A lo largo del último año, e incluso anteriores, hemos sido testigos de cómo la situación política y social en Venezuela se recrudece. A las redes sociales llegan reportes de hospitales con material y medicamentos insuficientes para atender a los enfermos, de largas líneas para obtener despensas, de supermercados saqueados y la gente cada vez más desesperada por obtener recursos básicos, o bien, estableciendo una cultura de trueque para conseguir lo que creen necesario.
Esta situación precaria ha orillado a que muchos venezolanos intenten emigrar hacia Brasil, en busca de mejores oportunidades y en general una mejor vida. No obstante, como suele suceder con las migraciones en masa de un país a otro, la población del país que los recibe no siempre está contenta, puesto que en ocasiones su economía y modo de vida se ve alterado.
El descontento de algunos brasileños ha sido tal que incluso algunos venezolanos han decidido volver a su país de origen, escapando ahora de la violencia y la discriminación, ya que se reportan ataques como el del pueblo de Pacaraima, en el cual los campamentos de venezolanos fueron incendiados. Aunque, según la BBC, algunos testigos aseguran que más bien cerca de 2 mil brasileños de la región obligaron a 1200 venezolanos cruzar la frontera de vuelta.
National Geographic reporta que desde el 2017, 58 mil venezolanos se han asentado en Brasil y hasta ahora hay 9 campos de refugiados que el gobierno brasileño ha abierto en conjunto con las Naciones Unidas y otras ONG’s en Boa Vista, una de las ciudades principales a los que los venezolanos llegan.
La realidad es que estos venezolanos son personas que tuvieron que abandonar sus profesiones debido a los bajos salarios o porque simplemente perdían su trabajo. Una vez en Brasil siguen viajando a pie o pidiendo “aventón”, esperando que la situación mejore en otras ciudades, y es que a pesar de que muchos se encuentran en situación de calle, la realidad es que una vez en Brasil, cuentan con servicios médicos y existen voluntarios e iglesias que organizan desayunos comunitarios, es decir, ya no pasan hambruna.
Situaciones como el ataque más reciente en Pacaraima han hecho que el gobierno brasileño también refuerce su seguridad en la frontera, por lo que ha enviado otro contingente de soldados para asegurar que tanto los refugiados estén seguros, así como los propios brasileños.
Hasta el momento, la frontera no ha cerrado y el gobierno brasileño sigue acogiendo a todos los inmigrantes venezolanos, puesto que seguimos hablando de una crisis humanitaria —aunque existen algunas propuestas de funcionarios pidiendo que no se acepte más gente—. Después de todo, es difícil catalogarlo de otra forma cuando se estima que diariamente cruzan entre 600 y 800 personas en busca de mejor vida.
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Encuentra el resto del trabajo de Federico Ríos en el artículo de National Geographic.
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