Si no has estado en la fila del supermercado y decides tomar una revista para ver tu horóscopo… ¿qué sentido tiene hacer las compras del hogar? Si no esperas esa sección de tu programa matutino predilecto para que esa mujer extravagante te diga la suerte del día, ¿para qué llegas tarde al trabajo si no has disfrutado de la primera profecía del zodiaco?
Si bien es cierto que muchos tenemos el criterio suficiente para aceptar que los horóscopos son sólo un juego que asegura adivinar nuestra personalidad y destino con base solamente en el día en que nacimos, es verdad que nos encanta dejar las cosas a la suerte y al destino. Nos gusta forjar nuestro carácter y personalidad con base en lo que alguien más diga sobre nosotros porque, ¿cómo escapar de lo que ya está escrito?
O al menos eso solíamos creer hasta hace poco. ¿Acaso los horóscopos pueden tener algún valor científico? Un estudio difundido en la publicación Comprehensive Psychology demostró que de hecho, nuestra fecha de nacimiento sí es capaz de influir en nuestra personalidad pero no del modo que creemos.
En realidad, no existe evidencia científica de que la astrología funcione pero, según el doctor Mark Hamilton y su estudio, sí es posible entender mejor el comportamiento de los individuos “si éstos se relacionan en grupos cuantiosos que hayan nacido en la misma época del año”.
En sus primeras observaciones, Hamilton tenía una muestra de 300 celebridades, tanto políticos como científicos, artistas y deportistas. En su estudio, Hamilton tomó como variables a comparar algunos de los elementos que se usaban en la astrología desde épocas antiguas como los elementos, la dualidad entre oscuridad y brillo, y las cualidades de los signos como mutabilidad. De este modo, logró clasificar a los meses y la cualidades de los signos con una correlación precisa.
Otros factores como la exposición a la luz del sol podrían determinar algunos patrones de comportamiento. De hecho, una publicación del Nature Neuroscience asegura que, además de todas las cosas que pueden afectar el desarrollo de un bebé en la matriz, virus estacionarios y hasta la luz de sol podrían cambiar también el desarrollo de un bebé. Cabe destacar que este estudio de 2010 comenzó con grupos de ratones que se exponían a luz artificial similar a la del verano o al invierno y los resultados fueron similares a los que logró Hamilton; más tarde, la investigación continuó y aún sigue para ver si los mismos factores son aplicables en humanos.
Otro estudio de la Universidad Semmelweis en Budapest, a cargo de la investigadora Xenia Gonda y presentado en el Congreso de Neuropsicofarmacología en Berlín, también muestra premisas que apoyan esta teoría.
Aunque aún hay que leer con precaución los resultados, los patrones de comportamiento de acuerdo a la temporalidad del año son bastante consistentes.
Marzo, abril, mayo
Primavera
Probablemente los que han nacido en meses como marzo, abril y mayo sean aquellos que tengan un mayor optimismo ante la vida. Son ellos los que consideran que el vaso siempre está medio lleno y creen que después de la tormenta llegará la calma.
De hecho, según el estudio de Gonda, los nacidos en estos meses tienden a un temperamento hipertímico, lo que quiere decir que muestran exceso de actividad, euforia, muestran mucha afectividad, verborrea y exaltación; por lo tanto, las personas nacidas en estos meses suelen ser bastante alegres y optimistas, satisfechos con la vida.
Junio, julio, agosto
Verano
Según la publicación Nature Neuroscience, aquellos que nacieron con luz de verano (artificial en su estudio) eran más receptivos al cambio y tenían un ritmo cardiaco mejor.
Aunque igual que los nacidos en primavera, quienes nacen en verano no tienen tantos problemas con la tristeza, los que nacen en meses como junio y julio suelen tener un humor cambiante y voluble. De hecho, aunque se les asocia también con un temperamento hipertímico, también poseen fuerte influencia de temperamento ciclotímico, mismo que se relaciona con múltiples episodios de ánimo y energía con o sin irritabilidad que se alternan con depresión leve, es decir, su humor está en constante cambio; algunos incluso pueden sufrir de ansiedad.
Septiembre, octubre, noviembre
Otoño
Debido a la gran cantidad de nutrientes que están disponibles por ser meses de cosecha y no experimentar el frío que trae consigo enfermedades, los nacidos en otoño tienen bajos niveles de depresión; aunque son bastante irritables. De hecho, según los estudios, los nacidos en noviembre son aquellos que tienen menos promedio de depresión. Este clima estable se relaciona con la persistencia y obstinación.
Diciembre, enero, febrero
Invierno
De diciembre a marzo, los meses húmedos, están conectados con la creatividad de acuerdo con el estudio de Hamilton y además, según el estudio de Gonda, los nacidos en estos meses son menos propensos a ser irritables.
Pero el estudio de Hamilton mostró también que aquellos que nacieron en esta época –o a los que les dejaron de dar pecho con luz de invierno artificial– se ajustaban con más dificultades al cambio, tenían hábitos de alimentación pobres y, del mismo modo, menos niveles de actividad.
Según estos estudios, los bebés que nacen en esta época del año tienden a padecer múltiples trastornos mentales como esquizofrenia, desorden bipolar, trastorno afectivo estacional y depresión, de hecho, esto tiene sentido si pensamos en los ratones que se mencionaron en la introducción y cómo éstos tenían problemas para adaptar su reloj biológico.
Estos estudios pueden no ser precisos pero guardan gran relación entre sí y también cobran sentido al mirar el horóscopo y ver las cualidades de cada signo.
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