La habilidad de predecir el futuro y advertir a todo un pueblo acerca de desgracias y bendiciones que se avecinan tradicionalmente había sido ligada a videntes y personas con poderes místicos que les han sido conferidos un poco antes de nacer. Sin embargo, hay quienes basándose sólo en su intuición y el análisis de estadísticas son capaces de liderar a todo un país incluso en los momentos más difíciles de su historia. Durante la Segunda Guerra Mundial un solo hombre tuvo entre sus manos el rumbo del pueblo británico y sus aliados; a pesar de ser unas de las figuras más amadas y glorificadas de todo el Reino Unido, Winston Churchill nunca se detuvo en sus esfuerzos por llevar al ejército aliado hasta la victoria, aun sabiendo que, al igual que sus amigos, el número de personas que lo repudiaban era realmente extenso.
Incluso antes de que se desatara la Primera Guerra Mundial, Churchill predijo exactamente cada uno de los acontecimientos que darían pie a esta contienda. Por supuesto que, como ocurre con cualquier acto de “clarividencia”, los mandos del ejército y buena parte del país no hicieron más que reírse de sus especulaciones hasta que se hicieron realidad. Sólo entonces se dieron cuenta de que no estaban frente a un hombre cualquiera, sino ante un visionario capaz de salvar a una nación entera de su destrucción.
Pero a un hombre como éste, a pesar de que trabajó siempre con estadísticas, no se le puede recordar con simples números. Al final del día Inglaterra entera depositó su entera confianza en cada una de sus predicciones; así que en lugar de cuantificar toda una vida de gloria, es mejor calificarla a partir de esas palabras que inspiraron a toda una multitud a mantenerse en pie de lucha.
«Soy optimista. No parece muy útil ser otra cosa».
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«El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo».
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«La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra nos pueden matar una vez; en política, muchas veces».
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«Las actitudes son más importantes que las aptitudes».
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«Existen tres tipos de personas: aquellas que se preocupan hasta la muerte, las que trabajan hasta morir y las que se aburren hasta la muerte».
«El mejor argumento contra la democracia es cinco minutos de conversación con el votante medio».
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«Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema».
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«Estoy preparado para conocer a mi creador. Si mi creador esta preparado para la gran prueba de conocerme a mí, es otro tema».
«En tiempos de guerra, la verdad es tan preciada que debería ser atendida por una guardia de mentiras».
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«Mejorar es cambiar; ser perfecto es cambiar a menudo».
«La historia será amable conmigo porque intenté escribirla».
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«¿Tienes enemigos? Bien. Eso significa que has luchado por algo alguna vez en tu vida».
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«No tengo más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor».
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«A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada».
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«El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes».
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«Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad».
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«Puede que la crítica no sea agradable, pero es necesaria. Cumple la misma función que el dolor en el cuerpo humano. Llama la atención de un estado de cosas insalubres».
«Nunca me preocupo por la acción sino por la inacción».
«Todos somos gusanos. Pero yo creo que soy una luciérnaga».
«Hay una cantidad terrible de mentiras sobre el mundo, y lo peor es que la mitad de ellas son verdad».
Cuando un hombre tiene tanto peso como Churchill; a pesar de que la vida lo alcance, éste jamás terminará de morir, pues vivirá no sólo en los libros sino en cada una de las palabras que ayudaron a que todo un pueblo se mantuviera a salvo de cualquier amenaza. En este caso, su manto estuvo hecho de números, no obstante, fueron sus palabras las que calentaron el corazón de sus compatriotas, las que les dieron la seguridad para confiar y seguir luchando por algo mejor.