* Este artículo fue publicado originalmente por Rodrigo Ayala Cárdenas el 11 de agosto del 2017 y actualizado por Cultura Colectiva
2:47 am. Xaltocan, Tlaxcala. Hoy día.
Una fría ventisca se cuela por debajo de la puerta del cuarto de Gerardo y María, casados desde hace tres años. Ella es la primera en percibirla. Acostada, se cubre con las cobijas hasta el cuello y permanece despierta unos minutos. La casa está por completo en silencio, sin embargo, experimenta un extraño temor, como si algo estuviera agazapado en la oscuridad y fuera a salir en cualquier momento. Se revuelve en su lecho e intenta dormir, pero el frío y el miedo que la invaden se lo impiden. En ese momento a su mente llega la imagen de su bebé de cuatro meses, Paula, que duerme en el cuarto de al lado.
María se pone de pie, sale del cuarto, el frío punza como agujas puntiagudas, se percata de que la puerta de la habitación de la bebé está abierta por completo. Asustada, penetra en el cuarto y corre hasta la cuna de Paula. En la oscuridad se dibuja el diminuto cuerpo de la inocente bebé, que duerme ignorando la bruma que se cuela por la casa entera. Sintiéndose culpable, María se agacha hacia la cuna, toma en brazos a la bebé y le dice que todo está bien.
Se dirige al interruptor de la luz y cuando lo activa lo primero que ve es la cobija con la que envolvió a la niña manchada de rojo. Cuando está a punto de gritar se percata que la bebé tiene el cuello mordisqueado y de las heridas emanan sangre. En ese momento el frío que sentía dio paso a una serie de aullidos histéricos. Su esposo entra despavorido al cuarto y se percata de que su esposa yace en el suelo con Paula en brazos. Se agacha al lado de su familia, arrebata a su esposa el cuerpo de la niña y comprende que ha muerto cuando ve el reguero de sangre sobre su diminuta humanidad. En ese momento recuerda de improviso, de manera tan letal que casi lo hace desmayarse, aquella historia que su abuelo le contó siendo apenas un niño de cinco años:
Antes de que los españoles comandados por el capitán Hernán Cortés llegaran a este lado del mundo desde Europa en 1519, diversos pueblos del Altiplano Central mexicano temían a las mujeres vampiro. Las llamaban tlahuelpuchi. Practicaban la magia chamánica y tenían la capacidad de transformar su apariencia humana en la de un animal (insectos, guajolotes…), aunque a veces lo hacían también en neblina o luces de fuego. Eran nahualas de diversas edades y aspectos. Las había jóvenes a partir de los 12 o 13 años, al igual que casi ancianas. Algunas eran hermosas y otras terriblemente feas.
Su necesidad de sangre era tal que cada mes tenían que beber de tres a cuatro veces al día para apagar su sed. Sus víctimas favoritas siempre fueron los bebés que rondaban los 10 meses de edad. Aunque hubo algunas cuya sed era tan terrible que asaltaron a bebés que quizá tenían apenas unos días de haber llegado al mundo. Entonces se convertían en neblina y así penetraban en las casas de las familias por los resquicios de las ventas o de las puertas. Sus preferidos eran los bebés rollizos, los cuales gozaban de excelente salud y de mejillas sonrosadas que delataran un diminuto pero activo torrente sanguíneo.
Esperaban a la medianoche para salir de sus cuevas o chozas en medio del bosque y se lanzaban por sus víctimas. Cuando estaban al pie de la cama o de la cuna en la que los bebés dormían, recuperaban su forma humana, se acercaban al infante. Para localizar el mayor flujo de sangre olían al infante durante algunos segundos y procedían a chuparles la sangre… Las tlahuelpuchi bebían con tanta ansiedad que los bebés morían a los pocos minutos. Una vez que culminaban aguardaban un poco, agazapadas en las tinieblas de la casa, antes de salir rumbo al bosque bajo la forma de un manto de niebla.
Las Tlahuelpuchi
La palabra tlahuelpuchi se deriva de los términos del náhuatl tlahuihpochtli, un compuesto de thlahuia (“iluminado”) y pochtli, traducido como “neblina”. Su significado era “sahumador luminoso”. Cuando los españoles se enteraron de esta historia sintieron tanto horror como con aquella leyenda de La Llorona o el tema de los sacrificios humanos. Se dieron cuenta que los pueblos con los que acababan de contactar estaban llenos de relatos oscuros y aterradores, además de costumbres “malsanas· como honrar a los muertos mediante ofrendas.
Se desconoce de dónde provenían estas perversas mujeres o qué maldición les dio la capacidad de cometer aquellos terribles actos. La única certeza era que cuando las tlahuelpuchi tenían su primera menstruación era en ese momento cuando su sed de sangre se despertaba para acompañarlas el resto de sus vidas. Cuando sus familias se percataban de que una de las hijas era una mujer vampiro en ese momento la expulsaban de la familia o intentaban matarla.
Como parte de este mito se cuenta algunas tlahuelpuchis asesinaron a miembros de su propia familia, por lo que huyeron a esconderse en lo profundo de los bosques el resto de sus vidas. Sin embargo, un número reducido de familias lograron matar a alguna de ellas, inconscientes de que harían que la maldición pasara a la siguiente generación.
No se conoce que existieran grupos de tlahuelpuchis; casi todas preferían vivir solas. Cuando se encontraban no peleaban, sólo trataban de advertirle a la otra que determinada víctima era suya y que no dejarían que la tocara bajo ningún motivo. Estas criaturas sentían apetito especialmente en las noches de mucha lluvia y frío. Las que decidían quedarse a vivir en la ciudad o los pueblos parecían normales a simple vista, así que no era fácil identificarlas.
Sabedores del peligro que corrían sus bebés, algunos padres tomaban precauciones para protegerlos cada noche: colocaban tijeras debajo de los petates, agujas, trozos de ajo, cebolla o metal alrededor de la cama o la cuna de los infantes para ahuyentar la presencia de las tlahuelpuchi. Algunos investigadores como Hugo Nutini de la Universidad de Arizona, creen que esta leyenda fue una manera de explicar sucesos inexplicables en aquél entonces, como la muerte de cuna.
Todos los detalles pasaron por la mente de Gerardo en una fracción de segundo. Su vista regresó al cuerpo muerto de su bebé. María se retorcía en el suelo implorando a su dios que le devolviera a su pequeña. Gerardo recargó su cabeza en la pared implorando que todo fuera un sueño, que todo fuera un maldito sueño. Durante unos instantes le pareció ver una silueta asomando por la ventana del cuarto de Gabriela, desapareciendo rápidamente. Gerardo aferró el cuerpo de la bebé, unas lágrimas barrieron su rostro y rezó para que la noche devorara a la tlahuelpuchi.
Los que sentimos pasión por las historias, las leyendas y lo sobrenatural tenemos la fortuna de que México es una nación pletórica de tradiciones y leyendas orales fascinantes. Un ejemplo de ellos son los 7 callejones en México llenos de misterio e historia, que te dejarán una especie de asombro y temor difíciles de borrar. Una de las épocas más ricas en relatos llenos de magia y fantasía fue la época prehispánica, especialmente en 5 historias que comprueban que la magia de nuestros antepasados se distinguió por una gran imaginación.
En portada: Shutterstock
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