¿Quieres saber algo de la vida? Ellas lo saben todo. Saben el color del traje que te pondrás, saben lo que piensas e incluso lo que no quieres pensar. A menudo no piensan en ello, porque tienen cosas más importantes en que ocupar el tiempo, como estudiar, mirar la televisión o ingresar en alguna organización: ya lo entenderás.
Y si no lo entiendes, no tiene importancia. Todas, aún las más sigilosas, son putas fantásticas. Abren sus bocas como si las abrieran las fauces del tiempo, todo es devorado. Cargan la belleza como sacos de harina. Todas te olvidarán.
¿Dónde se encuentra el conocimiento del mundo, dónde la materia oscura y la propulsión de todo misterio?
Las vulvas van de un lado a otro, pregonan que todo lo saben, y es cierto. Una vez que la flor es abierta el conocimiento se muestra intacto. ¿Dónde está el truco? La flor se cierra demasiado aprisa, la luz es cegadora y la noche oscura. Aquel secreto vuelve a quedar dentro como un tesoro de aire y aunque visitemos mil veces el capullo, apenas si podremos sacar algo en claro. Esto les pasa también a ellas. Algunas olvidan ser la fuente de todo placer y dolor —y la búsqueda del secreto—.
Otras, como masturbadoras compulsivas, derriten sus cuerpos envueltas en sudor y se les tuesta la piel. Otras abren sus vulvas y nos llaman con el mismo objeto y el nacer incesante. Otras sacan sus lenguas e imaginan que se extienden hasta la vulva para acariciarla como a un animal herido. Otras requieren mil lenguas sobre el mismo sitio. Otras tragan penes como espadas y su saliva tritura el arma. Otras exhiben sus pechos como inocentes, a la espera de que el sol las posea y así revivan los dioses.
Las vírgenes se parecen a las selvas tropicales, en tanto las casadas a los pueblos abandonados.
¿Quieres saber algo? Ellas lo saben todo. Desde la ignorancia hasta la correcta apertura de una lata. Pero no digas nada.
Decirlo es estúpido, como mencionar que el sol está ahí cerca, entre las nubes.
No toda mujer es puta, toda puta es, además, mujer.
¿Eres un muchacho estúpido? Toca a una mujer blanca.
¿Un hombre desagraciado? Folla a una mujer blanca.
¿Un espíritu desangelado? Bebe a una mujer negra.
¿Una chica moderna y aburrida? Acuéstate con otra chica, al menos una vez al año.
¿Eres un sabio? Lame el recuerdo de los cabellos de alguna mujer.
¿Una filósofa? Habla con algún viejo sobre las mujeres, del yin, de alguna cosa semejante y emborráchate. El yang espera.
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Dejar ir al amor de nuestra vida es difícil pero es una experiencia por la que debemos pasar, pues sólo de esta manera nuestra inteligencia emocional puede formarse, pues como dice el poema “no la necesito, pero la quiero”, lee más aquí.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenece a Melina Weger.