Pensar en ‘música o danza clásica’ es tan amplio como pensar en ‘Asia’ o ‘El cristianismo’. Si la expresión se utiliza sin referencia al periodo de la música clasicista (1750 y 1820) y sí a lo que se considera como ‘música y danza culta’, entonces muchos nombres no entrarían a la lista de ‘los grandes’, convirtiéndose ésta, en una categoría excluyente y reducida.
Pero este sesgo no es nuevo en la historia de la música, junto con instrumentos, piezas, melodías y pentagramas, muchos nombres se han perdido en las memorias del tiempo. Sin embargo, algunos ritmos, personajes y objetos han logrado traspasar las barreras cronológicas escabulléndose al inconsciente-consciente colectivo para formar parte del imaginario popular y cultural de muchos.
Uno de los grandes secretos públicos, por así llamarlo, de la historia musical del siglo XIX es, sin duda, el caso de los personajes del cancán. Monsieur Offenbach (Jacques Offenbach) es un nombre que muy probablemente la mayoría no recuerde haber escuchado, ni siquiera hurgando en los recovecos de la memoria, sin embargo, si conocen el cancán, a las exóticas bailarinas de piernas al aire y faldas levantadas, vieron la película Moulin Rouge o uno de los miles episodios de televisión que hacen alusión a este sensual ritmo, entonces es casi un hecho que han escuchado la música de Offenbach.
La canción inconfundible que la mente relaciona con el rápido movimiento de faldas, brazos y piernas en un escenario, mujeres bailando, plumas, cabaret y fiestas glamourosas de fin de siecle o principios de siglo XX es la obra más popular de Offenbach.
Lo que equívocamente es llamado ‘El cancán’, refiriéndose a la melodía, es el galop final de Orfeo en los Infiernos, opereta del compositor alemán naturalizado francés durante el Segundo Imperio Francés. En la opereta original, esta parte acompañaba una escena en la que los dioses del Olimpo se entregaban a los excesos y hacían un bacanal, en él se olvidaban los problemas y todo era fiesta. Lo mismo representaba bailar cancán a finales del siglo XIX en París.
Los salones nocturnos parisinos eran sedes de las más fabulosas tertulias, en ellos se juntaban personajes emblemáticos de la época a discutir temas de arte, literatura, filosofía, política y un sinfín de maravillas, siempre acompañados de alcohol, ajenjo y cuantos vicios quisieran. Pero las verdaderas estrellas en los salones eran siempre las bailarinas de cancán, quienes al compás de las notas del galop infernal se convertían noche a noche en divas del bajo mundo, demostrando su talento y sensualidad levantando las piernas mientras hacían acrobacias impensables. Su flexibilidad moral era casi tan amplia como la física.
Junto con el nombre de Offenbach, habría que rescatar a figuras como Jane Avril, la sensual pelirroja musa de Toulouse-Lautrec; La Goulue, modelo y amor platónico de todos los artistas de la época; Môme Fromage y Eglantine, maestras y figuras icónicas de la escena del cancán, entre otras. Todas ellas, bailarinas celebridades en medios, escenarios y calles parisinas. Sus rostros han sido inmortalizados en grabados, pinturas, fotografías, litografías y dibujos, dejando huella de la fama que gozaban en sus días de gloria.
Actualmente el cancán ha llegado como un vago y pintoresco recuerdo de La Belle Époque, un tiempo en el que la prosperidad y el progreso lo eran todo, por ello, este ritmo se coló entre los siglos y aún hoy hay populares espectáculos de cancán alrededor del mundo. Sin embargo, las figuras que forjaron la estética, la tradición y las bases de este maravilloso, retador, atrevido y divertido ritmo se han ido olvidando poco a poco, borrándose cada vez más de la memoria general.
Pero, a pesar de esta amnesia involuntaria, cada vez que se cante el galop infernal, se levanten las faldas en círculos enseñando pierna, o se haga un disfraz o fiesta de cabaret, todos ellos estarán presentes, cada uno, haciendo de la ‘música y danza culta’ una rica y divertida expresión popular que trasciende las barreras cronológicas, geográficas, sociales y morales, fijándose en el imaginario colectivo. Because they actually can can.