Llevados por su eterna y nata megalomanía, los hombres siempre se han desecho de todo aquello que ponga en evidencia su imperfección; lugares como el hospital de La Castañeda, que fue el centro psiquiátrico más grande de México durante 58 años, donde a través de sus corredores desfilaron una infinidad de pacientes con problemas mentales que fueron sometidos a maltratos inimaginables, hoy quiere ser olvidado. Es difícil imaginar lo que el ser humano es capaz de hacer con tal de mantener oculto todo aquello que le causa cierta sensación de incomodidad.
La Castañeda no fue el único lugar donde los internos recibían malos tratos por parte de los médicos y asistentes, alrededor del mundo durante buena parte del siglo XX, las personas consideradas poco cuerdas eran sometidas a sesiones inhumanas de electroshocks para curar sus afecciones. Carl Solomon uno de los héroes de “Howl”, el famoso libro de Allen Gisnberg, vivió sus últimos días padeciendo a causa de este cruel tratamiento.
No sólo los enfermos mentales corren la terrible suerte de ser tratados como animales por aquellos que los vigilan, los presos en algunas cárceles del mundo son privados de su dignidad en el mismo instante en el que pisan por primera vez una celda. Bajo la premisa de que un hombre deja de lado su humanidad en cuanto se vuelve un delincuente, los mismos encargados de las prisiones se encargan de recordare que ha pasado a ser algo menos que un objeto; algo que ocurre en la prisión de Brasil donde no hay lugar para un preso más.
Con ayuda de su cámara, el fotógrafo, Tommaso Protti, ha documentado el horror que viven los internos de una de las cárceles más pobladas del mundo, situada sólo debajo de algunas de Estados Unidos, Rusia y China. Todas las imágenes que el artista logró captar están reunidas en una serie que recibe el título de “Ta Cheio”, la expresión que gritan los presos para indicar que no hay más lugar en las celdas.
En la prisión hay 680 mil personas encerradas en un edificio con capacidad para 300 mil; además, por si este dato no fuese suficiente, se espera que para 2018 la población en este edificio incremente un 33 %. De esta manera, nos podemos dar cuenta que las fotos de Protti no son sólo un testimonio de la vida de estos hombres y mujeres, sino también de lo que se acerca.
Rostros llenos de sufrimiento y cuerpos prensados que apenas al verlos viene a nosotros una leve ataque de claustrofobia, cosas que reinan a través de las imágenes que constituyen esta serie, invitándonos a reflexionar sobre la pésima calidad de vida a la que es sometida esta gente.
Después de ver estas imágenes, lo único que queda preguntarnos es si ésta es la verdadera forma de hacer justicia; ahí dentro hay muchas personas que están cumpliendo largas condenas por delitos menores, sí, es injusto que ellos lleven una vida normal después de arruinar -incluso terminar- la vida de otros, pero es seguro que ante esta evidente pérdida de dignidad más de uno de ellos preferiría estar muerto.
*
Fuente
Tommaso Protti Web
Guardar