Son tantas las armas famosas por sus acciones, reales o legendarias, que el propio concepto está encarnado en el imaginario colectivo con extraordinaria fuerza como algo mágico, una de ellas es la reconocida “Lanza de Longinos”, una reliquia que a lo largo de la Historia se encargó de unir a personajes de la calidad de Carlomagno, Napoleón Bonaparte o Adolf Hitler.
Místicamente, estos personajes codiciaron esa lanza al considerarla como un insustituible talismán de poder capaz de dar el dominio sobre el destino del mundo a quien la poseyera.
La “Lanza de Longinos” le debe su nombre al soldado que le dio la estocada a Jesús, haciendo que manara sangre y agua de sus pulmones, tal y como lo menciona el apóstol Juan en su Evangelio:
“Pero al llegar a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua”.
En el Evangelio se indica que los romanos planearon romper las piernas de Jesús, una práctica conocida como crurifragium, que era un método doloroso de acelerar la muerte durante la crucifixión de los condenados a este tipo de castigo.
La Historia dice que Longinos acudió un viernes al Gólgota para acelerar la muerte de los tres condenados. Los dos ladrones crucificados junto a Jesús: Gestas y Dimas, agonizaban todavía cuando la patrulla de Longinos les rompió las piernas buscando precipitar su asfixia.
Sin embargo, al acercarse a Jesús, el centurión se adelantó a sus hombres haciendo algo insólito: clavó la punta de su lanza en el costado del último reo (Jesús) para comprobar si aún estaba vivo. El ajusticiado no se inmutó y tenía la cabeza caída y su cuerpo parecía inerte. Por eso no le partieron las tibias, cumpliéndose así la vieja profecía de Isaías que aseguraba que al Mesías no se le quebraría ni un solo hueso del cuerpo.
“Él guarda todos sus huesos; ni uno de ellos es quebrantado”, Salmo 34:20.
El relato acerca de este artefacto, conocido también como “Lanza sagrada”, está lleno de elementos mágicos, puesto que algunos cronistas han defendido que al introducirse en carne sagrada, Longinos se curó de un problema ocular que padecía y se convirtió, hasta ser considerado un santo por la Iglesia Católica y otras comuniones cristianas.
Otras versiones señalan que lo que el romano portaba en aquel día era la lanza votiva de Herodes Antipas, símbolo de poder que le fue prestado para abrirse paso entre los judíos que rodeaban el lugar del ajusticiamiento, y que había sido forjada por otro profeta, Fineas, quien la cargó de atributos sobrenaturales.
Algunos expertos sostienen que el destino de la lanza es que el mismo Longinos se la llevó a su pueblo natal, supuestamente situado en Zobingen, Alemania, y de ahí -por circunstancias ignoradas por la tradición, pero aún más allá por los historiadores- terminó en manos de hombres como Carlomagno o Federico Barbarroja. Y gracias a su poder oculto, el primero logró culminar con éxito de casi medio centenar de batallas.
Asimismo, la leyenda de la lanza en manos de Carlomagno refiere que al regreso de una de sus campañas por Sajonia, cayó del caballo, posiblemente asustado por un cometa. Luego de esto, el precioso talismán cayó al suelo. Fue un hecho nefasto inequívoco para el emperador, ya que murió poco después.
Otro tanto le ocurriría más tarde a Barbarroja, que también habría dejado caer la lanza al cruzar un río en Turquía.
Por su significado, esta arma fue un objeto codiciado por varios representantes de la Europa Occidental, incluso Napoleón Bonaparte la deseó y el líder del Tercer Reich de Alemania, Adolf Hitler, se obsesionó por ella y la retuvo al inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Lo que realmente atrajo a Hitler de este objeto fue precisamente la historia más desconocida y la leyenda que acompañaba a la reliquia, la cual afirmaba que: “quien la sostenga en sus manos, sostendrá, para bien o para mal, el destino del mundo”. Sin duda, la posibilidad de tener a sus pies a toda la humanidad gracias a la “Lanza del destino” no pasó desapercibida por el líder nazi, para él que todas las ayudas militares eran pocas.
LA LANZA SE CONSERVA EN VIENA
La primera monografía sobre la misteriosa arma se ha puesto recientemente a la venta, editada por el prestigioso Museo de Historia del Arte, bajo el título “La Santa Lanza en Viena. Insignia, reliquia y arma del destino”.
La hoja partida de doble filo de la lanza de 51 centímetros de largo y conservada sin su asta, cuenta con tres remaches de oro y plata y se conserva en la cámara del Tesoro del Palacio Imperial. Junto a la lanza, están la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, un globo de oro del siglo XII y la espada de Carlomagno.
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