«All you need is love», dijo John Lennon con la seguridad de que un mundo con amor es lo único necesario para una vida mejor; sin embargo, en cuanto a relaciones se refiere, esto no siempre sucede así.
Aunque conocer al amor de tu vida es una posibilidad extremadamente remota, un evento que podría considerarse como un “milagro cósmico”, no es suficiente para asegurar un triunfo en el amor… incluso sería lo peor que te podría pasar y es culpa del timing.
Pocas veces somos conscientes de la importancia de las coincidencias, los momentos exactos, las personas correctas y de que, por mucho que duela, todo eso está fuera de nuestro control. Estamos sujetos a designios que están fuera de nuestro entendimiento, y no, no es una versión romántica para culpar al destino por la “mala suerte”, es un hecho constatable y doloroso más común de lo que quisiéramos.
Imagina lo siguiente: un día decides salir más temprano de casa, o en lugar de transportarte en bici, te sientes cansada y tomas el metrobús, o Uber, o cualquier otra cosa diferente a lo que acostumbras. Entonces, en medio de ese hoyo en la rutina, algo jala tu vista, y es él, lo sabes, no entiendes cómo lo sabes pero es así, porque a veces el entendimiento no tiene nada que ver con la razón. Y entiendes también que él lo siente.
Una semana después, ya que hablaron, se conocieron un poco e hicieron un millón de cosas que nunca habían hecho con nadie más, estás bien segura de que es el hombre perfecto para ti, y tú eres perfecta para él. Porque nadie te había escuchado con tanta atención al hablar de las miles de cosas que te preocupan en el mundo. Porque nadie te había hecho sentir tan libre. Porque nadie te había hecho sentir tan bien como para dejar ir toda tu locura y tu mal humor y tu paranoia. Porque nadie había tomado tan en serio esas teorías de conspiración que sólo se gestan en tu cabeza.
Si el timing está a tu favor, mejor dicho, si hay timing, todo lo que has sufrido habrá valido la pena y te llevó hasta ese momento. Porque si lo hubieras conocido dos minutos, un año o incluso un mes antes, no estarías lista para todo lo que experimentas, para todos los cambios y emociones que se sienten como un tsunami sentimental e incontrolable, pero que al mismo tiempo te lleva a salvo a las orillas de sus brazos. Y lo mismo para él, quizá seis meses antes acababa de terminar un ciclo doloroso, quizá dos meses antes había decidido vivir en otra ciudad, pero en ese momento en el que se encontraron ya habían reorganizado sus vidas, el cosmos había trazado la línea que entrecruzaría sus vidas y, a partir de ahí, todo estaba listo para que fluyeran como los riachuelos tranquilos que corren entre las montañas, secreta y dulcemente.
Porque sí, el timing puede ser un robo que le haces al destino o un regalo que algunas fuerzas cósmicas te han dado. Por el contrario, si ambos se encuentran en el momento equivocado, si la sincronía mágica no está lista, ese milagro se convierte en el peor de los castigos; puesto que, aunque sean perfectos, no estarán preparados y todo, tarde o temprano, quedará en el olvido y en el imposible más doloroso. En la espera de la simultaneidad puedes pasar los años más dolorosos de tu existencia siempre con el riesgo de que el timing se escurra entre tus manos.
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