En la ciudad de Tulancingo hay una leyenda que prácticamente todos los lugareños escuchamos al menos una vez: la de la terrorífica Hacienda de Exquitlán, también conocida como Hacienda del Pomar, que supuestamente perteneció a un hombre malvado y poderoso, con un gusto perturbador por echar a los pretendientes de su hija a los puercos. Se encuentra en la carretera Tulancingo-Cuautepec y, además de ser el hogar de la famosa sidra Pomar, que se vende en todo el país y sobre todo en temporada navideña, esta hacienda hidalguense es fuente de incontables leyendas de terror, que se cuentan en los pasillos de la Prepa 2 o frente a un guajolote en las frías noches de otoño.
La leyenda de la Hacienda del Pomar
La historia cuenta que el dueño de la casa era un hombre llamado Pánfilo García Otamendi, dueño de varias haciendas en todo el país. Él tenía un hijo y una hija y una de sus más grandes preocupaciones eran sus futuros matrimonios, en los que recaerían su legado y su fortuna. Aunque ella tenía varios pretendientes, él consideraba que ninguno era digno y sospechaba que esos hombres querían casarse con ella solamente por el dinero. De esa manera, cuando entraban a su casa de Exquitlán a pedir la mano de su hija, Don Pánfilo los asesinaba, los descuartizaba y después se los daba a comer a sus puercos. Otro dato perturbador de esta historia es que el único hombre que aceptó como esposo de su hija fue su otro hijo, así que los casó (así como los Targaryen, pero en Tulancingo).
Se dice que Don Pánfilo era un hombre tan malvado que la misma tierra lo rechazaba: cuando murió y fue enterrado, su féretro amanecía afuera al día siguiente. De acuerdo con un artículo de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, los lugareños pagaron a unos arrieros por tirar el cuerpo en el cerro del Yolo. Mientras tanto, la fortuna del señor quedó enterrada en algún lugar de la Hacienda del Pomar y, hasta ahora, no ha sido encontrada.
De la leyenda de Don Pánfilo nacieron otras que marcaron la histórica casa como una mansión embrujada, en la que, se rumora, se realizaron rituales satánicos y sacrificios. Se construyó en 1868, según indican las inscripciones en la entrada, y se terminó hasta 1908. La decoración de la casa art-noveau ayuda a mantener vivo el aire “maldito” de este lugar con ángeles, querubines y rostros tallados.
La primera vez que entré a la casa de la Hacienda del Pomar fue a mediados de los años 2000, cuando la leyenda ya la había vuelto un lugar de culto que todos querían visitar (legal o clandestinamente). Fue en octubre, cuando alguien tuvo la idea genial de convertir la histórica mansión en una casa de terror: por cincuenta pesos era posible recorrer cada una de sus habitaciones ambientada como en una película de terror: un cuarto de ‘El Exorcista’, un pasillo en el que te perseguía un simi Jason Voorhes y otras atracciones. Hoy, la Hacienda del Pomar sigue siendo un punto de referencia en Tulancingo que, junto con el Cerro del Yolo y los supuestos túneles subterráneos, es uno de los lugares “embrujados” más famosos de la ciudad.