San Cristóbal de las Casas, Chiapas, es una de las regiones de México en las que se hace mucho más visible la unión de las tradiciones antiguas o prehispánicas con aquellas que los españoles (y el Catolicismo) nos arraigaron; comulgando y formando un sincretismo que hoy hace a nuestro país y sus costumbres peculiarmente únicas.
Cuando se trata del Día de Muertos, México destaca por su extraña relación con la muerte, en una festividad que en otras latitudes es vista como inusual, en el que la línea entre vida y muerte y su solemnidad se difumina, y en el que por un par de días ambos planos pueden coexistir y en el que todos pueden recordar a aquellos seres queridos y hasta ídolos que han fallecido.
Foto: EFE/ Carlo López
Es en Chiapas donde aún persiste una de las tantas formas en las que los mexicanos celebramos el Día de Muertos y veneramos a quienes se han adelantado, con una fiesta conocida como la Fiesta de las almas –k´in ch´ulelal, en tzotzil–. Una tradición milenaria que le da continuidad a una costumbre que se conforma de todo un rito cuyos orígenes son rastreados por la misma comunidad a tiempos prehispánicos.
Si bien en la tradición o celebración común del Día de Muertos se han encontrado distintos símbolos y prácticas que provenían de Europa, al tiempo que en el periodo del presidente Lázaro Cárdenas se difundió como una celebración propiamente mexicana y de raíces prehispánicas, lo cierto es que en este lugar de México la historia no niega la relación que tienen con sus muertos y de cómo la Fiesta de las almas es una celebración que más allá de cualquier análisis forma parte de la identidad de la comunidad y que se niega a quedar en el olvido, en particular en un momento en el que el covid y la contingencia sanitaria modificó drásticamente la celebración de Día de Muertos en todo el país.
Qué es la Fiesta de las almas
Esta tradición involucra dos días –1 y 2 de noviembre– en el que los vivos conviven con las almas de sus ancestros. Los elementos básicos del Día de Muertos están ahí: la ofrenda con velas, comida, pox (o posh) –un destilado típico de la región que así como otras bebidas como el mezcal o el pulque ha sido considerada como sagrada–, incienso, flores, juncia y otros.
Foto: EFE/ Carlo López
Estas ofrendas se convierten en el agradecimiento para todos aquellos que ya no están por todos los bienes que fueron heredados a sus descendientes, de acuerdo con el testimonio para EFE de Manuel Anastasio Pérez Hernández, indígena tzotzil y autoridad municipal.
«Seguimos con nuestros usos y costumbres, nuestras tradiciones, viviéndolas sin importar si llueve, truena o relampaguea. Debemos estar en el panteón».
Además de las ofrendas en el panteón, allí también comulgan los mayordomos y sacristanes, quienes acuden ataviados en sus trajes ceremoniales desde las 7 de la mañana. Ellos están a cargo de una serie de rezos al pie de las tumbas que les dan la bienvenida a todos los difuntos, además de ser los encargados de regresar a cada una de las almas que llamaron y evitar que se queden penando. Pérez Hernández explica:
«Desde la 7 de la mañana. A esa hora llegan los mayordomos, ellos se acompañan por sacristanes quienes se encargan de llamar a las almas para que vengan al mundo de los vivos los familiares. Y al otro día nuevamente pasan de tumba en tumba para regresar las almas y que estas no queden penando en el pueblo, en la montaña, y regresen donde deben de estar».
Foto: EFE/ Carlo López Los pueblos mayas han mantenido vivo el conocimiento de sus ancestros. De generación en generación transmiten la experiencia de estar en contacto con sus antepasados, razón por la que en esta fecha muchos indígenas que migran hacia otros estados de México e incluso otros países vuelven a su tierra natal para el reencuentro de las almas.
«Para nosotros es importante porque es una unión familiar, no importa donde estén, no importa donde trabajen, tienen que venir a convivir en el panteón esos dos días, y también en la casa», subraya el hombre.
La Fiesta de las almas en tiempos de covid
A pesar de los contagios y las diversas restricciones en esta festividad, en San Cristóbal de las Casas la Fiesta de las almas ahora tuvo una connotación muy especial, en el que así como los rezos invitaban a las almas de vuelta a sus lugares, también se pidió porque esta pandemia no extermine a su pueblo, entre otras peticiones como las buenas cosechas de flor y la reactivación de la economía.
Foto: EFE/ Carlo López
Del mismo modo, este año desde semanas atrás comenzaron las labores de limpieza y saneamiento en los panteones, en preparación para los días 1 y 2 de noviembre en el que las tumbas fueron decoradas con una alfombra de juncia, sobre la cual depositan los alimentos que consumen en la región: tamal, atole, elote hervido, pan y posh. Además de otros objetos que completan la visita de cada difunto, un lugar donde sentarse y una mesa para todos sus alimentos.
«Siempre me han dicho mis papás que en estas fechas vienen a visitar a los familiares porque las almas se acuerdan dónde vivían, quién es su familia. […] Se les pone una silla, una mesa, para que consuman lo que hay en la mesa. La comida tiene que estar mañana y pasado. Es caldo de res, de pollo de rancho y refresco». Explicó Paola Petrona Hernández Hernández, artesana de Zinacantán.
Foto: EFE/ Carlo LópezDe esta forma, el pueblo tzotzil, a pesar de la situación, se niega a dejar caer en el olvido sus tradiciones y mantener vivo una de las tantas costumbres que les dan identidad.
Con información y fotografías de EFE.
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