Es curioso cómo es que, mientras la tecnología avanza, cada producto que aparece en el mercado es considerado una herramienta en función de lo que éste puede hacer por las personas. Desde plataformas como LANDR que permite a los productores musicales independientes realizar una masterización exprés, hasta un simple posteo en cualquier red social; absolutamente todo aquello que nos ha facilitado la vida es digno de estar bajo esa etiqueta.
¿Pero en serio algo tan efímero como una publicación o una fotografía nos facilita la vida? Desde luego que sí, la manera en que estos contenidos nos ayudan a comunicarnos con las demás personas es sumamente poderosa. Tanto es el impacto de las redes sociales en nuestra vida que incluso la selfie más inocente se puede convertir en la mejor decisión de nuestras vidas o al menos eso es lo que opinan algunas personalidades como James Franco.
Tras ser calificado como el “rey de la selfie” por Savannah Guthrie del programa TODAY de la NBC, en Estados Unidos, Franco decidió escribir una reflexión acerca de la manera en que estas tomas alteran la sensibilidad los usuarios de plataformas como Instagram. En una nota publicada por The New York Times, el 26 de diciembre de 2013, el actor describe cómo es que una selfie debe ser considerada como una herramienta de alto poder tanto para quienes son figuras públicas como para aquellos que apenas juntan 100 seguidores.
Comencemos con uno de los ejemplos más conocidos: la selfie que Ellen DeGeneres tomó en la entrega de los premios Oscar de 2014. La toma en la que aparecen personalidades como Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Lupita Nyong’o, Julia Roberts y Brad Pitt le dio la vuelta al mundo en cuestión de minutos; no sólo eso, llegó a decirse que podría valer entre 800 y mil millones de dólares. A primera vista puede parecer una burla, sin embargo, tras leer las declaraciones de Franco todo cobra sentido inmediatamente.
Según lo explica el protagonista de “Howl”, una selfie tomada por alguna celebridad es justo por lo que los paparazzis pasan jornadas enteras parados afuera de un restaurante. Todo mundo intenta obtener un pedazo de la vida privada de aquellos que, al estar en una pantalla, de repente parecen inalcanzables y una autopic es justo la oportunidad de apoderarse de ese momento en el que aquella persona se muestra totalmente humana frente a una cámara.
Entonces, si una foto puede llamar tanto la atención y además ser cotizada en miles de dólares, es correcto afirmar que se trata de una poderosa herramienta para atraer cierto poder que sólo existe en las selfies y nunca en otras imágenes como poemas, comida o proyectos artísticos. Las celebridades como Justin Bieber o Taylor Swift conocen el peso de su imagen, entonces, si a esa influencia le sumamos la posibilidad de regalarle al público un momento privado que “nadie más va a tener”, la importancia que una de estas instantáneas tiene para sus protagonistas es enorme.
Algo similar pasa con las noncelebrity selfies, pues quienes llegan un perfil en Instagram o Facebook inevitablemente buscan un instante que les diga cómo vive una persona y la manera en que ésta se siente. Si bien algunas personas creen que todo se puede resolver con un mensaje de texto, sólo basta uno de estos autorretratos digitales para transmitir un resumen completo de la manera en que cada uno la está pasando en el momento de oprimir el botón de captura.
Después de la nota de Franco, con seguridad podemos decir que, en efecto, la tecnología nos ha regalado una serie de herramientas que permiten un tipo de empoderamiento nunca antes visto. Aquél en el que no es necesario construir un discurso para transmitir un mensaje claro, lo único realmente indispensable es un celular con cámara y un momento qué compartir. El resto depende del mundo.
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Fuente
The New York Times