El futuro nos inquieta. Tan incierto y tan seguro al mismo tiempo. Sabemos que algún día llegará, pero ignoramos por completo lo que traerá consigo. Hemos sido testigos de los avances tecnológicos y científicos, pero también hemos podido ver una sociedad deteriorada. Una sociedad más robótica y menos humana.
Un mundo feliz es la novela del escritor inglés, Aldous Huxley, en la que plasmó su visión crítica de los roles e ideas sociales de un mundo avanzado científicamente, sin guerra y sin pobreza, una sociedad completamente “feliz”. Se trata de una utopía, una situación un tanto irónica que nos lleva a la reflexión. Entonces surge la interrogante: ¿qué es la felicidad y qué depende de ella?Quizá la respuesta se encuentra en el control de nuestras vidas, en saber lo que queremos y cómo lo queremos. La muerte es lo único certero que existe, sin saber cómo ni cuándo, estamos seguros que un día llegará. Será quizás en diez años que la muerte nos visite mientras dormimos, o tal vez sea una tarde calurosa de verano mientras cruzamos la avenida. Pero, ¿qué pasaría si nosotros decidiéramos cuándo morir y cómo hacerlo?
Si el dolor se hubiera apoderado de nuestro cuerpo y ya no tuviéramos control sobre lo que sucede en nuestro interior, ¿podríamos entonces acudir a alguna sustancia para dejar de sufrir?
Proveniente de una familia de intelectuales, Aldous Huxley fue conocido no sólo por ser un gran escritor del siglo XX, sino también por ser uno de los iniciadores de la psicodelia. Se sabe que experimentó con mezcalina y LSD, esta última droga fue la que lo acompañó en los momentos finales de su vida.
Un 22 de noviembre de 1963, el escritor británico dio un respiro final. Luego de una larga batalla contra el cáncer, Aldous radicado en California le pidió a su esposa Laura un favor que lo acercaría a la inminente realidad. La muerte lo observaba de cerca, pero todavía no se lo llevaba. 100 µg de una inyección de LSD lo llevaron a los brazos de ella.
En aquella época no era tan complicado convencer al personal médico de emplear LSD. Con la demanda de Laura, médicos ayudaron a preparar la dosis, que para algunos podría considerarse fatal, pero que para otros podría verse como un medio de escape.
La petición de Aldous se cumplió tal como lo relató años más tarde su esposa en una carta. Aquí te dejamos un fragmento de la carta dirigida a Julian, hermano de Aldous.
“La noche antes de morir, (jueves por la noche) a las ocho, de repente se le ocurrió una idea. ‘Cariño’, dijo, ‘se me ocurre que me estoy imponiendo sobre Jinny al tener a alguien tan enfermo como esto en la casa con los dos niños, esto es realmente una imposición’. Jinny estaba fuera de la casa en el momento, y le dije: ‘Bueno, cuando vuelva voy a decirle esto. Será una buena carcajada’. ‘No’, dijo con una inusual insistencia, ‘debemos hacer algo al respecto’.
‘Bueno’, le contesté, manteniendo la calma, ‘bien, levántate. Vamos a ir de viaje’. ‘No’, dijo, ‘Es grave. Tenemos que pensar en ello. Todas estas enfermeras en la casa. Lo que podríamos hacer, podríamos tener un apartamento para este período. Sólo por este período’.
Fue muy claro lo que quería decir. Fue inequívocamente claro. Pensó que podría estar tan enfermo durante otras tres o cuatro semanas, y que luego podría volver y comenzar su vida normal de nuevo. Este hecho de comenzar su vida normal se produjo con bastante frecuencia. En las últimas tres o cuatro semanas, fueron varias las veces que nos consternamos por su debilidad cuando se dio cuenta de lo mucho que había perdido, y cuánto tiempo se necesitaba para estar bien otra vez.
Este jueves por la noche, él había comentado acerca de tomar un apartamento con una energía inusual, pero unos minutos más tarde y toda la noche sentí que iba hacia abajo, fue perdiendo terreno rápidamente. Comer estaba casi fuera de la cuestión. (…) El jueves por la noche llamé al doctor Bernstein, y le dije que el pulso era muy alto -140, que tenía un poco de fiebre y la sensación general era de la inminente muerte. Sin embargo, tanto la enfermera y el médico dijeron que no creían que este fuera el caso, pero que si yo quería, el médico vendría a verlo esa noche. Luego volví a la habitación de Aldous y decidimos darle una inyección de Dilaudid. Fue alrededor de las nueve, y se fue a dormir. Le dije al médico que viniera la mañana siguiente. Aldous durmió hasta las dos de la mañana y luego le di otra dosis, y lo vi de nuevo a las seis y media. Una vez más sentí que la vida se iba, algo estaba peor que de costumbre, aunque no sabía exactamente qué, y un poco más tarde que les envié a ti y Mateo y Ellen y mi hermana un cable. Luego, alrededor de las 9 a.m. Aldous comenzó a agitarse, muy incómodo, tan desesperado realmente. Quería que lo movieran todo el tiempo. Nada estaba bien. El Dr. Bernstein llegó a esa hora y decidió darle la misma dosis que le había dado antes, algo que se da vía intravenosa, muy lento – tarda cinco minutos darle la inyección, y es una droga que dilata los bronquios, de modo que la respiración se facilita (…)
Después, no recuerdo exactamente qué hora era, me pidió su libreta y escribió: ‘Prueba LSD 100 intramuscular’. (…) todos dijeron que esta era la muerte más serena, y más hermosa. Tanto los médicos y enfermeras dijeron que nunca habían visto a una persona en condiciones físicas similares irse sin dolor y sin lucha”.
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Ve la carta completa aquí
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