«Eréndira fue una mujer purépecha que se apropió de un caballo perdido por una avanzada de conquistadores españoles, aprendió a montarlo, resistió a la conquista durante un tiempo y luego ayudó a la evangelización de su gente.»1
El nombre de Eréndira aún resuena en el estado de Michoacán y entre los remanentes de las leyendas propias de la Conquista. Princesa y rebelde, Eréndira se descubre como todo un misterio que según cuenta la historia, fue parte invención, parte realidad.
Eréndira se inscribe entre el encuentro de los españoles y los purépechas, así como en las propias luchas internas de la región de Michoacán. La heroína tuvo su primera aparición en un libro de Eduardo Ruiz, el principal responsable de su leyenda, quien hizo una historia novelada del Códice Escorial, un documento histórico del siglo XVI.
Adaptación fílmica de la leyenda “Eréndira la indomable”. Ruiz plantea a Eréndira como una mujer purépecha, una princesa que se rehúsa a ser esposa y esclava —pues pasaría a ser un botín de guerra— de Nanuma. Ella escapa de tal destino montada sobre un caballo, el cual su pueblo había pretendido sacrificar, pero que Eréndira había detenido y posteriormente aprendido a cabalgarlo.
Huyendo hacia el bosque, Eréndira comenzó a adquirir la connotación de guerrera, rebelde y posible libertadora. Sobre su montura hace frente a los conquistadores, liderando a los purépechas que, contrarios a la decisión de su cazonci de colaborar con los españoles y rendir tributo, deseaban mantener su propia autonomía.
No obstante, su papel como guerrera rebelde se terminaría una vez los primeros misioneros franciscanos llegaron a la región purépecha. Así, su figura fue utilizada para fomentar la evangelización: la princesa hizo ver a los purépechas que los franciscanos que llegaron eran iguales a los otros españoles que ya habían intentado subyugarlos; no obstante, intervino para que no los lincharan.
«—¡Purépecha! —exclamó con voz trémula, pero con acento poderoso. — Antes vimos a los españoles que vinieron a arrebatarnos nuestros tesoros y nuestras tierras; hoy miramos a estos hombres que llegan como mendigos a apoderarse de los niños como si fuesen huérfanos, a destruir nuestros dioses y a imponernos una religión extraña. ¿Qué nos quedará entonces?»
Es entonces cuando la leyenda de Eréndira adquiere connotación religiosa y su figura adquiere castidad, pero siempre aunada a la fiereza que una mujer guerrera que monta a caballo puede proyectar.
Mural de O’Gorman.
Eréndira se enamoraría de Fray Martín de la Coruña, quien después de haberla bautizado —así como lo había hecho con muchos otros purépechas—, se negó a compartir el lecho con la princesa, alcanzando de tal forma la santificación:
«De improvisto, el fraile se desprendió de lado de Eréndira, se hincó de rodillas en medio del aposento, puso sus brazos en cruz, e inclinando su frente, elevó al cielo una plegaria tan fervorosa, despegó de tal manera su alma de los deleites de la tierra, que Dios coronó sus sienes con la diadema de su amor y lo colmó de bendiciones; “le quitó los impulsos de la carne y lo dejó tan puro, que obraba estando en ella como si no estuviera”».
No obstante, años después, en particular durante el sexenio cardenista, la leyenda de Eréndira recobraría fuerza y bajo la instrucción de Lázaro Cárdenas, artistas como Fermín Revueltas, Roberto Cueva del Río y Juan O’Gorman pintaron escenas en las que Eréndira destaca como esa mujer a caballo que se enfrenta a los españoles.
Tal transfiguración hizo que la princesa purépecha se convirtiera en una figura idónea de la identidad nacional e indígena de México. La leyenda de Ruiz era una opción más útil para el gobierno que la figura de la Malinche, que dada su traición y relación con los españoles probaba ser controvertida. En cambio, Eréndira no sólo luchó, también era casta y supo mediar el encuentro de dos mundos, reconociendo en qué momento era más sencillo lidiar con el enemigo como un aliado.
Roberto Cueva del Río, La Malinche.
«En vez de continuar bregando con la polémica reputación de Malinche/doña Marina, con la invención de Eréndira Eduardo Ruiz se permite moldear a la india perfecta, así en el momento de resistir la dominación extranjera y la dominación interna por “razones de género”, como en el momento de adaptarse a la condición colonial y cristiana, y en el momento de afirmar su deseo sexual; ella es inverosímilmente impecable».
La formación de mitos alrededor de personajes reales para elevarlos a la categoría de héroes nacionales o figuras propias de una resistencia ha sido una práctica no sólo común, sino efectiva para provocar en el público en general determinados sentimientos. Otros ejemplos de tal práctica son la Virgen de Guadalupe, que sirvió para afianzar el culto religioso entre una población eminentemente indígena, o bien, los héroes nacionales, así como los antepasados prehispánicos para crear un sentimiento nacionalista.
La princesa Eréndira no es la excepción a la regla y así como muchos otros personajes, a su alrededor se forjó una gran historia llena de aventuras y proezas heroicas.
1 Todas las citas corresponden a: Ana Cristina Ramírez Barreto, “Eréndiras de leyenda y carne y hueso”, en Relaciones 123, Vol. XXX, verano 2010. Disponible en línea aquí.
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