Por alguna razón, desde que somos pequeños comenzamos a clasificarnos entre nosotros, es decir, clasificamos desde el color de ropa, los juegos, por qué los niños se tienen que vestir de azul y jugar con carritos y luchadores, al futbol, a los soldados; por qué las niñas tienen que jugar con muñecas o a la comidita, ayudar con los trabajos del hogar por mínimos que sean, y son clasificadas también como más débiles en comparación al sexo opuesto.
Por mucho tiempo se ha creído que las niñas deben de ir vestidas de rosa, usar moñitos, vestidos y faldas, jugando solamente con muñecas y no practicar ningún deporte, sólo por el simple hecho de considerar que son más delicadas. Entonces, ¿por qué utilizamos las etiquetas sociales? La culpa es de la sociedad está claro, y aunque poco a poco se ha ido tratando de cambiar este chip, la realidad es que sigue muy presente.
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Cada vez se habla más de la igualdad de género y es un gran avance, sin embargo, no siempre se respeta por el simple hecho de la educación que se da desde niños y la manera en que estos se van desarrollando con el tiempo. Hay menores que crecen con la idea que las mujeres únicamente sirven para estar en la casa cuidando a los hijos, haciendo la limpieza y todos los deberes que implica tener una familia. Pero ellas son mucho más que eso. Creer que las mujeres no tienen ninguna otra habilidad fuera del hogar es conocido como una mentalidad machista, la cual a pesar del tiempo en el que vivimos se sigue presentando y desencadenando incluso en casos de violencia severa.
Aunque hay admitir que también existe el lado contrario de las cosas, aquellas mujeres que son extremadamente feministas, que no soportan una broma y todo comentario contrario a lo que piensan se lo toman demasiado personal. No aceptan a quienes no compartan sus ideales mostrando una evidente intolerancia y falta de consideración. Debemos recordar que vivimos en una generación en la que tener una opinión cuesta, y así como pedimos que la respeten, también se trata de respetar la de los otros. Logrando entonces, una armonía social.
Todo esto radica en la educación que les damos a los niños y niñas desde sus primeros años, ya que en ocasiones es culpa de los padres al no hacer bien su trabajo de enseñanza. No se trata de mandar a los pequeños a la escuela y esperar que los profesores hagan todo, pues recordemos que la educación más importante comienza en casa. Se va a la escuela a reforzar esos valores y conocimientos, aquellos que mamá y papá nos han mostrado. Se va a la escuela a aprender cosas nuevas que nos ayuden a ser mejores personas en un futuro.
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