. Por ejemplo, los insurgentes y líderes que han movilizado a naciones enteras; o la escritora Sor Juana Inés de la Cruz, quien gracias a su valor pudo heredarnos uno tradición literaria; o hasta rebeldes rockeros que han transformado la música. Incluso en la tradición religiosa hay historias de desobediencia; como Adán y Eva, que al ser expulsados del paraíso reconocieron su existencia como individuos. Todos estos personajes son prueba de que la desobediencia puede llevarnos a crecer y alcanzar lo que ahora nos parece inimaginable.
Lo normal es lo que se somete, la rebeldía en cambio busca en la oscuridad, entre aquello que se mantiene oculto o prohibido. Busca expandir los límites que han sido impuestos y normalizados mediante prejuicios e ignorancia. Por eso el principio de la desobediencia es cuestionarlo todo; y no sólo a quienes te rodean, sino a ti mismo. En el autoconocimiento es en donde comienza la revolución, entender el origen de tus acciones y pensamientos te dará el control de quien en verdad eres.
El miedo es natural, todos queremos sentirnos seguros. La desobediencia requiere fortaleza, porque se trata de ir más allá y aceptar que probablemente tendrás que hacerlo solo. También necesitarás entender que cometer errores será necesario para salir de esa zona de confort en la que no pasa nada, en donde te sientes protegido y tienes la aprobación de otros. Siempre será más sencillo dejar que los demás te digan qué pensar, hacer o desear; pero el miedo es una forma de vivir en el vacío, como dormida. ¿Acaso la vida no merece ser vivida en plenitud?
Las autoridades son figuras que deben inspiran respeto por su calidad moral y su experiencia, no a través del miedo o el interés por una recompensa. Ser un líder que impone la obediencia habla de un desarrollo espiritual pobre, alguien que no ha logrado comprometerse con principios que sean verdaderamente trascendentales. La verdadera autoridad actúa mediante la intuición y la reflexión, e inspira a los demás a actuar de la misma forma sin la imposición de un modelo de conducta.
La libertad es real sólo cuando hay un sentido de colectividad. Esta rebeldía que libera se logra a través de una conciencia despierta, que irremediablemente te hará reconocer que formas parte de un todo y que eres responsable por ti y quienes te rodean. Si pretendes vivir sin considerar a los otros, el egoísmo te llevará a un aislamiento en el que la vida humana se vuelve insostenible. Recuerda que “hacer lo que quieras” no es libertad; se requiere coraje para superar la pereza y asumir enteramente las responsabilidades que nos corresponden.
Sí, desobedece; pero recuerda que cada acto de desobediencia debe ser una búsqueda de la verdad, la justicia, el amor o la felicidad. Al cuestionar es esencial tener dirección y ser leal a principios que son más grandes que nosotros mismos. Es sencillo apegarse a objetivos efímeros —como el éxito económico, el placer, la popularidad o el entretenimiento—, pero todos ellos son superficiales, aportan poco o nada a nuestro espíritu; éste se alimenta de valores trascendentales, que van más allá de esta vida.
Para todos es evidente que el mundo no funciona como debería, en todos aspectos la humanidad tiene retos que enfrentar. Lo cierto es que no nos acercaremos a una solución: pensar y hacer, alejarnos de aquello que nos despoje de nuestra humanidad y nos convierte en autómatas, insensibles a lo que sucede. Debemos reconocer todo aquello que nos aleja de lo humano, verlo a la cara y desobedecerlo.
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La rebeldía del espíritu se debe reflejar en el arte. Si quieres aprender más sobre cómo vivir la vida de acuerdo a tus propias normas, aquí te compartimos las lecciones de una artista auténtica y rebelde para transgredir en el arte.